NOSOTRAS | GRUPO FEMINISMOS REG. NORTE | Ilustración de LaRaRa | Extraído del cnt nº 432
Son notables los obstáculos y diferencias que enfrentan las mujeres en su acceso a los servicios sociosanitarios por una cuestión de género. La falta de perspectiva de género en la atención sanitaria, y las dificultades para el acceso a productos básicos para la gestión de la menstruación, perjudica gravemente la salud de las mujeres, especialmente a las mujeres con menos recursos económicos.
El hecho de ser mujer exacerba las inequidades derivadas de situaciones de pobreza. Los porcentajes de mujeres con falta de atención sanitaria por causas económicas son más altos que los de los hombres para todas las diferentes tipologías: atención médica, dental, salud mental y acceso a medicamentos. Por ejemplo, a la mitad de las mujeres en situación de pobreza no se le ha practicado nunca una mamografía, sin olvidar la pobreza menstrual.
La menstruación está directamente relacionada con la salud sexual y reproductiva de las mujeres y niñas. Por eso, no poder vivirla con dignidad es una violación de sus derechos.
¿Qué es la pobreza menstrual?
La pobreza menstrual tiene que ver con la falta de acceso a productos esenciales de higiene menstrual, así como a instalaciones higiénicas, gestión de residuos o una combinación de estos; significa no tener acceso a productos de higiene menstrual, pero también no tener agua potable, jabón y otros recursos esenciales para la higiene y salud íntima, y afecta a un número estimado de 500 millones de mujeres en todo el mundo. También incluye la falta de educación sobre salud sexual y reproductiva.
La menstruación está directamente relacionada con la salud sexual y reproductiva de las mujeres y niñas. Por eso, no poder vivirla con dignidad es una violación de sus derechos, recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El tema de la menstruación y su repercusión social puede analizarse desde múltiples perspectivas y enfoques; su análisis puede abarcar desde lo estrictamente biológico hasta lo político, pero la pobreza es un tema político; y la pobreza menstrual es un problema global, pero quienes gobiernan y han gobernado el mundo, son hombres, así que no ha tenido cabida tratar la pobreza menstrual como un problema social, exponente máximo del androcentrismo imperante a nivel global.
Hay quienes piensan que solo las mujeres, niñas y adolescentes de países y territorios en guerra, con problemas políticos o limitaciones financieras son víctimas de la pobreza menstrual, pero esto no es más que un mito. Lo cierto es que, millones de mujeres que viven en “países ricos” como Estados Unidos y el Reino Unido, sufren pobreza menstrual. y el estado español no es una excepción.
Se calcula que dos de cada 10 mujeres en el estado español, sufren pobreza menstrual, lo que significa tener que elegir entre comprar comida o productos de higiene femenina. En España hay miles de mujeres que no pueden costearse los productos de higiene íntima y tienen que recurrir a calcetines, toallas, trozos de cartón, pañales recortados o papel higiénico cuando tienen la regla,Implica también usar las compresas o tampones mucho más tiempo del recomendado, cualquier cosa que empape la sangre e impida que la gente se dé cuenta de la situación.
Porque la menstruación sigue siendo un tema tabú y el no tener productos de higiene tiene un Impacto negativo en la salud física y mental. Provoca en las afectadas baja autoestima, desconocimiento del propio cuerpo, vergüenza, humillación, estrés, ansiedad e, incluso, depresión. Asimismo, consecuencias fisicas, causa infecciones urinarias, vaginales, de útero o trompas, problemas hormonales, dificultad para quedarse embarazadas o relaciones sexuales dolorosas entre otras. Además de las consecuencias sociales, como la desigualdad de género, la estigmatización o el absentismo escolar en niñas y adolescentes. Es la pobreza menstrual una carencia derivada de la pobreza económica, que tiene rostro de mujer.
Se calcula que dos de cada 10 mujeres en el estado español, sufren pobreza menstrual, lo que significa tener que elegir entre comprar comida o productos de higiene femenina.
