Hoy en CNT todavía saboreamos la energía, el calor, el grito unánime de todas las personas que ayer inundaron las calles. El alma de mujer que se respiraba por todas partes. El rostro feminista, las miradas puestas en hacer camino.
Por segundo año consecutivo, las imágenes aéreas que mostraban las televisiones no daban buena cuenta del estruendo que llenaba el aire, ni la alegría desbordante que se contagiaba desde que uno subía al tren de cercanías o al metro, para intentar llegar a cualquiera de los puntos donde los distintos colectivos habían quedado para reunirse. Desde primera hora de la tarde, ya no cabía un alfiler en las calles, a pesar de que las convocatoria para la manifestación fueran horas después.
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