Se acabó la fanfarria y de repente,
sostenido en el aire,
un redoble marcial con pantomimas
reorganiza el fervor entre las gradas.
Crece y crece el tambor sin memoria o mañana,
crece a jugos la sombra,
la entrega de los pulsos,
el fatal estandarte de la pista.
Bajo la luz del foco
el domador
ordena, disfruta, se atusa los bigotes.
Nunca sabrás,
oh, respetable,
oh, público sin tacha,
desde dónde te aprontan el instinto,
desde dónde consientes con el aro y la fusta.
Flexible y generoso,
amagas en tu asiento,
junto al manso león
de las garras tundidas,
el gran salto mortal entre las llamas.
Y se hincha la carpa hasta otra tarde
de vítores, delirios, reverencias.