Secretario General de la CNT | Ilustración de LaRara: «Presiones de Estado» | Extraído del cnt nº 421
Es de suponer que no se habrá olvidado, pese al paréntesis veraniego, que no hace muchas semanas que nos intentaban responsabilizar a los abstencionistas de la presencia, más o menos significativa, de la llamada ultraderecha en las Instituciones. Esa abstención que es ninguneada sin la más mínima muestra de titubeo a la hora de conformar un Parlamento, de repente, pasaba a ser el centro de atención de algunos progres cuyas aspiraciones al sillón del hemiciclo se convierten en finalidad vital. Y, claro, cuando la finalidad vital, la cómoda poltrona para que nos entendamos, se ve peligrar, el nerviosismo deteriora la visión hasta el punto de resultar más oportuno culpabilizar a quien no quiere participar en el Circo Electoral en lugar de señalar directamente a los iluminados que apoyan a ese tipo de formaciones políticas.
Pero, bueno, que nadie se lleve a engaño. Toda esta puesta en escena forma parte de la vidilla parlamentaria. Ya tuvieron sus Elecciones, disfrutaron de su participación, de su democracia, y, según reza el manual, el siguiente paso consiste, a la vista de que ninguno ha conseguido la ansiada mayoría absoluta, negociar la formación de un Gobierno.
No hay avances en los encuentros de los grupos políticos que pretenden poner en marcha un Gobierno. Que si te ofrezco esta competencia, que si quiero este ministerio, que si coalición, que si acuerdo programático, que si actitud inflexible, que si chantajes, que si oferta caducada, que si irresponsabilidad, que si deben rectificar… qué más da.
Sí o sí, el Gobierno se va a formar. Si no es ahora, será después. De no ser así, ¿para qué servirían los partidos políticos? Hay que darle movimiento al parlamentarismo para que el sindicalismo quede relegado no sea que el espacio entre la Patronal y la Clase Trabajadora quede vacío como un solar en el que puedan verse cara a cara.
La verdadera directora de la función, la Patronal, se encarga de recordar a los negociadores que el objetivo es la moderación y la estabilidad, características gracias a las cuales cualquier Gobierno se hace garante de la paz social para que la Clase Trabajadora se distraiga y deambule sin rumbo. Esa paz es un pilar básico para la creación de sujetos pasivos.
Y para que el vodevil se complete, aparecen dos convidados de piedra esenciales que atienden a las siglas de CCOO y UGT pidiendo que se configure un Gobierno de lo que llaman izquierdas para abordar una serie de puntos clave como la lucha contra la precariedad, los derechos laborales perdidos, el reparto de la riqueza… evidenciando ese papel segundón que les asignan en el sainete.
En el momento de redactar el presente texto los titulares de los medios de comunicación destacan que todo apunta a unas nuevas elecciones, salvo sorpresa de última hora, e incluso ya está fijado el 10 de noviembre para la cita con las urnas. Por si acaso, sería conveniente practicar alguna técnica de relajación con el fin de soportar la posible campaña electoral que pueda darse en las próximas semanas.
Sí o sí, el Gobierno se va a formar. Si no es ahora, será después. De no ser así, ¿para qué servirían los partidos políticos? Hay que darle movimiento al parlamentarismo para que el sindicalismo quede relegado no sea que el espacio entre la Patronal y la Clase Trabajadora quede vacío como un solar en el que puedan verse cara a cara. Qué mejor que situar en medio ese muro de contención edificado por los partidos y su actividad parlamentaria. Aceptar que ese muro es infranqueable significa asumir la derrota que lleva asociada la pérdida de la conciencia de Clase Trabajadora.
A pesar de todo, no parece que exista nerviosismo en la calle, en las fábricas, en los talleres, en los comercios y en el día a día por tener un Gobierno en funciones o, dicho de forma que nos vengamos arriba, sin Gobierno.¿Y si fuese el momento propicio para romper la baraja? ¿Y si fuese la oportunidad para forzar el reconocimiento del Sindicato como organismo apto y con personalidad suficiente capaz de aceptar o desechar leyes que se promulguen desde el Parlamento? Es más, ¿y si fuese el instante preciso para hacer que desaparezca al propio Parlamento? Es un objetivo más que interesante y tenerlo ayuda a seguir el camino que nos transforma en sujetos activos alejados del postureo. No quieras ser como decía la canción «Ética de porcelana / Conciencia de postal / Necesitas que te ordenen / Sin amo no sabes andar».