El pasado 13 de octubre se celebró en Barcelona la conferencia debate titulada «Parecon: la vida después del capitalismo», a la que asistió como ponente Michael Albert. Tuvimos la oportunidad de poder hacerle una entrevista via mail previa a su llegada de la cual, por razones de espacio, sólo hemos publicado en la sección de economía del Periódico CNT una selección de todas las preguntas. En las siguientes líneas se puede leer la versión íntegra de la entrevista.
Preguntas: Redacción de Economía. Traducción: Victor Méndez y Jon Las Heras. Para contactar con la sección: economia@periodico.cnt.es
En la historia existen pocos autores anarquistas que se hayan dedicado a analizar los aspectos económicos de la sociedad. ¿Cuáles crees que han sido las aportaciones más relevantes de los anarquistas al pensamiento económico?
Creo que la principal contribución de los anarquistas a la economía, es su deseo de reducir la jerarquía al mínimo y en su lugar, aumentar la participación consciente y la autogestión. Estos objetivos deberían guiar cualquier pensamiento razonable sobre la economía, o sobre cualquier otro fenómeno social.
Otra contribución anarquista ha sido su atención al papel de la división entre clases no derivada de la propiedad. Bakunin y otros fueron fundamentales, creo, para ayudar a comprender que una división del trabajo que otorga a una minoría un monopolio laboral transmisor de influencia, habilidades sociales, iniciativa y confianza, en tanto que la mayoría solo realiza un trabajo sin alicientes que requiere mayormente obediencia a la vez que la disminución de las habilidades sociales y la confianza en uno mismo, hace que el primer grupo, que llamo la clase coordinadora, domine al segundo, la clase trabajadora. Para entender los intereses de clase como una fuerza motriz en el cambio económico se requiere que uno destaque no solo dos clases – capitalista y trabajadora – sino tres, capitalista, trabajadora, y, entre ellas, la clase coordinadora, no menos porque los coordinadores pueden convertirse en la clase dominante en lo que ha sido llamado socialismo de mercado o de planificación central, pero que debería haber sido llamado coordinarismo.
Finalmente, creo que el trabajo de Kropotkin sobre el apoyo mutuo y también con respecto a las virtudes intrínsecas del trabajo, puede ayudarnos a comprender cómo los mercados atacan a lo social así como el mecanismo de distribución alternativo necesario para fomentar, en su lugar, el apoyo mutuo. Es asimismo útil para entender el impacto de las divisiones del trabajo contemporáneo y esclarecer qué se requerirá para tener relaciones económicas equitativas e incentivos económicos razonables.
Desde tu punto de vista, ¿cómo crees que se conecta la teoría económica y el análisis de economía aplicada del capitalismo, con las propuestas anarquistas en economía de una sociedad diferente? ¿Crees que existen conexiones entre la economía política radical (Radical Political Economics) como análisis del capitalismo y el Estado, y un enfoque anarquista de economía participativa como propuesta de sociedad futura? Si es así, ¿cuáles?
Si por “economía aplicada” se refiere a la teoría económica convencional, como sospecho y asumiré, creo que la conexión es muy pequeña. La teoría convencional presta poca atención a las clases por sí mismas y a lo que llamo la clase coordinadora, además de ignorar las propuestas anarquistas o casi ninguna a cualquier otra aspiración de una nueva sociedad. Al contrario, la teoría económica convencional existe mayormente para decir cosas razonablemente inteligentes acerca del fenómeno económico, pero sólo dentro de la restricción paralizante de que lo que se diga justifique la inevitabilidad y la permanencia de estructuras tales como los mercados, la división del trabajo, la propiedad privada, y la toma de decisiones fuertemente jerarquizada. Esto no tiene nada que ver con las aspiraciones anarquistas, a no ser que sea como negación.
Sin embargo, debería decir que hay ciertos puntos de vista, incluso dentro de las restricciones reaccionarias y paralizantes de los profesionales al uso, a las que los anarquistas deberían prestar atención, por ejemplo las relacionadas con cuestiones tales como la interconectividad de todas las opciones económicas y la realidad asociada a lo que se denominan costes de oportunidad, lo cual es que cuando x se realiza, tienen que dejar de hacerse otras cosas que podrían haber sido realizadas con los mismos recursos y trabajo. El coste de hacer x es no hacer y. Este punto de vista es una comprobación útil en el pensamiento utópico de algunos segmentos de la izquierda que asume que la gente pude simplemente hacer cualquier cosa que quieran sin ningún coste.
