Turistear embrutece

COLUMNISTAS | ANTONIO PÉREZ

En octubre, los turistas gastan contra
sus amistades las últimas maravillas acumuladas en sus viajes veraniegos. Los
más aguerridos vuelven al ataque lanzando sus mayores majaderías: “La gente de
Mexicotán es amable pero muy pobre”, “los indios de la selva kokoteka son así y
asá”, “conviví con los indios Fulanitos, me adoptaron y hasta me iniciaron en
los secretos de su tribu”.

Sin embargo, lo cierto es que los
turisteados no son lo que parecen. Ejemplos: en Paraguay, los indígenas Maká
compran en el chino de la esquina las plumas con las que se disfrazan de
indígenas Maká; mientras tanto, sus jovencitas se desnudan los pechos cuando
ven llegar al autobús urbano en el que llegan los turistas. En Cuba, unas comparsas
de negros inventan un ritual y se lo atribuyen a los Taínos, un pueblo indígena
que fue exterminado hace siglos. En la frontera entre Tailandia y
Myanmar-Birmania, en el famoso ‘Triángulo de Oro’, los tour operators exigen a
500 mujeres Kayan-Karen que hagan de mujeres-jirafa pese a que aguantar esa puta
ristra de collares no haya sido nunca su “costumbre ancestral”.

Punto y aparte merece el (cada vez más
raro) turista que ha viajado a los países musulmanes. Éstos, siempre cuentan
que les ofrecieron “cambiar a mi mujer por equis camellos”. Después de varios
años de intentarlo, hemos llegado a la conclusión de que es inútil avisarles de
que donde estuvieron no hay camellos. Pero todavía nos quedan ganas de preguntarles:
“¿Y por qué iban a querer quedarse con tu insoportable esposa?”. En cuanto a
tí, osada esposa: “¿No te ofrecieron varias docenas de ipads por tu
inaguantable maridito?”.

¿Cuánta gente turistea? Demasiada: en
1995, hubo 500 millones de turistas; en 2012, esa cifra ya se había duplicado. ¿Y
los puestos de trabajo?: tanto en los países llamados desarrollados como en los
llamados emergentes, una de cada 12 personas trabaja en el turismo: sólo en eso
se parecen los países ricos y los pobres o menos pobres; el resto, es
desigualdad absoluta, humillante, sangrante e hiriente. Pero, bueno… el turismo
también es igualitario en lo de embrutecer por igual a los turistas y a los
turisteados.

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