GLOBAL | Ilustración de Manolito Rastamán | Extraído del cnt nº 435
El devastador terremoto ocurrido durante la madrugada del pasado 6 de febrero, hizo que la tierra temblara en Turquía y Siria con una violencia apenas vista en el último siglo. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, el terremoto ha alcanzado una magnitud de 7,8 grados en la escala de Richter, reduciendo a escombros miles de edificios, arrasando ciudades enteras y con un saldo de casi 50.000 muertos. Esta catástrofe ha puesto bajo los focos la fragilidad del noroeste sirio, azotado por una guerra olvidada que va a cumplir doce años. El desastre ha abierto un nuevo capítulo negro en un escenario que, pese a la emergencia, sigue en los márgenes de la ayuda internacional.
En Siria, un país castigado por más de 12 años de guerra, el número de víctimas ronda las 5.750. El Ministerio de Sanidad ha informado de 2.300 muertos y más de 2.000 heridos; mientras que en la zona del noroeste, los muertos son 3.450, según informan los Cascos Blancos (la Defensa Civil Siria), con más de 7.000 heridos. La situación era muy difícil debido a la falta de equipos modernos para ayudar a rescatar a las víctimas y heridos. «Había un niño de pocos años bajo los escombros, los equipos de rescate no habían podido sacarlo durante horas. Fue el momento más difícil para mí en este desastre», dice Ahmad, un voluntario de defensa civil en el noroeste de Siria.
Antes del desastre, alrededor de 14,6 millones de sirios necesitaban ayuda, de acuerdo con las estadísticas de Naciones Unidas. Casi tres millones de desplazados viven en el noroeste del país, la zona más afectada por el terremoto. Además de la propagación de epidemias y enfermedades, en especial la clorosis, que desde hace tiempo azota la región, con 51.000 casos sospechosos de esta peligrosa enfermedad infecciosa.
A qué lugares está llegando la ayuda
Los países aliados del régimen sirio están mandando ayuda a los aeropuertos de Damasco y Alepo. La agencia oficial de noticias, Sana, anuncia que Irak ha mandado un convoy de ayuda a través de la frontera en el este, así como Emiratos Árabes Unidos, Libia, Túnez, Armenia y Pakistán.
En la región afectada en el noroeste de Siria no hay puertos y los aviones no pueden aterrizar, ya que los aeropuertos están fuera de servicio desde el estallido de la guerra. El único punto de entrada de la ayuda es el cruce fronterizo con Turquía, Bab Al Hawa, el resto de los cruces están cerrados. Turquía aceptó abrir otros cruces para la entrada de ayuda, según fuentes de la oposición. Un portavoz de la ONU afirmó que el flujo de ayuda desde Turquía al noroeste se interrumpió por los daños en carreteras y otros problemas logísticos.
Los Cascos Blancos, única organización que efectuaron operaciones de rescate en este territorio, trabajaron desde el primer momento y de forma ininterrumpida, y todos sus equipos están en alerta máxima. Han sacado cientos de cuerpos de debajo de los escombros. «No podíamos responder a todos, escuchamos las voces de los civiles, y no podíamos responder plenamente por la falta de equipo», dice Mounir Al-Mustafa, subdirector de los Cascos Blancos.
Las malas condiciones climáticas, las réplicas del terremoto y la falta de equipamiento se suman a la dificultad y complejidad de las operaciones de rescate. Hay más de 700 edificios parcial o totalmente destruidos. Decenas de miles de personas no tienen refugio y se encuentran en las calles con temperaturas bajo cero. «Muchos niños y mujeres se encontraban a la intemperie», comenta Al-Mustafa.
Las tragedias de los sirios en Turquía
Miles de sirios, que encontraron refugio en territorio turco tras huir de la guerra en busca de una vida mejor, encontraron la muerte como consecuencia del terremoto, como dijo el pasado 4 de marzo el Ministro del Interior turco, en un comunicado. El número de las víctimas sirias fallecidas en territorio turco alcanzaron las 4.267.
«Desde los primeros momentos del seísmo -explica la periodista siria Jihanen en la revista Baynana-, con toda la destrucción y muerte que hubo, y durante los siguientes días que estuvimos trabajando buscando los cuerpos de mis familiares bajo los escombros, yo me hacía la misma pregunta: ¿por qué la tierra nos mata? Somos los sirios que huíamos de la muerte que viene del cielo. Somos los que cruzamos las fronteras y atravesamos los bosques, huyendo hacia Turquía de la muerte que venía de los aviones del régimen sirio y de Rusia, huyendo de los barriles explosivos que nos tiran del cielo».
