El pasado 22 de marzo se celebraron unas nuevas elecciones al parlamento andaluz, resultando en una victoria del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que revalida de esta forma su permanencia en el gobierno autonómico.
Las cifras de participación en las elecciones se situaron en torno a un 64% de la población censada, lo que supone que votaron aproximadamente 4 millones de andaluces. En la actualidad, Andalucía cuenta con una población de 8.400.000 personas.
Estos son los números gruesos de las pasadas elecciones, que ayudan a entender el tipo de representatividad que dicen tener los partidos políticos en esta sociedad. Ni siquiera vamos a entrar a valorar los votos obtenidos por cada uno de estos partidos, pero con esos números esclareceríamos más aún su representatividad real.
La nula representatividad, y por lo tanto legitimidad, que resulta de ese marco electoral no va a ocupar nuestras líneas; muchos otros ya se ocuparon de ello con una pluma, sin duda, mejor que la nuestra. En cambio, desde nuestra posición de trabajadores y trabajadoras, siendo nosotros las personas que sufrimos las decisiones de los gobernantes, sí queremos llamar la atención sobre el escenario corrupto que prepara el poder para desarrollar unas elecciones (y la irrupción de partidos como Podemos o Ciudadanos no es sino una muestra de ello)
El libre voto supone que cada cual puede elegir al partido político que desea para dirigir su vida y delegar en él sus decisiones. Sobre un abanico de propuestas liberales, socialdemócratas, fascistas o eurocomunistas, cada uno se supone libre de seleccionar la que mejor considere para confiar su vida.
La realidad sobre esa supuesta “libertad” es que no todas las opciones disponen de la misma visibilidad y, además, cada mensaje que transmiten pasa de antemano por el filtro de los medios de comunicación (y no vamos a detallar aquí en manos de quién están esos medios). El acontecimiento electoral es por tanto moldeado por el poder, creando así la telepolítica, como ya se bautizó hace años, o la política del trending topic. Partidos que suben en votos, situados por los poderosos en las portadas de la prensa, las aperturas de los telediarios o los corrillos de opinión. Partidos que bajan en votos, sin visibilidad pública, porque ya no sirven a sus intereses tan acertadamente como lo hacen otros nuevos. Y en esas se va creando el caldo de cultivo para la libertad de voto.
Aunque el marketing es esencial para una buena posición en la parrilla de salida, como bien lo saben partidos políticos como Ciudadanos o Podemos, es imposible que el mensaje cale sin la ayuda y la permisividad de los poderosos y sus medios de comunicación. Nos contestarán que las redes sociales han sido su herramienta primordial para trasladar el mensaje, y cierta parte de razón tienen, pero estas sólo son capaces de generar una inclinación hacia uno u otro sentido de forma bastante relativa y en un grupo bastante concreto de la sociedad. Muestra de la relativa importancia para generar opinión que tienen las redes sociales es que los grandes partidos, como el PP o el PSOE, han perdido hace mucho el espacio en internet y en las redes sociales y, aún así, siguen ganando las elecciones. En cambio, el espacio que los principales partidos tienen ganado desde hace mucho, sin ahondar ahora en la manera en la que se han apoderado de él, es el de los medios de comunicación.
Asi que, la irrupción de los nuevos partidos a los que hemos referido con anterioridad (socialdemócrata el uno y ultraliberal el otro) ha sido, simple y llanamente, gracias a los intereses del poder. No hay otra fórmula posible si participas en su circo.
El proceso electoral, en definitiva, termina siendo similar al del consumo: resulta en una elección que no es libre, sino fruto de un marco en el que ciertos partidos y ciertas opiniones son manejadas para que obtengan ventaja sobre otros.
Otro cristalino ejemplo de este marco corrupto es nuestra propia voz: la de los que somos contrarios a las elecciones y al parlamentarismo. Nuestro mensaje, radical, de transformación de la sociedad, de justicia, asamblearismo e igualdad, no tiene cabida ni en sus cabeceras ni en sus radiodifusores y, si alguna vez lo tiene, es siempre para ubicarlo en torno a parámetros como la violencia o la incorrección. No queremos participar de esa ciénaga llena de editoriales manipuladas con intereses empresariales, o redacciones “paralelas” de enchufados y enchufadas creadas para servir a tal o cual político, pero sirva el bloqueo de nuestras ideas como muestra de que los mensajes que no interesan al poder simplemente se ocultan.
Para abonar el terreno de una opinión controlada, hemos citado únicamente las tendencias que se generan por televisión, prensa o radio, pero nos quedan en el tintero otras igualmente importantes como las campañas publicitarias en las calles, el metro o nuestros propios buzones, cuyo dinero procede en su mayoría de subvenciones públicas o de donantes privados (empresas, grupos de presión, etc.)
Es este control de las masas, al que ya hemos dedicado varias charlas en nuestro sindicato, el que inhabilita las elecciones democráticas como escenarios de decisión y, menos aún, procesos de cambio donde revertir la situación que sufrimos los trabajadores y trabajadoras.
En definitiva, olvidemos lo de la “libre elección”, dejemos ya de considerar las elecciones democráticas como un marco de decisión y pasemos a considerarlas como lo que son: una herramienta para sostener al capitalismo.
#niUnVotoEnLasUrnas
#urnasVacías
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