Pero, dicho esto, la mayor parte de la economía no sólo es reaccionaria, sino que además es un sinsentido, como por ejemplo en las nociones generalizadas sobre los incentivos, el impacto de los mercados, lo que constituye la eficiencia, etc.
La economía política radical es otro asunto. Sospecho que varía a lo largo del planeta, pero en mi propio país, EEUU, existe actualmente una asociación de economistas políticos radicales (Union for Radical Political Economics -URPE-). La URPE ha sido principalmente marxista, aunque no por completo, y ha tenido muchas ideas dignas e importantes, pero también ha sido obstaculizada, desde mi punto de vista, por no observar la tercera clase mencionada antes. La mayor atención de la economía política radical recae en la cuestión del poder y las humillaciones diarias de clase, muchos de los males del mercado y otras cuestiones que son relevantes; sin embargo, para cualquier intento en la consecución de una economía y una sociedad anarquista, será necesario incluir la economía participativa y una sociedad participativa. Igualmente debería hacer notar que la falta de atención de la economía radical a la existencia de tres clases podría ser atenuada o incluso desaparecer, con la esperanza de mantener una relación mucho más estrecha entre la economía radical y el anarquismo, incluyendo, en particular, las economías participativas.
¿Con qué propuestas economicas y sociales crees que se puede afrontar la actual crisis económica para que no sean los trabajadores y trabajadoras los que sufran las consecuencias de la crisis? ¿Existen propuestas factibles a corto plazo que no sea la inversión pública como forma de atenuar el paro masivo?
Primero, sería un descuido por mi parte si no dijera al menos unas pocas palabras acerca de este concepto, crisis. ¿Cómo se define una crisis? Antes de la crisis que estamos pacediendo, decenas de millones de personas murieron cada año de enfermedades evitables y hambre. Muchas más fueron bombardeadas en el olvido para defender las circunstancias generadoras de toda esta enfermedad y hambre. A miles de millones de personas se les negó un trabajo y fueron sumidos en una indigna subordinación. ¿Por que todo esto no es una crisis?
Entonces algo pasó, estallaron algunas burbujas, y de repente hubo una crisis. Se podría pensar que fue porque lo que ocurrió puso las cosas peor para la mayoría de la gente. Pero no, ésta no fue la razón. La razón de la crisis proclamada en los medios de comunicación fue porque lo que sucedió afectaba o amenazaba afectar no sólo a los pobres y débiles, no sólo a aquellos mencionados antes, los de abajo, sino también a los de arriba. Lo que la convirtió en una crisis fue una situación que hiere a las elites, y particularmente una situación que podría conducir a una disidencia masiva, lo que a su vez causa pérdidas mayores a las elites.
¿Cómo reacciona entonces la elite, aparte de llamando crisis a nuestra situación actual mientras califica de normalidad las decenas de millones de muertos anuales y los miles de millones de vidas severamente? Tratan de eliminar o dar fin a la crisis, pero de tal manera que provoca que haya, una vez la crisis está terminada, incluso más poder y traspaso de riqueza a aquellos de arriba en detrimento de los de abajo.
Por lo tanto, en este contexto, ¿qué pueden hacer los trabajadores? Digamos que podemos disentir, rebelarnos, y resistir, y es obviamente verdad, pero ¿con qué finalidad? Digamos que podemos hacerlo con el propósito de crear una nueva sociedad y es de nuevo obviamente verdad, pero conseguirlo llevará su tiempo, ¿qué puede aliviar el dolor ahora? Y más allá de esto ¿qué puede aliviar el dolor ahora y también movernos hacia mayores beneficios y eventualmente hacia una nueva economía y una nueva sociedad?
Veamos algunos puntos de vista generales para algunas políticas factibles: hacer pagar al rico, no al pobre; y hacer que el pobre llegue más lejos con mejor organización y más fuerte, y al rico lo contrario, si es posible.
