Sexualización en el trabajo y consecuencias en la salud

DOSIER: Autodefensa | Ilustración de Sergio Yébenes | Extraído del cnt nº 435

A día de hoy en nuestro país, un alto porcentaje de trabajadoras sufre problemas de salud mental relacionados directamente con su trabajo. Según la EPA (Encuesta de Población Activa), existe un 18,7% de mujeres que sentimos que estamos sometidas a grandes presiones durante nuestra jornada laboral, incluyendo además situaciones de amenazas y violencia en nuestros puestos de trabajo, así como trato difícil o intimidación por parte de clientes, alumnos, pacientes, etc.

Además de a los riesgos habituales, las trabajadoras estamos expuestas a diferentes riesgos psicosociales conectados a nuestros empleos por el hecho de ser mujeres. Para poder entender lo que supone esta situación para nosotras, vamos a poner en contexto lo que llamamos la «sexualización» de un puesto de trabajo y las diferentes formas que nos podemos encontrar. A las mujeres, además de hacernos pasar por situaciones precarias como a toda la clase trabajadora, en demasiadas ocasiones se nos obliga bajo amenaza de despido a aguantar que se nos trate como a un producto más que la empresa pone en venta, teniendo que ir vestidas de determinada manera, maquilladas, delgadas y perfectas a ojos de la patronal y de clientes.

Esta pesadilla para muchas mujeres empieza en las entrevistas de trabajo, donde tenemos que escuchar preguntas sobre nuestra vida privada, pareja, intenciones de ser madres, de casarnos, de tener familia, dando por hecho que de tenerla seríamos nosotras las encargadas de cuidar a todo nuestro entorno, negándonos así la oportunidad si quiera de acceder al puesto de trabajo si no escuchan que llegado el momento estaríamos dispuestas a dejarlo todo por la empresa.

En algunas entrevistas ni lo preguntan, porque tienen asumido que si nos quedamos embarazas o cambia nuestra situación de cualquier otro modo pueden despedirnos bajo cualquier excusa que se inventen y ante la que nos vemos casi siempre indefensas.

Si conseguimos un puesto de trabajo, y dejando a un margen la ya sabida brecha salarial y demás injusticias contra la que luchamos día a día, es muy posible que nos hayan contratado precisamente porque somos mujer, porque se piensan que al serlo vamos a tener más ventas que nuestro compañero, porque si vamos maquilladas, vestidas de manera sinuosa ante sus ojos somos un reclamo. Entonces si valemos para algunas empresas, porque según ellos les hacemos ganar más dinero por ser mujeres. Te proporcionan un uniforme que nunca le darían a un compañero, y te ponen deliberadamente en riesgo al exhibirte como un producto al que puedes acceder. Incluso en trabajos en los que directamente tratamos con los clientes se han dado casos en los que las empresas han cogido citas en las que hay un gran riesgo de sufrir una situación de acoso sexual, encontrándonos solas con nuestro agresor y teniendo que luchar por nosotras mismas con nuestras propias manos. Estas situaciones se dan más a menudo de lo que imaginamos, pero es muy raro que se denuncien, porque siempre vivimos bajo la sombra del miedo a perder un trabajo que ni siquiera merece ese nombre.

Es muy duro ver cómo una empresa puede destruir nuestra cordura y nuestra vida, llegando al punto en el que ya nada nos importa, y sólo quieres no tener que volver a luchar para que no te juzguen, no te acosen e incluso por que no te toquen o algo peor.

Habiendo definido esta situación tan extrema que vivimos las mujeres en nuestros puestos de trabajo, al que debemos acudir cada día sin saber qué nos vamos a encontrar, si ese día seremos agredidas o no, soportando las miradas desagradables de clientes que piensan que pueden hacer lo que quieran con nosotras, y porque la patronal confunde a las empleadas con esclavas en demasiadas ocasiones, podemos hacernos una idea de por qué existe este alto porcentaje de mujeres que sufrimos tal impacto en nuestra salud mental relacionado con nuestro entorno laboral.

Cuántas veces hemos escuchado relatos de compañeras e incluso hemos vivido en primera persona el no ver otra salida para poder escapar que no sea el suicidio, que cuando vamos camino del trabajo luchamos con todas sus fuerzas por no chocar contra lo primero que veamos para no tener que vernos sometidas a ciertos riesgos, algunos tan fuertes co-mo sufrir tocamientos y tener que escapar de tu agresor en tu puesto de trabajo, y que la empresa te diga que si nos vemos en esa situación seamos nosotras las que peleemos por impedirlo, pero ¿y si no podemos?. Incluso a veces preferimos destrozarnos las manos, una pierna o la cara para no tener que ser más un producto reclamo para las empresas, para no estar expuestas. Y sin llegar a tanto extremo, sabemos que muchas de nosotras necesitaremos terapia y medicación para poder soportar el día a día de este tipo de trabajo, y que incluso cuando estamos ya fuera de ellos no volvemos a ser las mismas, ya que creamos un estado de alerta constante en todas las facetas de nuestra vida y todo esto hace que sea más complicado adaptarnos a un nuevo empleo.

Es muy duro ver cómo una empresa puede destruir nuestra cordura y nuestra vida con estas acciones, llegando al punto en el que ya nada nos importa, y sólo quieres no tener que volver a luchar para que no te juzguen, no te acosen e incluso por que no te toquen o algo peor. Queremos dejar de sentirnos tan expuestas, de mirar hacia atrás cuando salimos del trabajo y un cliente te ha estado molestando. De apretar las llaves del coche con tanta fuera que casi de sangren las manos. Queremos sentirnos seguras, valoradas y mujeres libres.

Mirándolo desde la perspectiva del aspecto físico, también tiene una repercusión muy dura sobre nuestra salud mental al exigirnos siempre estar perfectas, no engordar, ser el canon que pide la patronal para que les hagas ganar dinero.

No podemos seguir tolerando estas acciones por parte de las empresas, y es imperativo empezar esta lucha cuanto antes, porque la vida de muchas compañeras y nuestra salud están en juego cada día, y no sabemos cuántas quedan marcadas de por vida. Por eso, ante cualquier alarma incluso en una entrevista de trabajo, búscanos, estamos contigo y acabaremos con esto juntas.

Piensa en estas palabras cuando veas a camareras, masajistas, azafatas, etc. Seguramente dentro de ellas haya una lucha de la que no tenías ni idea.

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