La realidad de la menstruación, una “cuestión privada” de las mujeres, que ha estado invisibilizada y estigmatizada, una realidad que atraviesa diferentes factores sociales y los cuales no se han tenido en cuenta, aspectos económicos, culturales, ambientales y psicoemocionales. La cuestión que subyace a este histórico mirar para otro lado es que la regla sólo afecta a las mujeres, fiel reflejo de la realidad social y de las desigualdades de género estructurales que vivimos las mujeres; consecuencia del sistema patriarcal, capitalista y machista en el que vivimos.
Reclamamos la eliminación de los sobrecostes de los productos de higiene menstrual y exigimos la eliminación del IVA; es absurdo pagar un 10% de IVA por las compresas, mientras la viagra sólo está gravada con un 4%, y es considerado un artículo de primera necesidad, ejemplo claro de la visión androcéntrica que domina nuestra sociedad y que no tiene en cuentas las necesidades más básicas de más de la mitad de la población. Exigimos la garantía de acceso a los productos de higiene menstrual necesarios, así como el acceso a la educación sexual y reproductiva con perspectiva de género para todas las mujeres, independientemente de su contexto social y económico.
Elementos esenciales para garantizar la gestión de la menstruación en condiciones dignas y que no supongan un riesgo para la salud de miles de mujeres.
Apostamos por eliminar los tabúes en torno a la menstruación y visibilizar el sangrado como un hecho fisiológico natural, además de dar a conocer las las enfermedades relacionadas con la menstruación y silenciadas como la endometriosis. No olvidamos también, el derecho de las mujeres a requerir y acceder a la atención de la interrupción del embarazo en los servicios del sistema de salud a los fines de ejercer su derecho al aborto legal, seguro y gratuito.
También se añade que el sesgo de género atraviesa y afecta a la asistencia sanitaria y se aprecia, entre otras, en el paternalismo ginecológico, en la gestión de los partos por cesárea (superior al límite del 15% OMS) y la violencia obstétrica, además de diferencias en la demora y espera de la asistencia sanitaria y diferente prescripción y consumo de fármacos.
La cuestión que subyace a este histórico mirar para otro lado es que la regla sólo afecta a las mujeres, fiel reflejo de la realidad social y de las desigualdades de género estructurales que vivimos las mujeres.
En relación a los asuntos que solo nos afectan a nosotras y a nuestros cuerpos, como pueden ser la menstruación, el embarazo, la lactancia y la menopausia, el patriarcado despliega conceptos estereotipados que restan importancia al alcance de los mismos en tanto que procesos biológicos, o amplían su impacto tergiversándolos y convirtiéndolos en justificación y legitimación de múltiples discriminaciones con costes no solo económicos para nosotras sino para lo que concierne a nuestra salud. Se ha construido todo un imaginario androcéntrico que no solo alimenta sino que a su vez produce precariedad laboral, discriminación salarial, y sectorialización.
Las mujeres exigimos una sanidad de calidad, integral, universal, y con perspectiva de género, que esté dotada de todos los recursos necesarios y que esté al alcance de todas, una sanidad adaptada a todas las necesidades y accesible a todas las mujeres, que garantice nuestro derecho a la salud.
La pertenencia de clase impregna nuestra condición de género agravando el estado de nuestra salud y traduciéndose en desequilibrios de poder por partida triple: frente a otras mujeres cuya subsistencia no depende del trabajo y que cuentan con mejor y mayor acceso al cuidado de la salud; frente a los hombres; y, frente a la patronal y a toda organización estatal, que actúan en connivencia ignorando nuestros derechos.
Clase y género se articulan en favor del reduccionismo psicológico y del reduccionismo reproductivo que no hemos elegido, que se nos impone, que nos maltrata y que propicia grandes beneficios al capital y a quienes los acumulan.
Esta necesaria e impostergable lucha contra la feminización de la pobreza, la precariedad de la salud y la pobreza de tiempo que padecemos las mujeres en detrimento de nuestro bienestar y de nuestras vidas solo puede darse a través de la organización sindical combativa, que tiene que hacer frente a las desigualdades de género y clase, que nos condenan a perder nuestra salud y nuestro derecho a una vida digna.
Es una cuestión de salud universal, de justicia social y de responsabilidad social. Desde CNT reivindicamos el derecho a la salud de todas las mujeres. Es un trabajo colectivo, que exige acabar con el modelo de sociedad capitalista, androcéntrico y patriarcal.