Una forma de realizar una actividad digna es, entonces, la práctica diaria de apoyo mutuo militante y sincero. Esto podría incluir comunidades protegiéndose contra los desahucios, comunidades protegiéndose contra vertidos de basura, movimientos protegiéndose contra la especulación, sindicatos luchando contra los despidos o los recortes de salario, etc
Una segunda forma de actividad digna son las protestas para lograr cambios como el incremento de los salarios mínimos, fijar un tope en los ingresos más altos, impuestos más progresivos que distribuyan la riqueza, y la redistribución del gasto nacional desde partidas que son destructivas u orientadas al control hacia partidas que sirvan a las necesidades reales de las comunidades de trabajadores.
Pero consideremos ahora el desempleo, ya que es el corazón de la crisis actual. ¿Hay algo que la gente trabajadora pudiera buscar para mitigar el desempleo masivo aparte del gasto público? Si, ciertamente hay algo más.
Consideremos un lugar de trabajo concreto con un millar de empleados. Supongamos que van a despedir a 250 personas, o un 25%, lo cual es, creo, un porcentaje típico actualmente para muchos lugares en España y en el medio oeste de los EEUU. Supongamos también que la disminución de la demanda de producción de la fábrica es la razón real para la próxima decisión del despido de 250 trabajadores.
¿Qué se puede hacer? Bueno, si queremos manejar la situación al tiempo que mantener o incrementar los beneficios actuales y a lo largo del tiempo, bien, entonces deberíamos despedir a los 250 trabajadores. Esto debilitará a todos los trabajadores por medio del incremento del desempleo y el miedo, y al menos mantendrá la tasa de beneficio, como también se pueden tratar de reducir los salarios, y entonces, cuando el empleo vuelva a subir, el coste salarial será menor. Por lo tanto, ésta es la manera en la que los propietarios afrontan la difícil situación de disminución de la demanda, protegiendo sus propios intereses. Pero, ¿qué pasa si en lugar de ello queremos evitar que la situación empeore o incluso que mejore?
La respuesta podría entonces ser formulada de otra manera. En lugar de despedir a 250 personas, mantener todos los empleos. Debido a las necesidades de reducción de la producción, reducimos la duración del trabajo cada semana en un 25%. Todo el mundo continúa teniendo un trabajo, pero trabaja unas cuantas horas menos. Pero no nos paremos ahí. La culpa de la interrupción de la economía recae en los ricos. Y lo que es más relevante, durante mucho tiempo han tenido unos ingresos infinitamente más altos de lo que merecen, así que, de acuerdo, mantengamos los salarios de los trabajadores como estaban. Así, si antes trabajaba cuarenta horas y ganaba x, ahora trabajo treinta horas, pero continúo llevando a casa mi salario x. Mi salario por hora sube. Mi caída en horas trabajadas es un beneficio, no un desastre.
¿Quién sufre la pérdida de ingresos sin una reducción en los salarios? Los propietarios. De hecho pierden dramáticamente comparado con la situación anterior. Hay que hacer notar que los trabajadores ganan no sólo en salario por hora, sino también en ocio, lo cual no es un beneficio pequeño, dado que permite tiempo para organizarse y conseguir aún más triunfos.
Por lo tanto, dirigimos el desempleo en una manera que beneficia a los trabajadores, no sólo en una planta, sino a lo largo de toda la economía, a expensas de los propietarios y también allana el camino a mayores beneficios. ¿Pero qué ocurre si los propietarios literalmente no pueden permitirse el gigantesco éxito que es un crecimiento salarial mucho mayor?
Bien, algunos que no son propietarios también ganan actualmente más de lo que les correspondería. Me refiero a los coordinadores incluyendo los niveles altos de los abogados, doctores, gerentes, gestores financieros, etc. Por lo tanto, refinemos nuestra demanda de nuevo. Quienes ganan menos de alguna cantidad anual -digamos menos de 80.000 dólares- continúan ganando lo mismo que antes mientras que trabajan el 25% menos de horas. Para aquéllos que estaban ganando más que la cantidad de corte, se les recortará el salario un 25% trabajando un 25% menos de horas. De esta forma no sólo los propietarios pagan por la crisis económica, sino también aquéllos que llamamos clase coordiandora, consiguiendo de nuevo mayor equidad y justicia.
