“Todos cobrábamos lo mismo, todos participábamos. Fue una época increíble”

CINEASTAS | JUAN MARINÉ

* Fotografía: Pilar Rojo

Hablamos con Juan Mariné sobre la colectivización de la industria del
espectáculo que tuvo lugar al estallar la Guerra Civil, sus experiencias como
fotógrafo, prisionero de guerra y operador de cámara, y la labor de
investigación que sigue realizando hoy día.

Redacción: ¿Puedes contarnos tu experiencia en la guerra?

Juan Mariné: A mí me movilizaron en Barcelona. En un tren nos llevaron hasta
Tárrega, donde acababan de bombardear. Al bajar de un tren un tío me entregó un
fusil y me dijo “este será tu compañero de hoy en adelante y ojalá esteis mucho
tiempo juntos”. Estuvimos en dos o tres batallas, después estuve de fotógrafo
en la 2ª sección de Estado Mayor del 18 cuerpo de Ejército, es decir, de
fotógrafo con Líster. Hacía fotos en el frente de dónde querían poder nidos de
ametralladora, cañones, observatorios. Después pasé a Francia. Allí me requisaron
todo lo que tenía de laboratorio. Primer campo de concentración Saint-Cyprien,
y de allí no podía salir más que con destino a la Legión extranjera a
Indochina. Hablando mitad español, mitad francés pregunté “¿para hacer pipí?” Y
me dijeron “ahí detrás”. Salí, vi que no había nadie y marché dirección París.
A los dos días -yo iba vestido como cuando había salido de mi casa, no nos
habían dado ni ropa militar: alpargatas, pantalones de verano- me cogieron y me
llevaron a un campo correccional pegado al mar, Argelès-sur-mer. Con torre
ametralladora, radio faro… Aquello tenía un aspecto horrible. El primer día
de estar allí fusilaron a un vasco (se conoce que le habían encontrado algo) y
entonces me dije “me tengo que ir de aquí”. Nos daban de comer pan seco como a
las gallinas, lo tiraban a la arena y si lo querías lo mojabas en el mar y te
lo comías. Viendo esto preparé mi plan de huída: trasladé mi camastro a la
alambrada, y fui haciendo un túnel por debajo. A los cuatro días o así acabé de
hacer el túnel, salí al mar y me fui nadando. Cada vez que pasaba el radio faro
yo me paraba. Y así pude dar la vuelta al campo y llegar a Argelès. Había un
panadero haciendo pan, se asustó, me secó la ropa y me dio un pan de un kilo
(el mejor caviar que he comido en mi vida). Me presenté como prisionero y me
trajeron a España. Cruzamos el Cantábrico, el Atlántico vía Lisboa y llegamos a
Cádiz con unos temporales horribles. Subimos por el Guadalquivir y nos dejaron
en una azucarera en La Rinconada (Sevilla) dos meses, en plan campo de
concentración, saliendo camiones por la mañana a hacer carreteras, a limpiar
cloacas… No todo el mundo que se había ido por la mañana volvía. Pude
escribir a mi padre y gracias a que había sido árbitro y conocía a los
directivos del Fútbol Club Sevilla me enviaron a una base de instrucción a
Utrera. Entonces empecé a tener problemas de oídos y me desmayaba, de las
batallas que pasaban factura después del tiempo.

Después de una batalla que tuvimos durísima en el frente de Lérida, en
La Sentiu, quedamos muertos y heridos todos allí revueltos. Vivos debimos
quedar unos veinte. Este año he conocido al conductor que entró con un camión y
nos recogió. Después de esa batalla y la recogida se fue al frente, se dejó
coger como prisionero y se pasó la guerra en un campo de prisioneros. Dijo que
había sido incapaz de volver a un sitio donde hubiera habido batalla. Está en
Estella, un pueblo al norte de Figueres. Se llama Ramón.

R: ¿Eso cuándo fue?

J.M: El 26 de mayo de 1938. No se me olvidará el día. Y además nos salvamos
de milagro porque nos fallaron las ametralladoras, y entraron moros por los
lados de las trincheras, y un compañero dijo ¿y estas cajas podrían ser bombas
de mano? Se puso de pie en la trinchera y empezó a tirar bombas, y los demás
hicimos lo mismo y eso nos salvó. Esto lo he contado este año en el cine La
Arcadia de Barcelona, donde presenté al hijo de ese compañero, y dije que
gracias a su padre podíamos contarlo.

R: En Aurora de Esperanza tú eras el primer ayudante de cámara. ¿Nos
puedes contar tu experiencia?

