DOSIER «Por la emancipación» | Granollers | Ilustración de Bellotero | Extraído del cnt nº 429
Hablar de emancipación social, al menos para CNT, es hablar de la emancipación de la clase trabajadora: lograr que la clase trabajadora sea dueña de los medios de producción y distribución mediante sus organizaciones y poder ser dueña del total de la riqueza que contribuye a crear y no sólo de una minúscula parte como hasta ahora. Una vez la clase trabajadora deje de ser esclava del trabajo asalariado y pueda participar en la totalidad de la organización económica y social de la sociedad, tendrá plena capacidad para organizarse como considere libremente.
Pese a lo básico de la premisa, si queremos ponerla en el contexto actual estamos obligados a hablar del actual modelo económico y la situación a la que se enfrenta la humanidad ante el cambio climático.
Algunos académicos vienen hablando que nos encontramos en una fase del Capitalismo llamada «Digital». Lo cierto es que los niveles de tecnología digital están permitiendo reorganizar no sólo gran parte de los procesos de producción (p. ej. con la robótica) si no de la distribución de la información y la creación de nuevas infraestructuras digitales. Desde procesos de recopilación y volcado de datos que actualmente se pueden hacer sin intervención del ser humano, la fabricación de vehículos que dependen de microchips para poder funcionar, la creación de plataformas digitales que organizan el trabajo limitando de forma drástica las relaciones entre empleados o creando entornos informáticos de soporte a otras actividades empresariales, educativas o sociales que dependen no sólo de código privado, si no que tienen a grupos financieros internacionales detrás de estas empresas mientras vienen siendo utilizadas por empresas, administraciones públicas e incluso gobiernos.
Una vez la clase trabajadora deje de ser esclava del trabajo asalariado y pueda participar en la totalidad de la organización económica y social de la sociedad, tendrá plena capacidad para organizarse como considere libremente.
No obstante la complejidad de la tecnificación en realidad seguimos encontrando la misma dinámica del Capitalismo: la acumulación de la riqueza. Tan sólo que la tecnología que permite exprimir al máximo la productividad también recae cada vez en menos manos.
En este contexto nacen nuevas realidades laborales. Es el caso de los llamados «riders»: repartidores a domicilio cuyo empleador es una plataforma digital. La gran novedad legislativa del Gobierno en el decreto que regula dicha relación laboral fue obligar a facilitar el algoritmo en el que se basa la organización del trabajo a la representación legal de los trabajadores. Dejando a un lado la práctica inexistencia de representaciones de trabajadores entre las plantillas de este colectivo, es relevante que la centralidad de esta nueva situación laboral gire no sobre la modalidad contractual si no en el algoritmo que las plataformas digitales utilizan para organizar el trabajo.
Este modelo de organización del trabajo basada en el uso de algoritmos informáticos lo vienen usando también otras empresas como Amazon. La mercantil del súper rico Jeff Bezos viene usando en sus almacenes este tipo de sistemas informáticos para organizar el trabajo y explotación del personal.
El látigo de antes es ahora código binario
Nada de todo esto es nuevo, son formas de explotación que se basan en nuevas tecnologías para aumentar la productividad. De hecho este Capitalismo Digital no sustituye nada, si no que viene a sumar un conglomerado de sistemas económicas con el neoliberalismo de bandera.
La economía digital no puede existir sin ordenadores, móviles… que a su vez necesitan de toda la infraestructura física que permite la transferencia de datos de Internet; que a su vez necesita de las fábricas que ensamblen los equipos electrónicos e informáticos; que a su vez necesitan de las minas de donde extraer los minerales imprescindibles, como el cobalto, para que todo esto funcione. Y en cada una de estas fases del trabajo se desarrolla un modelo de explotación.
Controlar el trabajo ha de ser nuevamente el primer objetivo del sindicalismo. Si la clase trabajadora no controla el trabajo no tendrá ninguna influencia en las condiciones en que se desarrolla.
El sindicalismo debe recuperar la centralidad si queremos que las transformaciones económicas y sociales que se avecinan no se sigan basando en la precarización del trabajo. Controlar el trabajo ha de ser nuevamente el primer objetivo del sindicalismo. Si la clase trabajadora no controla el trabajo no tendrá ninguna influencia en las condiciones en que se desarrolla. Si los sindicatos logramos imponernos nuevamente podremos reequilibrar la balanza, y desde esta nueva posición decidir en los cambios y transformaciones futuras.
De la transición ecológica a la transformación social
Son varios los académicos que plantean que en cuestión de pocas décadas el cambio climático va a modificar la vida en el planeta tal y como la conocemos. A la escasez de las energías fósiles se le une un sistema económico basado en una acumulación ilimitada de beneficios. Este modelo irracional globalizado enfrenta un grave dilema: los actuales sistemas de producción de energía renovable, verde, etc. no es capaz de abastecer el nivel de consumo eléctrico.
Hay dos reacciones mayoritarias de las élites ante esta situación. Una es la reacción habitual y avariciosa de la patronal, que aspira a exprimir hasta la última gota de lo que nos queda de fiesta antes que apaguen las luces de este Capitalismo. La histérica reacción del presidente de Foment del Treball, de la Generalitat de Catalunya, ante el fracaso de acuerdo para la inversión de AENA en el Aeropuerto del Prat es un buen ejemplo. Daba igual que el proyecto fuera contra toda la lógica y sentido común, que fuera a incrementar el nivel de emisiones, a reproducir un modelo basado en el turismo… lo único importante es la obra pública que se han quedado sin poder adjudicarse.
La emancipación social no podrá tener lugar de forma justa sin un reparto racional, ecológico y justo del trabajo y de la riqueza que genere.
La otra reacción sostiene un relato edulcorado sobre la posibilidad de mantener el nivel de consumo basado en una transición de la industria y de las infraestructuras que permitirá que mantengamos nuestro modelo de transporte de vehículos individuales alimentados con electricidad, gas, etc. El problema de todo esto es que no hay renovables que puedan abastecer el nivel de consumo eléctrico (dejando a un lado el estado de nuestras red eléctrica y su capacidad de abastecer tales niveles de consumo eléctrico), y las energías derivadas del gas son finitas y nos abocarán a otra vuelta de tuerca especulativa y un colapso energético.
Las transformaciones económicas que la sociedad afrontará van a repercutir en el mundo del trabajo. La emancipación social no podrá tener lugar de forma justa sin un reparto racional, ecológico y justo del trabajo y de la riqueza que genere. Si el sindicalismo no adopta este enfoque, no vuelve a ser masivo, revolucionario y no hace acopio de todos aquellos recursos necesarios para afrontar la tarea, nos espera un mundo donde una minoría gestione los recursos, la tecnología y la energía mediante un nuevo fascismo con una misión mesiánica ante el cambio climático.
Decía Carlos Taibo en Granollers en ocasión del homenaje de la revolución social de 1936, que aquél movimiento fue consecuencia de la unión entre una población que venía de un campo español en unas condiciones precapitalistas, con la población urbana anticapitalista. Salvando las distancias, me parece una bonita forma de imaginar nuestro futuro más inmediato. Una emancipación fruto de la lucha contra este Capitalismo Digital y la preservación de nuestro planeta y la humanidad entera.