DOSIER ¿Nueva normalidad? ¡Acción Sindical! | Hospitalet de Llobregat | Ilustración de Lolomotion | Extraído del cnt nº 425
En esta fase de nueva normalidad dentro de la anormalidad de siempre, en aquello que se refiere al mundo laboral, vamos a poder ver cómo se desarrollan los planes de los poderes económicos para sacar provecho de la situación creada por el Covid-19. A raíz del parón de la economía y de la situación de incertidumbre creada (convenientemente apuntalada y magnificada por los principales medios de comunicación y las diversas herramientas de creación de la opinión a través de las redes sociales) las patronales, gobiernos y grandes inversores han visto una oportunidad para adelantar todas aquellas medidas que ya preveían tomar en el contexto de la anunciada recesión que desde finales de 2019 se anunciaba para 2021.
La PYMEs son las que han arrollado a los anticuados sindicatos mayoritarios, atrapados en un modelo, el de representación unitaria, con sus Comités de Empresa, sus Delegados y delegadas de personal y sus subvenciones, caduco e ineficaz.
Venimos de un escenario de derrota absoluta del sindicalismo de concertación, en el contexto del desmantelamiento del estado del bienestar a raíz de la crisis económica de 2007, con una precariedad laboral masiva, la práctica desaparición de los sindicatos en la mayoría de empresas del sector servicios eliminando así cualquier atisbo de tradición sindical, y el uso de las nuevas tecnologías para desdibujar o incluso negar la existencia de una relación laboral entre empresarios y personas trabajadoras. Una derrota del sindicalismo oficial manifestada recientemente en el «NISSAN no se cierra» pero que al final se cierra, al que seguirán una larga cadena de «no se cierra» pero que acabarán cerrando, que no es más que la agonía final de unos sindicatos acomodados al modelo de representación unitaria diseñado y perfilado a finales de los años 70 y durante los años 80 del siglo pasado. Fuera de la realidad de la estructura económica española, con escaso contacto con las generaciones más jóvenes de trabajadores y trabajadoras, y con una pérdida constante de afiliación desde principios del s. XXI, este sindicalismo, que gusta de presentarse en público como mayoritario, ha sido presa fácil de la apisonadora de derechos laborales puesta en marcha con motivo del Estado de Alarma y el consecuente parón económico de marzo de 2020 a causa de la pandemia.
Las patronales han actuado con un excelente grado de coordinación para sacar provecho de la situación creada por la pandemia. Salta a la vista la necesidad de un nuevo modelo sindical capaz de hacer frente a la situación actual.
Las empresas han actuado como si no pudieran permitirse asumir los salarios de sus plantillas durante al menos uno o dos meses, como si fueran familias de clase media que viven al día. Esas mismas PYMEs con eternos déficits de plantilla, amparándose en una clase trabajadora miedosa dispuesta a las jornadas maratonianas y a las grandes cargas de trabajo; que esconden beneficios y no reinvierten gracias a las diversas fórmulas de «contabilidad creativa»; que pagan sueldos abultados para la estructura directiva y aun así los gastos personales corren a cargo de la empresa; que subcontratan, precarizan e incumplen convenios colectivos; que, en definitiva, engañan a sus plantillas e ignoran legislaciones. Esas mismas que dejaron a los trabajadores y trabajadoras sin información y sin protección y corrieron a teletrabajar desde sus segundas residencias en el momento de estallar la crisis sanitaria. Las que ignoraron la normativa en Prevención de Riesgos Laborales. Las que adaptaron el teletrabajo a su manera más conveniente y mandaron igualmente al ERTE a la gente para que les pagara el SEPE. Unas PYMEs que niegan a sus trabajadores y trabajadoras su derecho a participar en el diseño del calendario laboral, pero que les fueron a buscar corriendo para que les firmaran un ERTE sin información ni justificación alguna. Todas esas son las que han arrollado a los anticuados sindicatos mayoritarios, atrapados en un modelo, el de representación unitaria, con sus Comités de Empresa, sus Delegados y delegadas de personal y sus subvenciones, caduco e ineficaz.
Con el «NISSAN no se cierra» pero que al final se cierra, al que seguirán una larga cadena de «no se cierra» pero que acabarán cerrando, … no es más que la agonía final de unos sindicatos acomodados al modelo de representación unitaria.