J.M: Yo empecé a trabajar en los Estudios Orphea de casualidad, en 1934.
Estaba viendo como rodaban porque había ido a llevar unas maletas. Desde un
rincón, veía que el ayudante se olvidaba a veces de enchufar la cámara y cuando
vi que se iban a equivocar otra vez dije “tienen que enchufar esto” y me
miraron como si yo hubiera tenido la culpa. Entonces el operador Adrian Porchet
-el que rodaba con Durruti los aguiluchos de la FAI- me dijo que me quedara
allí a sujetar el cable y a estar pendiente. Terminamos la jornada sin más
averías y me dijo “vendrás mañana, claro” y
así seguí, haciendo películas.

La guerra estalló cuando estábamos rodando una película llamada La
canción de mi vida, de Vicente Simó y Nieves Aliaga. Me mandaron a una película
que se llamaba Molinos de Viento, que dirigía Rosario Pi. Estuve tres semanas o
así y me vino una orden del sindicato diciendo que me tenía que incorporar a
Aurora de esperanza. Una semana antes preparé todas las cámaras, cambién
ventanillas, presiones… para que estuviera perfecto, y comencé a rodar
Aurora… con Félix de Pomés; había sido jugador de fútbol y era campeón de
esgrima de España, era un tío famoso. Me decía en el rodaje “yo no entiendo
este país, porque para hacer padre desarrapado tienen que venir a buscar al
marqués de Pomés”. Era marqués. Antonio Sau era el director y te diré que
técnicamente la película es muy moderna. Lo único que quizá nos marca una época
son los decorados, que en aquel entonces se hacían muy grandes, un poco los vestidos.
Una de las secuencias más auténticas de la película era una manifestación por
la Diagonal de Barcelona, un sitio de viviendas fantásticas, con una pancarta
que decía algo como que queremos pan y tenemos hambre. Para esa manifestación
que se contrató mucha gente que iban vestidos de desarrapados; alguien avisó a
Jefatura diciendo que se estaba formando una manifestación tremenda, entonces empezaron a llegar guardias de asalto con los
camiones y a dar porrazos. Nosotros estábamos rodando dentro de la manifestación
hasta que de repente se toparon con la cámara. Después hubo conjeturas diciendo
que los de la película no habían pedido permiso para que fuera más veraz.

R: Y no lo habían pedido…

J.M: No, no. esta escena es de verdad. Hay dos planos que hubo que hacerlos
en el Pueblo Español de Barcelona para prolongar, pero todo lo demás es verdad,
los guardias pegando trastazos, los azules los llamámamos. Después de esta
película hicimos Frente de retaguardia, Paquete fotógrafo de guerra… También
muchos reportajes como el de reparto de comida en el Ritz a los más pobres de
Barcelona.

R: ¿Cuánto tiempo llevabas afiliado al sindicato cuando te llamaron?

J.M: Yo no estaba afiliado, a nosotros nos obligaban a pertenecer a la Unión
de Técnicos Cinematográficos. Cuando estalló la guerra por unanimidad acordamos
ingresar en la CNT. Y realmente te diré ha sido una de las épocas, a pesar de
lo mal que lo estábamos pasando, más felices. Humanamente no deseabas más que
tener compañeros. Como todos cobrábamos lo mismo no deseabas coger una plaza
que no fuese tuya, ni nadie venía a quitarte de donde estabas. Ahora eso no
ocurre. Entonces todo el mundo ayudaba, y gracias a esto pudimos rodar
muchísimas cosas porque todos facilitaban el desarrollo del trabajo. Aquella
época no volverá. ¡Ojalá vuelva! Tal como están las cosas… A mí me da
vergüenza cómo se utiliza políticamente la gestión que tenía que ser para el
bienestar de los demás, para uno mismo. Yo nunca he sido así.

R: ¿Alguna anécdota de tus películas?

J.M: El guión de El santuario no se rinde era de José Mª Amado,
sobrino del fundador de la Guardia Civil, el duque de Ahumada. Cuando Millán
Astray salió de la proyección dijo que tenían tanto corazón los que estaban
dentro como los que estaban fuera.

R: Y ahora estás en la ECAM (Escuela de Cinematografía y Audiovisual de la
Comunidad de Madrid).

J.M: Sí. He dado muchas clases, en España, México, Venezuela… He montado
sistemas de recuperación de películas. Ahora estamos terminando un sistema que
podría ser mágico, una digitalización a gran definición. Estamos trabajando en
ello día y noche y esperamos terminarlo dentro de poco. Para recuperar viejas
películas que debido al precio que está todo, los laboratorios, la película…
están ahí sin poderse recuperar. Lo difícil es montarlo, pero está todo montado
sobre bases muy baratas. El dinero que gané en mi vida lo he invertido en
sistemas cinematográficos, y los tengo allí en la Ecam puestos al servicio de
la industria y haciendo cosas interesantes. Gracias a este material he ido
estudiando los filtros que actúan sobre la velocidad de la luz. Eso es lo que
estamos haciendo ahora. Yo creo que el cine es una industria creada para que la
gente lo pase bien, y si puede ser encima que aprenda cosas.

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