Si, por cierto, esta solución fuera adoptada en todo el país, por supuesto podrías asegurar con mucho acierto que los gobernantes descubrirían rápidamente la estupidez de la política de recortes de presupuestos y recurrirían a nuevos impuestos y gastos sociales, renunciando a recortes que sólo tratan de arreglar la economía a un menor coste para las elites.
¿Qué tipo de propuestas contra la crisis económica crees necesarias que se articulen desde un enfoque anarquista?
El fin de los despidos, la reducción de la jornada semanal y las políticas de redistribución de los ingresos son buenos ejemplos, creo. Es digna cualquier propuesta que ponga mayores restricciones a los más ricos y que cree nuevas condiciones sociales que aumenten la organización, la conciencia, y las opciones de las personas trabajadoras de tal forma que se encuentren en condiciones de continuar buscando aún mayores ganancias. Esto también incluiría el recorte de los presupuestos militares y utilizar las ganancias para reconstruir infraestructuras, crear mejores escuelas, vivienda, asistencia sanitaria, etc.
¿Qué oportunidades se pueden dar en el contexto actual para construir una economía anarquista?
La crisis por sí misma no va a empujar automáticamente hacia el anarquismo o cualquier otra solución de progreso. Cuando las cosas empeoran entonces lo normal es querer retornar a las condiciones pasadas –un deseo muy natural, de hecho–, no afrontar condiciones revolucionarias, mucho menos objetivos anarquistas.
Aún peor, los ricos y los poderosos quieren no sólo volver atrás a las condiciones anteriores a la crisis, sino mejorar su situación respecto a entonces. Los pobres y débiles también deberían querer evitar los nuevos perjuicios, pero a través de nuevas relaciones que les permitan vivir mejor y alcanzar una posición mejor para continuar avanzando.
Por lo tanto la relación entre la situación de normalidad (que es la crisis perpetua) o la de ruptura caótica (que es la crisis actual) y la construcción de una economía anarquista no está escrita en ninguna ley social o natural sino que reside en el carácter de la respuesta organizada. En una situación de crisis, ¿estamos engrosando nuestras filas, aumentando nuestra conciencia y expandiendo nuestras mentes desarrollando y expresando nuestros deseos, incluso mientras transferimos costes a los ricos y poderosos? Si es así, vamos bien. Si no es así, entonces la crisis puede traducirse en un desastre no sólo para este momento, sino durante un largo periodo.
¿Qué trabajo específico crees que es necesario para que los trabajadores puedan autogestionar una economía? ¿Crees que el anarcosindicalismo puede capacitar a la clase trabajadora para autogestionar los medios de producción? ¿Cómo se puede conectar hoy en dia un trabajo sindical revolucionario con la construcción de alternativas economicas?
Creo que la autogestión requiere un espacio donde los trabajadores y los consumidores puedan desarrollar sus preferencias y determinar la producción para la economía de una forma autogestionada. Pienso que por eso debemos crear y mantener consejos autogestionados de productores y consumidores.
También creo que dentro de estos consejos, a no ser que todos los trabajadores y consumidores se sientan igualmente seguros y están igualmente preparados para participar, al menos en media, en las discusiones y decisiones que les afecten, unos pocos dominarán a la mayoría. Trabajadores y consumidores necesitan tener una preparación comparable, y su contexto y experiencias deben capacitarles para participar de forma equivalente. Desde mi punto de vista, esto significa que debemos lograr y mantener una nueva división del trabajo con lo que denomino “combinaciones equilibradas de empleo”.
También pienso que tampoco puede haber disparidades amplias en producción y riqueza que puedan generar diferencias de poder si lo que quieres es una autogestión real generalizada. Por lo tanto esto significa que debemos lograr y mantener una remuneración equitativa, lo cual es positivo para que el trabajo tenga un valor social duradero, intenso y sólido.
Finalmente, ambos, los mercados y la planificación central, generan diferencias de clase mediante la imposición de una clase coordinadora, nuevamente, por encima de los trabajadores. Por consiguiente hay que rechazar estos modos de distribución y, en su lugar, mi propuesta y las de las economías participativas, es favorecer la consecución y mantenimiento de lo que llamamos planificación participativa, o negociaciones cooperativas de los insumos y de la producción a través de consejos de productores y consumidores.
