Algunos compañeros/as del Sindicato de Enseñanza e Intervención Social junto con otros compañeros/as de la CNT de Madrid, decidimos participar en este encuentro. Pero… ¿Por qué vamos a participar nosotros/as en este tipo de eventos?
El recuento de personas sin hogar tiene dos caras bien distintas. Por un lado está la finalidad oficial, la de hacer estadísticas, presentar unos datos, que los políticos se echen rosas, seguir pasando absolutamente de las necesidades básicas de las personas en riesgo de exclusión social y mantener sus privilegios a costa de los demás; y por el otro lado, muy distinto, la realidad laboral de los/as trabajadores/as que desempeñan su labor profesional con este tipo de personas y el reflejo de las necesidades de este colectivo en materia de exclusión y autonomía. Por eso mismo, decidimos asistir a este evento, por un lado para desenmascarar la hipocresía de las instituciones del estado, y por otro lado, para escuchar y analizar la situación de los que no tienen voz, que son, como siempre, los/as trabajadores/as y la gente condicionada a estar en situación de exclusión.
Dentro del acto además nos encontramos con la idealización romántica del vagabundo, y nos trasmitieron la forma de autoridad benéfica que nos confieren estas élites de despacho de Universidad y de Iglesia, para sentirnos superiores y hacer las cosas por pena, y así sentirnos mejor con nosotros/as mismos/as, y dormir pensando en la obra benéfica que hemos realizado esa noche. Se nos dijo que esta gente es invisible para el ojo de cualquiera. ¿No será a lo mejor que la gente está cegada de lucecitas y escaparates repletos de objetos llenos de egoísmo y arrogancia? Entonces se nos aclaró que “en el fondo, son personas”. Menos mal, nosotros ya pensábamos que íbamos a lidiar con orcos, trolls y urujais sedientos de sangre, y resulta que en el fondo son personas. Pues no solo en el fondo, son personas en la forma. Son personas en pensamientos, en acción y en integridad. Personas que merecen el mismo respeto y el mismo trato que cualquiera de nosotros/as. Pero claro, como lo va a entender esto el señor Pedro Cabrera, la señora Dolores Navarro o el rector de cualquier universidad que quiera gestionar los estudios en esta materia, desde sus lujosos edificios y sus cómodos despachos, élites de renombre del mundo académico y político, alejados totalmente de la realidad social, acostumbrados a precarizar, humillar y despedir a sus empleados/as o a los/as becarios/as, o sentir de cerca la realidad que sufren los/as trabajadores/as inmersos/as en el drama social al que nos han arrojado esta cuadrilla de inútiles. ¿Podemos saber qué trabajo realmente productivo y útil realizan estas personas?
Aquí es cuando nos centramos en los/as trabajadores/as del sector de la Intervención Social en materia de personas sin hogar. Personas que pueden estar todo el día en la calle, que sufren la precariedad laboral, las externalizaciones, el recorte de presupuestos y “derivaciones” de un servicio a otro, además de la política del Ayuntamiento de tramitar RMI a cascoporro para mantener la exclusión. ¿Se puede lograr potenciar la autonomía de una persona sin que haya trabajo y subvencionando el alcohol y las drogas? La dependencia de la limosna de la administración, sin recursos ni proyectos de inserción reales, solo crea dependientes de la misma. Los/as trabajadores/as muchas veces ven como los Servicios Sociales no realizan una labor de integración para las personas en riesgo de exclusión, sino que solo sirven para que unos/as cuantos/as sigan viviendo del cuento, enchufados, cobrando bien y escribiendo libros, como es el caso del señor Darío Pérez, jefe del departamento de Samur Social, Personas sin Hogar e Inserción Social del Ayuntamiento, mientras que las personas en exclusión se mantienen en un círculo vicioso del cual les es imposible escapar. De esta manera, ven que la labor que realizan solo vale para mantener un servicio del cual están viviendo unos pocos parásitos, en vez de crear programas y proyectos que potencien la autonomía de cualquier individuo que ha sido arrojado al vacío de la miseria y la exclusión.
«Pero el capitalismo no es capaz de poner en marcha los recursos sociales; no puede aprovechar más que una parte ínfima, la que para él es rentable, de las fuerzas de trabajo, de las innovaciones de los técnicos, de los descubrimientos de los sabios, de las fuerzas de la naturaleza. No responde a las exigencias de nuestra etapa de cultura, condena a la ruina fisiológica y moral a la gran mayoría de los hombres, es un obstáculo al progreso e incluso a la mera subsistencia. Por eso debe desaparecer.»