COLUMNISTAS | ANTONIO PÉREZ
El mes pasado ocurrió en Texas un apocalíptico accidente en una fábrica de fertilizantes con un saldo de varias decenas de muertos. ¿Cuántas decenas? Nunca lo sabremos porque, simultáneamente, hubo un atentado contra el maratón de Boston que se comió mediáticamente la masacre de Texas.
Sin olvidar lo importante –el grueso escamoteo de una masacre mayor por otra menor-, los comentarios que surgieron tras la explosión de la fábrica merecen otros comentarios. ¿Qué se nos dijo?:
1) “El estallido no ha sido intencionado”. Cuando nos dicen que una calamidad ‘ha sido un accidente’, hemos de entender que, por acción o por omisión, el desastre ha sido intencionado por las autoridades. En esta ocasión, lo demuestra la nula atención que las autoridades prestaron a las denuncias que acumulaba la fábrica texana. Y, aunque no ha sido utilizada en este caso, añadiremos que una de las variaciones más socorridas de esta burda engañifa consiste es echar la culpa a la Naturaleza: “Fue una catástrofe natural”, lloran los cocodrilos.
2) “Ha sido como una bomba nuclear”. ¿Mayor o menor que las de Hiroshima y Nagasaki? Aquí las autoridades han exagerado groseramente, quizá para compensar otro de sus comentarios, el que viene a continuación.
3) “Como en Irak”. Aquí, las autoridades han minimizado la masacre. Comprendemos que un muerto en Gringolandia equivale a millones en cualquier otra parte del mundo pero, aun así, decenas y millones son cantidades incomparables.
Aún más importante es lo que nunca nos dijeron:
a) Los fertilizantes explotan. ¿Recuerdan a Homer Simpson abonando su sembradío con plutonio y consiguiendo un hiperadictivo tomaco (tomate+tabaco)? Pues aquello fue sólo un anuncio de lo que comemos: nitroglicecina y, de postre, plutocolate.
b) ¿Han detenido a los directivos de la empresa de fertilizantes?
c) ¡Qué suerte tiene el Poder! Gracias a los tres muertos por el atentado del maratón de Boston, Barack Obama ha podido desviar la atención mundial de Texas y su masacre fortuita. Una caza al hombre sospechoso que, como su mismo nombre indica, encubrió la violación masiva de los domicilios de un millón de bostonianos -la flor y nata de la intelectualidad gringa-, nos ha ocultado que los asesinados en Texas multiplican más que por diez a las víctimas en Boston.