«Es difícil para los que sobrevivimos ahora encontrar un lugar donde vivir. Somos los que hemos sido llamados por muchos nombres, unas veces desplazados, otras veces refugiados, otras veces prófugos y fugitivos. Pero no puedo encontrar ningún nombre entre ellos que se adapte a mí. Elegí para mí un nombre que encuentro el mejor y más expresivo: sin hogar. Sí, sin hogar, ni familia, ni amigos, ni siquiera una tienda de campaña».
Es un extracto de uno de los veinte artículos que la revista Baynana preparaba para rescatar las historias de periodistas sirios/as y ayudarlos a nivel internacional a través de una campaña de recaudación de fondos que lanzó en su sitio web, pero no tuvo éxito. Actualmente, la revista atraviesa una crisis económica y no tiene la capacidad de financiar dichas piezas informativas. Esta campaña solo pudo financiar dos de ellas.
La voz de los propios sirios y sirias
Aunque hace 12 años Siria comenzó a ocupar portadas, el país se ha vuelto a convertir en un agujero negro informativo. Este problema se agrava debido al devastador terremoto del 6 de febrero. Baynana, primera revista digital fundada en España por periodistas refugiados/as sirios, lanzaba el proyecto de mecenazgo ‘Apoya las voces de Siria: las consecuencias del terremoto a través de sus periodistas’, donde serían periodistas sirios/as quienes trasladaran desde el terreno la información sobre las consecuencias del terremoto, sin intermediarios.
Durante los últimos doce años, la cobertura en torno a Siria ha ido perdiendo espacio en los medios de comunicación convencionales. A medida que se alargaba el conflicto y su realidad se volvía compleja, los sirios perdían interés informativo. Con el terremoto ha pasado lo mismo. Echamos en falta una perspectiva desde dentro. Queremos apoyar a periodistas locales porque conocen el contexto histórico-cultural, el idioma, las dinámicas internas del país y cuentan con mecanismos propios para contrastar la información.
Somos los que hemos sido llamados por muchos nombres, unas veces desplazados, otras veces refugiados, otras veces prófugos y fugitivos. Pero no puedo encontrar ningún nombre entre ellos que se adapte a mí. Elegí para mí un nombre que encuentro el mejor y más expresivo: sin hogar. Sí, sin hogar, ni familia, ni amigos, ni siquiera una tienda de campaña
Agotados por años de conflicto y pobreza, los sirios están en peor situación que en cualquier otro momento desde que comenzó el conflicto en 2011. El 90% de la población vive ahora por debajo del umbral de la pobreza, frente al 80% hace un año, con dos millones de personas que viven en la pobreza extrema, según datos de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Con tu ayuda, el trabajo remunerado de periodistas locales contribuirá a la actividad socioeconómica de la zona del país más devastada por el terremoto.
Críticas a la respuesta de las Naciones Unidas
Unos activistas colocaron el sábado la bandera de las Naciones Unidas boca abajo sobre los edificios destruidos por el terremoto en el noroeste de Siria, denunciando el abandono de quienes han quedado atrapados bajo los escombros sin recibir asistencia. El director de Los Cascos Blancos, Raed ِAl Saleh, ha criticado a Naciones Unidas por el retraso en la llegada de la ayuda a esta región y ha pedido abrir una investigación para conocer los motivos de este fracaso por parte de la comunidad internacional . Al Saleh: «Estábamos corriendo a contrarreloj para rescatar a los atrapados bajo los escombros, pero la falta de equipo fue una de las principales razones por las que no pudimos rescatar a muchos».
El Secretario General Adjunto de las Naciones Unidas y Coordinador del Socorro de Emergencia, Martin Griffiths, ha admitido que las Naciones Unidas han fallado a los sirios en el noroeste de Siria: «Le hemos fallado a la gente del noroeste de Siria, tienen razón en sentirse abandonados», ha indicado que su deber y obligación es corregir este fallo lo antes posible, «este es mi enfoque ahora».
Una reconstrucción difícil de afrontar, ya que Siria se enfrenta a una crisis económica como resultado de la guerra que se libra en el país desde hace 12 años, tal y como afirma el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas: «El hambre y la desnutrición en Siria están aumentando considerablemente, y alrededor del 55% de los la población siria sufre de inseguridad alimentaria y unos tres millones más están en riesgo». El futuro de Siria cada vez es más desolador y lúgubre.