En este contexto desde la CNT desplegamos en las empresas nuestro propio modelo sindical que llevamos más de una década perfeccionando. Y tras 6 meses de pandemia y sus correspondientes efectos en el mercado laboral podemos afirmar que es la única vía para revitalizar la lucha sindical como forma de amortiguar la precariedad que campa a sus anchas bajo todas esas ficciones legales que los sindicatos mayoritarios permitieron en su momento que se crearan (temporalidad, subcontratación, contención salarial, diálogo social…)
Uno de los problemas ha sido el discurso errático del gobierno al respecto del uso o no de máscaras, guantes y otros elementos de protección. Ese discurso errático combinado con la escasez de conocimientos que hay entre los trabajadores y trabajadoras al respecto de la prevención de riesgos laborales ha provocado un uso tardío, mal coordinado e incorrecto de los elementos de protección. Todo esto se podía haber evitado usando la presencia sindical en las empresas tanto para distribuir estos elementos como para dar la formación adecuada para su uso correcto. Esto no ha sido posible porque el modelo sindical de Comités de Empresa y delegados y delegadas de personal no dispone de personas preparadas en este terreno.
Al basarse en tener representantes electivos con escasa conexión con sus sindicatos (en el caso de estar sindicados), estos no disponen de los conocimientos más básicos en materia de prevención de riesgos. A su vez, este falta de conocimientos hace que desde ese modelo sindical no se pueda en ningún momento interferir ni influir en las decisiones de la empresa, más allá del reparto de calendarios laborales a principios de año, por lo que las empresas, acostumbradas a mirar por su único y exclusivo beneficio han puesto en peligro la salud de la sociedad al completo con su criminal falta de medidas básicas. En un contexto de representantes unitarios sin vocación sindical ninguna, más allá del disfrute de las famosas horas sindicales, el hecho de que nuestras Secciones Sindicales desde el mismo inicio de la pandemia promovieran reuniones, peticiones de material, denuncias a Inspección de Trabajo, contribuye a marcar la diferencia entre los lugares donde tenemos presencia y los que no.
El hecho de que nuestras Secciones Sindicales desde el mismo inicio de la pandemia promovieran reuniones, peticiones de material, denuncias a Inspección de Trabajo, contribuye a marcar la diferencia entre los lugares donde tenemos presencia y los que no.
Otro problema ha sido la masiva negociación de ERTEs donde se ha negociado sin conocer el estado económico real de las empresas y la gente ha firmado prácticamente a ciegas irse al paro sin ningún tipo de medida de compensación y sin ningún tipo de control ni criterio en las desafectaciones. Todo esto ha abierto la puerta al fraude masivo de estar en ERTE y simultáneamente trabajando o teletrabajando; o estar desafectado de un ERTE haciendo horas extra; o mentir descaradamente en cuanto la pérdida real de carga de trabajo para tener a cuatro personas echando horas como mulas mientras el estado paga a la mayor parte de la plantilla, de ERTE. En muchas de estas empresas, en los casos en los que se podía negociar, negoció la representación legal de los trabajadores, nombre técnico de la representación unitaria. Dónde existe una de nuestras Secciones Sindicales se negocia con recursos que aporta el sindicato (personas asesoras) o con apoyo externo, por lo que la plantilla no se ve en manos de según qué tipo de profesionales sin intereses de clase o incluso solas y sin conocimientos frente a la empresa como en el caso de las famosas Comisiones Representativas que eligen las plantillas.
En definitiva todo esto se podría haber evitado desde un modelo que se construya con la representación sindical, que priorice la protección de la gente, tanto a nivel de estabilidad laboral como a nivel de salud, como forma de conseguir su participación. Esta es la única forma coherente y realista de generar presión y hacer que las empresas deban negociar, ya que el sindicalismo es cosa de much@s. Esta es nuestra forma de hacer sindicalismo.
En la nueva normalidad, dentro de la anormalidad de siempre, no nos podemos permitir el lujo de vivir en una economía cuyas relaciones laborales son prácticamente medievales. De auténtica servidumbre. Y para ello es inevitable cambiar de modelo sindical.