Si por anarcosindicalismo se refiere a anarquismo con un énfasis en la organización y autogestión de los trabajadores, incluyendo la consecución de una economía sin clases y una política democrática participativa, entonces obviamente en estos aspectos es parte integrante de las economías y sociedades participativas. Si el anarcosindicalismo entiende la sociedad como consecuencia de los puntos de vista y acciones de los trabajadores como tales, sin promover asambleas locales estrictamente políticas ni organizar consejos de consumidores, entonces la diferencia es importante, y habrá que abordarla. Análogamente, si por alguna razón infravaloran las cuestiones de género, sexualidad, raza y cultura, respecto a las de clase, entonces esto también marcaría una diferencia, al menos en la amplitud del enfoque.
La última parte de la pregunta es increíblemente importante. Necesitamos crear alternativas para aprender de ellas, para proporcionar esperanza, para orientar nuestros esfuerzos más ampliamente, etc. También necesitamos luchar desde las estructuras existentes en los sindicatos, vecindarios y demás, para obtener beneficios, para permanecer conectados, para desarrollar el apoyo mutuo, para aumentar la asistencia, etc. Cualquier solución sin la otra es defectuosa: el sindicalismo revolucionario por sí solo por ser potencialmente aislado y distante de la realidad social; y las otras formas de lucha por ser potencialmente reformistas. Es crucial, por tanto, eliminar la antipatía mutua entre ellos, conectándolos en profundidad ambas prioridades. Respecto a cómo realizar esto, no creo que haya ninguna solución general o concreta. Imagino soluciones dependiendo enteramente en los tipos de situaciones que nos encontremos y desarrollemos.
¿Cuáles fueron los orígenes del modelo de Economía Participativa? ¿Qué referentes teóricos y prácticos inspiraron el modelo?
El modelo que Robin Hahnel y yo alcanzamos a componer podría decirse de manera argumentada que tiene sus orígenes únicamente en cosas que nos afectan a nosotros. Ésta es la manera en la que mucha gente contesta cuando se le pregunta por los orígenes de lo hicieron o dijeron. Pero creo que esto sería erróneo. Los orígenes reales de la visión de la economía participativa, o también llamada Parecon, siguen la herencia de quienes han buscando una sociedad sin clases – y algunas veces puede rastrearse hasta la primera huelga registrada, en el Egipto de los faraones. De cualquier modo, Parecon esta ciertamente influenciado, sobre todo, por el surgimiento del pensamiento socialista, y luego por el pensamiento anarquista y consejista.
Aprendimos lecciones, por ejemplo, no sólo del marxismo y más tarde de la crítica de algunos aspectos del marxismo, sino también de Bakunin, Kropotkin, etc. También Anton Pannekoek, por ejemplo. Pero las influencias más próximas fueron, creo, principalmente la ética y la práctica de la Nueva Izquierda de los sesenta de la que ambos, Robin Hahnel y yo fuimos parte, y de Noam Chomsky, con quien tuve una cercanía particular y del que aprendí mucho.
Creo que los principales fundamentos teóricos fueron el rechazo a una concepción estrecha de la economía, decidiendo, en cambio, atender no sólo a lo material sino también a lo personal, lo social y lo ecológico de los insumos y los resultados de la actividad económica; una comprensión de clase que incluía el análisis de la propiedad y una atención especial a la división del trabajo, resaltando también temas relacionados con las costumbres y la conciencia; un rechazo razonado tanto del mercado como de la planificación centralizada; y una formulación cuidadosa y comprensiva del compromiso con la solidaridad y, en particular, con la autogestión, entendida como la implicación popular en las decisiones de forma proporcional a cómo afectan tales decisiones.
Creo que los fundamentos prácticos del Parecon fueron una extensa revisión de la historia de las denominadas experiencias socialistas en Rusia, China, Yugoslavia y Cuba, así como de otros intentos relacionados, incluyendo los de los movimientos anarquistas aquí en España, como también de las lecciones de nuestras propias experiencias personales tanto en la Nueva Izquierda como, en mi caso, en un proyecto de publicidad autogestionado por los trabajadores llamado South End Press.
