CONTRAPORTADA | Ilustración de Elena Zurita Baone | Extraído del cnt nº 432
Los Estados Unidos es como el abusón del cole. Ha creado un club, la OTAN, a la que puede -debe- pertener cualquiera que desee comerse el bocadillo en el recreo sin que se lo roben. Antes su excusa era que perteneciendo a su club te protegía del abusón del otro curso, la URSS, que no solía acercarse a esta parte del patio, pero EEUU te metía miedo con que era mucho más peligroso que él. Ahora que la URSS se ha cambiado de cole, cada vez está más claro que pertener a su club sólo te salva de tu propio abusón, pero qué vas a hacer tú, el empollón del cole…
Pero ahora algo está cambiando. El despertar de China ya predicho por Napoleón está llegando. Los cansados ojos del abusón norteamericano no dejan de observar al pequeño preescolar que se ha hecho mayor y sin duda será más grande y más fuerte que él. Ya lo es. Y está haciendo cada vez más amigos, les ve cuchichear y les imagina conspirando contra su reinado. Se les nota en los ojos que cuando grita ya no inspira tanto miedo.
Estados Unidos está viejo y oxidado, sus viejas tácticas ya no le valen. Ha hecho el ridículo en Venezuela con Guaidó, aunque eso le ha proporcionado el control de todas las divisas venezolanas en el extranjero. Ha permitido la entrada de la influencia china y rusa en toda sudamérica y hasta en la fronteriza Méjico. Depende demasiado de Turquía, que se está volviendo cada vez más díscola, para mantener «pacificado» Oriente Medio. Los talibanes se han quedado con Afganistán y ha habido que decir que no eran tan malos. Hasta su eterna aliada Colombia se ha pasado a la izquierda, aunque antes de eso ya se había firmado la permanencia de tropas norteamericanas en la zona.
Mientras tanto, los chinos, difíciles de engañar en este cuento, están creando su propio segundo mundo, introduciendo sus empresas, inyectando dinero, mejorando relaciones y creando infraestructuras en África, Asia y Sudamérica. El sueño de la nueva ruta de la seda, desde China pasando por el norte por Rusia y Ucrania, y por el sur por Oriente Medio, norte de África y España hasta Europa, no le está gustando nada al gobierno norteamericano, así que está pasando a la acción.
En la frontera sur, aunque no sale en los medios de comunicación porque no es Europa, Marruecos está tensando cada vez más la situación en el Sáhara Occidental, para mayor mosqueo de sus vecinos Argelia y Mauritania. España, hasta ahora convidado de piedra en aquel molesto conflicto, se ve obligada por la OTAN a tomar partido cada vez más claro por Marruecos.
En la frontera norte ha tensado la cuerda de Rusia y Ucrania lo suficiente como para provocar una guerra de la que sabe que siempre sacará tajada, vendiendo armas ahora y reconstruyendo después. Pero además, ha obligado a Europa a renunciar al barato gas ruso y depender de su caro Gas Licuado, ha tirado por tierra el proyecto del Nord Stream II, construido durante once años para garantizar el suministro de gas hasta Alemania y, para rematar, ha organizado una Cumbre para que suban su gasto armamentístico en medio de una crisis económica. Todo son ventajas.
Casi todo, porque en este cuento todavía no hemos presentado a los verdaderos protagonistas. Nos habíamos olvidado de las personas que habitan eso que estamos llamando país tal o país cual, delimitados por unas fronteras creadas por milenios de muertos en guerras de vecino contra vecino, por un mueve acá estas lindes o por un esa mina es mía. Esas personas, pertenecientes realmente a una tribu llamada Humanidad y habitantes de un país llamado planeta Tierra, que llevamos sufriendo las luchas irracionales de nuestros egoistas líderes y que llegado el siglo XXI podemos -debemos- tomar una conciencia global de lo que está pasando.
Y lo que está pasando es que la mentalidad competitiva dominante, impuesta por Estados Unidos y su sueño americano, está provocando la creación de dos bandos condenados a enfrentarse. Nos están arrastrando a una guerra que nadie puede ganar para sostener un sistema insostenible. Están debilitando su propio bando para fortalecerse ellos mismos, mientras China está empoderando a sus aliados. Mala idea a largo plazo. La única solución posible es una reacción de los que sufriremos las consecuencias, el pueblo, exigiendo un mundo más igualitario y no competitivo.