Si viniera,
si viniera un hombre,
si viniera un hombre al mundo, hoy, con
la barba de luz de
los patriarcas: debería,
si hablara de este
tiempo,
debería
sólo balbucir y balbucir,
siempre-, siempre-,
asíasí.
De Tubinga, enero, un poema de Paul Celan
hay algo dentro que no se acaba
es cierto, somos muchos y estamos solos, si nadie nos enseñó lo importante, cómo podremos entonces sobrellevar las interminables estepas, todas esas horas poniéndonos a prueba, donde no hay lugar ni una sola garantía, cómo acatar la norma establecida de días grises y existencias mediocres, leyes de mercado que no entiendo, si no hay techo para la prima de riesgo, si es constante la transitoriedad de los negocios, constante la erección de la cifra de desempleo, si vamos todos sin regazo en donde, sin mano en mano, si ya no queda nada bueno que esperar, si ya no hay nada en qué creer, cómo podremos cargar con un alma de ceño permanentemente fruncido si ya no sabemos creer, qué hacer con una vida que es fuerte, que se hace cada vez más y más fuerte en su duda
no hay silencio en mi corazón, brilla como una piedra preciosa, pero si nadie lo ve ¿brillará? si viniera un hombre al mundo a balbucir un lenguaje sagrado ¿nuestros ojos se darían la vuelta? tú quieres dedicar una vida a la certeza y yo me pregunto ¿es eso posible? ¿es que es tanto, es que es así, el miedo? sí, el miedo también dispone de mí, no creas que no te entiendo, que no tiemblo a la hora de tomar cualquier decisión, por pequeña que sea, pensando ¿acertaré? haciendo de los hechos mi medida, siendo irremediablemente estúpida, pero mira ¿es que no escuchas dentro?
regresa a mí la noche y es ahora el momento, escucha, apoya tu oído en mi pecho ¿puedes oírlo? ¿oyes cómo mi animal sigue en su puesto? ajustándome las cuentas
(del poemario inédito Como los gatos)