En España, en los años previos a la guerra civil, se discutieron diferentes propuestas libertarias sobre cómo organizar la sociedad de forma anarquista también en la economía, lo que se denominó comunismo libertario. ¿Es la Economía Participativa una propuesta de comunismo libertario?
Los modelos de aquel periodo, por lo que sé de ello, se inspiraron en valores maravillosos pero siguieron muy atados a los mercados para la distribución, aclarando sólo de forma implícita, que no explícita, sus concepciones sobre la división del trabajo y las normas de remuneración. Por tanto, si la pregunta es si el Parecon es igual que aquellos modelos, entonces no, el Parecon no es lo mismo. Pero si la pregunta es si el Parecon, después de todo este tiempo, trata de incorporar las viejas y las nuevas lecciones de manera acorde a las aspiraciones de aquellos modelos, entonces creo que la respuesta es sí, de manera muy determinante.
De hecho, por lo que podemos saber, creo que la base y la mayor parte de los actores más organizados ideológicamente en aquellos días estarían muy de acuerdo, si no del todo, con las características que definen la economía participativa, incluyendo los consejos autogestionados de trabajadores y consumidores o las asambleas como los lugares para desarrollar la autogestión; la remuneración basada en la duración, intensidad y pesadez del trabajo socialmente útil como forma de implementar la equidad; las combinaciones equilibradas de empleo como un vehículo de participación informada y con el objetivo de eliminar la división de clase entre los trabajadores y los coordinadores; y la planificación participativa o la negociación cooperativa de los insumos y de la producción en las asambleas de productores y consumidores para remplazar la planificación central y los mercados. Este conjunto de objetivos institucionales es, creo, una lista mínima de características institucionales que podemos, con mucha probabilidad, variar en sus formas específicas mas allá de sus características definitorias principales, en las diferentes industrias, países, etc., y muy probablemente puede llevarnos a lograr el objetivo maximalista de una economía sin clases, autogestionada, solidaria, y equitativa, una economía del tipo que todo anticapitalista sincero y activista a favor de la eliminación de las clases sociales ha querido siempre.
¿Qué estrategias de transición propone la economía participativa? ¿Qué agentes sociales deberían impulsarlas e impulsar también una economía participativa?
Creo que la estrategia es principalmente contextual, con lo que me refiero que depende del lugar y el momento, y en realidad de todas las circunstancias particulares. Hay, sin embargo, al menos unas cuantas advertencias generales que creo que son virtualmente universales.
Cuando buscamos una economía sin clases, desde Parecon lo hacemos sólo como una parte de la búsqueda de una sociedad participativa, planteando así conjuntamente y con igual prioridad, objetivos feministas, antiracistas o lo que llamó intercomunales, y antiautoritarios o anarquistas. Incorporar las semillas del futuro en el presente. Buscar reformas dignas, pero de forma no reformista, que apunten hacia un cambio exhaustivo y que nos permitan avanzar hacia esos objetivos organizativa, conceptual y emocionalmente.
Desarrollar la organización de movimientos que utilicen la autogestión, que protejan e incluso celebren la disidencia y que busquen la diversidad de pensamiento; movimientos que ayuden a sus miembros haciendo sus vidas más placenteras y llenas de sentido en su camino hacia la transformación, de forma que el movimiento crezca en lugar de perder apoyo continuamente. Crear consejos o asambleas vecinales y de trabajadores y federarlos por regiones e industrias.
Manejar la riqueza y las circunstancias como se haría en una economía participativa, mediante combinaciones equilibradas de empleo. Atender a las cuestiones de clase adicionales y crear un movimiento que celebre y manifieste la cultura y las preferencias de los trabajadores, no de los coordinadores. Determinar la esfera de la política participativa, si se quiere, y manejar disputas, legislación, etc., consistentemente con aquel conjunto de objetivos. Tratar de la misma manera las cuestiones relacionadas con el parentesco y con la visión cultural. Podríamos continuar, pero creo que la verdadera prueba radica en las condiciones concretas en que nos encontraremos y en cómo las afrontaremos, aprendiendo mientras andamos.
