El pasado 6 de junio fue asesinado en el centro de París el joven Clement Meric, militante francés de la izquierdista Union Sindical Solidaria («Solidaires»). El joven de 18 años se encontraba con un grupo de amigos cuando fue violentamente agredido con un puño americano por unos cabezas huecas de las JNR, provocando de inmediato su muerte cerebral. Se da la circunstancia en este asesinato fascista de que el principal agresor y sospechoso es un neonazi español de 20 años nacido en Cádiz y que en la actualidad trabaja como guardia de seguridad.
La muerte de Clement reproduce algunos parámetros que ya se dieron en el asesinato de Carlos Palomino, a manos de un soldado profesional, o de varios antifascistas rusos a cargo de paramilitares de aquel país, siendo los verdugos en todos estos casos los llamados «cuerpos de seguridad», ya sean privados o del Estado.
El asesinato de Clement en Francia no se circunscribe como un suceso aislado ni como una pelea juvenil sino que es el resultado de la escalada que la ultraderecha de aquel país viene registrando en los últimos años, después de que el anterior gobierno potenciara su tendencia anti-inmigración para conseguir réditos electorales y de la parsimonia y connivencia del actual gobierno con estos grupos que se multiplican ahora al calor de las exhibiciones homófobas.
En definitiva, este asesinato nazi vuelve a ser el desenlace previsible de lo que han provocado los gobernantes y muestra una vez más los lazos entre poder, violencia y fascismo, todo caras de la misma moneda: el capitalismo.
No hay nada nuevo hasta aquí, además, evidentemente, de la tristeza y rabia de un asesinato de estas caracaterísticas. Pero, y mientras, ¿qué sucede en España?
Pues en España el nazismo se desarrolla y coge fuerzas transformándose en una amalgama de asociaciones que, bajo su declaración de «apoliticismo», están consiguiendo invadir buena parte de los espacios sociales: cultura, deporte, etc. Partiendo de la imagen rancia de sus antecesores post-franquistas de los ’80 y de los métodos y tácticas de los nacionalsocialistas «autónomos» de los ’90, estos grupos han abierto una brecha por la que se están colando con suma facilidad. Escondiendo en su propaganda de «primer escalón» cualquier referencia o símbolo nazi-fascista, se están acercando a ámbitos contestatarios sin que estos detecten de forma clara el mensaje subyacente en torno a toda su retórica lingüística.
Desde este sendero de ambigüedad han conseguido incluso apoderarse de lemas y parafernalia otrora anticapitalista («disidencia», «no conformes», «alternativa rebelde»,…) de manera que consiguen enlazar no sólo con sus cachorros sino con cierta sociedad desencantada e indignada que acaba seducida por un discurso tibio, correcto, pero llamativo. En este recorrido del nacionalsocialismo español estamos viendo conciertos de cantautores, torneos de fútbol, jornadas «culturales» en espacios municipales, salidas moteras, lectura pública de libros o excursiones dominicales.
Así, aparecen como setas grupos organizados del estilo de «Respuesta Estudiantil», «Liga Joven», «Libertas», «Asociación Cultural Alfonso I», «Omnium Cultural», «Alternativa Europea» o «Nueva Época», que en muchas ocasiones disponen detrás de una infraestructura política (MSR, Democracia Nacional, etc.) y que perciben además apoyo y patrocinio de las instituciones para desarrollar sus actividades. Pero tras esta imagen pseudo-intelectual y cauta, se encuentra el mensaje nacionalsocialista de toda la vida, ni una coma más ni una coma menos: racismo, imperialismo, homofobia, violencia contra los anticapitalistas, misogínia,…
Los anarcosindicalistas nos enfrentamos a este problema desenmascarando a todos estos grupos, señalándoles y denunciando todas y cada una de sus actividades. Ante una implantación que se está tornando en escandalosa y ante la extraña e incómoda connivencia de algunos sectores que considerábamos contrarios al fascismo y las violencias, miramos de frente al problema. No debe haber ni un municipio, ni un hotel, ni una sala de conciertos o discoteca, que albergue un acto nazi sin nuestra alerta, nuestro rechazo y nuestro boicot.
Acabar con el capitalismo y su crueldad pasa por atacar todos sus tentáculos, todas sus formas y todas sus muestras, y en primera línea estamos los trabajadores y las trabajadoras.
SECCIÓN DE TELECOMUNICACIONES Y SERVICIOS INFORMÁTICOS DE LA CNT-AIT DE MADRID