Si tuviéramos que pedir
un minuto de silencio
por los muertos y desaparecidos
caídos luchando por un mundo mejor
en las montañas en las selvas
en las ciudades en las huelgas
en las manifestaciones y en las cárceles
no nos alcanzarían las horas
los días las semanas y los meses
del cristiano calendario gregoriano
viviríamos callados para siempre
es necesario recordarlos cada minuto
nombrándolos en nuestras conversaciones
como si nuestras palabras se derramaran
como todas las sangres de los caídos
buscando los ríos de la memoria
para que nadie los olvide.
Como un salmo contra la ingratitud
debemos nombrar a Zárate Wilka
al mojeño Pedro Ignacio Muiba
a Apiaguaiqui Tumpa a Herminio Vilca,
a Tamara Bunker la universal Tania
nombre con el que muchas madres
bautizan a sus hijas esperando
que sean fuertes como ella
a Mónica Ertl la gringa imilla
a Néstor Paz que murió en Teoponte
confiando en que su sacrificio
estuviera cargado de contenido
y a Benjo Cruz que cantaba por nosotros
a los hermanos Quiroga Bonadona
a los hermanos Inti y Coco Peredo
a la rubia Jenny Koller y al cura Mauricio Lefevre
a José Carlos Trujillo cuya madre murió sin encontrarlo
a Carlos Flores a Félix y Alcides Sandoval Morón
a José Luis y Rainer Ibsen (padre e hijo)
a Marcelo Quiroga Santa Cruz
que desapareció habitado por los sueños de su pueblo
a Elías Raphael el poeta de la universidad
sin cuyos versos nos sentimos solos
al jesuita periodista y cineasta Luis Espinal
que estoy seguro perdonó a sus asesinos
todos estos nombres queridos
y otros muchos más muchos más
cuyos huesos son nuestros huesos
murieron en épocas en las que
“no había tiempo para las palabras”
como lo dijo uno de los combatientes
y ahora desde la noche innominada
nos dicen PRESENTE.
Hoy que tenemos tiempo para las palabras
porque estos hacedores solidarios de la historia
nos legaron su ejemplo y sus muertes compartidas
les debemos por lo menos recordarlos.
Homero Carvalho Oliva