En cuanto a los agentes sociales, el supuesto de partida es que el liderazgo en la lucha debe recaer en la bases de las jerarquías sociales, es decir, en quienes viven de su trabajo y en los pobres, en las mujeres, los homosexuales, quienes actualmente son culturalmente reprimidos y oprimidos, quienes obedecen las órdenes, etc. Pero en última instancia, el reconocimiento mayor es que quienes están comprometidos con los objetivos del movimiento, tienen claro su papel y trabajan efectivamente hacia su consecución, éstos serán los que más contribuyan.
¿Crees que es factible un modelo de desarrollo económico local-regional, donde se incluyan anarcosindicatos en las empresas capitalistas, cooperativas de producción y consumo, y bolsas de trabajo para los parados, vinculadas a dichos anarcosindicatos, con el objetivo de establecer mecanismos autogestionarios de intervención en los mercados de trabajo locales? ¿Cómo se podría conectar esta praxis con una idea de economía participativa para caminar hacia la eliminación del capitalismo y el Estado?
No sólo creo que es factible, creo que es muy deseable e incluso de capital importancia. Para tener éxito, los movimientos transformadores deben crecer en tamaño incesante y continuamente, y sus miembros también deben aumentar su compromiso y ser más capaces de participar de manera efectiva, conociendo sus objetivos, estrategias, etc. En un escenario como éste muchos tipos de actividades pueden ayudar, pero dos grandes tipos resultan obvios.
Primero, tenemos actividades que esencialmente implican la construcción de instituciones consistentes con nuestras metas, pero operando ahora, en el presente. En parte, esto es la construcción de las propias estructuras de nuestros movimientos, pero es posible y necesario también construir nuestras propias comunidades y lugares de trabajo autogestionados, federados conjuntamente, etc. Segundo, tenemos actividades que buscan ganar mejoras en la vida de la gente, en sus instituciones y vecindarios actuales. Esto es trabajo para conseguir cambios, los cuales son por definición reformas, pero con suerte, realizando estos cambios de manera no reformista que apunten a aumentar continuamente la lista de victorias y a preparar las formas y los medios para campañas cada vez más grandes hasta que, finalmente, no tanto eliminemos el capitalismo y el estado sino que reemplacemos el capitalismo y las estructuras políticas actuales con una nueva economía participativa y una nueva política participativa de nuestra elección.
Las posibilidades mencionadas en la pregunta incluyen una mezcla de las actividades del primer y del segundo tipo, y haciéndolo así se resalta la prioridad esencial de que no sólo hay que perseguir ambos tipos de actividades, sino que hay que entrelazarlas todo lo posible.
La creación de alternativas inmediatas sin luchar dentro de las instituciones existentes corre el riesgo severo de resultar en opciones desconectadas, periféricas e incluso monstruosas para la mayoría de los ciudadanos. Pero las luchas por las mejoras de la gente en los vecindarios y en los lugares de trabajo, y en las políticas económicas nacionales, que no están vinculadas a nuevas soluciones visionarias, corren el riesgo de perder de vista los objetivos a largo plazo y convertirse en meramente reformistas. Sin embargo, enlazando las dos, ambas pueden reforzarse drásticamente. Cómo haremos esto, de nuevo, es una cuestión a analizar caso por caso, pero creo que la respuesta reside principalmente en observar de forma constante a cada una como un aspecto de la otra, hablando de ambas independientemente de en cuál nos estemos centrando, y poniendo nuestras energías y capacidades de apoyo mutuo al servicio del otro, donde quiera que sea actuando así ayudará.
Dentro de las estrategias de transición del capitalismo hacia una sociedad anarquista, ¿cómo crees que se pueden afrontar los problemas derivados de la división del trabajo y concretamente el papel estratégico de los técnicos y profesionales que, como los economistas, son en general defensores acérrimos del capitalismo? ¿Cómo crees que se puede convencer a nuestros colegas economistas, en tanto que gestores y asesores que trabajan, como la mayoría de trabajadores y trabajadoras, para beneficiar de las fuentes de poder del capital? ¿Qué función tendríamos los economistas en una economía participativa?
La primera parte de esta pregunta plantea, nuevamente, la cuestión del papel de la clase coordinadora, y la cuestión de cómo relacionarse con ella y con las estructuras que genera, durante nuestras batallas presentes. Creo que esta cuestión es primordial. Creo que la respuesta es que debemos siempre reconocer honestamente la existencia de esta diferencia de clase. Debemos desarrollar la conciencia de clase trabajadora y ponerla en práctica, en lugar de apelar a la conciencia y a la praxis de la clase coordinadora. Tenemos que analizar y oponernos a los supuestos y hábitos de la clase coordinadora en la medida en que sean elitistas y arrogantes, incorporando en nuestras propias instituciones combinaciones equilibradas de empleo, y debemos luchar por cambios en las instituciones convencionales que lleven hacia esta nueva división del trabajo. Cuando digo que esto es algo primordial es porque desde mi punto de vista el leninismo, a pesar de las aspiraciones de la mayoría de los leninistas de base, quienes indudablemente quieren la eliminación de las clases, es de hecho el programa de la clase coordinadora, no el de la clase trabajadora. Lo que se necesita no es paternalismo hacia los trabajadores, no es la beneficencia hacia ellos, sino la autogestión de la clase trabajadora, y esto significa en última instancia la disolución de la clase coordinadora a través de la dispersión de sus actividades entre todos los trabajadores, en lugar de sólo entre unos pocos.
El cómo realizar esto es una gran pregunta. Pero los argumentos que dicen, por ejemplo, que los mejores oradores deben dar todas las charlas, los que toman mejores decisiones deben decidir siempre, los que mejor escriben deben hacer todos los escritos, son terriblemente erróneos, y ya estén hechos de forma inadvertida o intencionada, sirven en cualquier caso a los intereses de la clase coordinadora. Son erróneos desde dos puntos de vista. Primero, aquéllos que son los mejores en algo hoy (debido principalmente a las ventajas obtenidas de la formación y el conocimiento), no necesariamente tienen por qué serlo mañana, con una formación y difusión del conocimiento más amplia. Segundo, aquéllos que se creen mejores, normalmente no lo son. Pueden tener más confianza y un vocabulario más fluido, pero la mayoría de las veces todos ellos vienen con el bagaje de las presupuestos del coordinarismo, que limitan terriblemente las ventajas que posean. El único criterio para determinar si algo merece la pena no es el de ser el mejor en algo; las cuestiones de la equidad, de la participación, de la eliminación de las jerarquías injustas no son baladíes.
Respecto a lo de convencer a los economistas de cambiar sus pareceres, supongo que es como discutir diferentes valores y opiniones con cualquiera que tenga serios intereses creados obstruyendo su capacidad de pensar con claridad. Tienes que intentar superar ese obstáculo, con ejemplos y evidencias que provoquen reconocimiento y apelen a mayores virtudes. No es fácil, particularmente con el tipo de clase coordinadora que ha mamado, tal como está diseñado el sistema educativo, nociones de su propia superioridad. En cuanto a lo del papel de los economistas en una economía participativa, nadie se ha preguntado nunca acerca de esto, y yo nunca he pensado sobre ello. No estoy seguro. Hoy en día, el trabajo técnico (como el que se realiza en los hopitales, las cabinas de los aviones, los laboratorios o los estudios de diseño) lo realizan personas con combinaciones equilibradas de empleo y formación asociada. ¿Hay algo como esto para un economista en una economía participativa? Supongo que sí, pero realmente no estoy seguro de qué haríamos o estudiaríamos, y con qué fines. A no ser que fuera, quizás, encontrar un estadio más alto de organización humana de la vida económica, más allá de Parecon y de la ausencia de clases. Creo que la tarea de los comités de asistencia y similares no depende de lo que probablemente queramos decir con teoría económica.
De cualquier manera, estoy de acuerdo que esto y las cuestiones relacionadas están, o deberían estar, en el centro de las diferencias entre anarquistas y leninistas. Están, o deberían estar, en el núcleo del pensamiento acerca de las estrategias de cambio, precisamente como se indica de forma implícita en la pregunta.
¿Cuáles podrían ser algunas de las estrategias que nos ayudaran a reconducir el proceso actual de desarrollo tecnológico descontrolado, y que fomenta la jerarquización y estratificación de la sociedad, hacia las prácticas autogestionarias que plantea el Parecon?
Opino que el desarrollo tecnológico no está descontrolado. