Si existiera un ladrillo
que carcomiera el muro
como una termita de normas
y convencionalismos,
podríamos acoplarnos a la hilera.
Pero sólo
acrecentamos
su estructura.
Así que debemos continuar
celebrando las ausencias,
construyendo vacíos,
tejiendo deserciones
hasta que quiebre su equilibrio.
Es en esos huecos
donde brota la utopía.