SINDICAL | Vitoria | Extraído del cnt nº 430
Adila sí limpia pescado, y lo vende. Las cajas con el tiempo han dejado huella: empezó teniendo pinchazos y dolores en la espalda y un día se quedó medio doblada. Fue a la mutua que le indicó el jefe y le hicieron alguna prueba para llegar al diagnóstico: lumbago. Lumbago como enfermedad común, porque dicen que antes de trabajar en la pescadería ya había tenido algún episodio similar.
Benicio trabaja con un camión recogiendo contenedores de vidrio para reciclar. El mecanismo de recogida se averió y Benicio al salir de la cabina para intentar arreglarlo se torció un pie. Al principio pensó que sería algo pasajero, un pequeño esguince que mejoraría en poco tiempo. Cuando llegó a la base el pie no mejoraba y se lo comentó al encargado: “tú sabrás, pero si vas a urgencias no digas que ha sido trabajando porque entonces no te atienden”. Benicio, que no se ha visto en otra, le hace caso al encargado, va a urgencias y cuando le preguntan qué le pasa les explica que se había torcido el pie en la escalera de su casa. No era un esguince, se había roto un hueso. Llama a la empresa y el mismo encargado de antes le dice que tiene que ir a la mutua tal. Se dirige a ella y al ver el informe de urgencias lo envían a su médico de familia para que le den la baja por enfermedad común. Antes de irse les explica tres veces la verdad de lo sucedido, pero los de la mutua no atienden a ninguna razón más que al informe de urgencias y no quieren saber nada. Son dos casos que han llegado al sindicato.
Las empresas hacen contratos cada vez más precarios a personas cada vez más frágiles.
Pero en los últimos tiempos ha habido más: una persona que durante ocho horas diarias hace el mismo movimiento con la mano hasta que se la fastidia, otra a la que le dan el alta estando a medio curar, o a la que no operan porque ya se curará con el tiempo y es mejor así…
El poder actual de las mutuas
Hubo un tiempo en el que el INSS decidía qué era un accidente o una enfermedad laboral. Fue antes de que las empresas sindicales -sí, esas que se dedican a contarnos lo mucho que defienden lo público firmaran una de tantas reformas que nos han frito. Ahora en la práctica son las mutuas las que tienen la sartén por el mango. La ley ha sido capaz de definir a las mutuas como asociaciones sin ánimo de lucro. Sólo eso sería ya suficiente para no creernos nada de lo que viene detrás (y delante). La realidad es que las mutuas son seguros montados por las mismas empresas. Es decir, son las empresas las que mandan en las mutuas, son suyas. A partir de ahí podemos entender mejor todo lo que pasa cuando un trabajador tiene un accidente o una enfermedad laboral. Las empresas tienen un único objetivo, el beneficio. Por lo tanto las mutuas directa o indirectamente tienen la función de beneficiar a las empresas que las han constituido y no a las personas que han tenido un problema de salud en el trabajo.
Se calcula que la mitad de las enfermedades laborales no están diagnosticadas como tal porque es muy difícil demostrar y relacionar la causa y el efecto. El porcentaje incluso sube cuando se trata de reconocer pequeños accidentes laborales. Los galenos de las mutuas son especialistas en encontrar siempre la forma para saltarse a la torera sus responsabilidades. Eso de que la salud y la vida del enfermo deben ser sus primeras preocupaciones no va con ellos. Y la conciencia y dignidad, ni te digo.
Lo que sí está demostrada es la relación que hay entre la precariedad y la baja salud. Las empresas hacen contratos cada vez más precarios a personas cada día más frágiles. Si caen accidentados o enfermos…no hay problema, la mutua entra en acción, ordeno y mando. Si se hiciera una lista de prioridades de planteamientos de luchas, acabar con el poder que tienen las mutuas debería estar muy arriba. Aunque se puede hacer poco si cada uno va por su lado. En este asunto también notamos que la injusticia está bien ensamblada y para hacer frente a las situaciones que genera sólo cabe juntarnos, organizarnos, afiliarnos a la CNT.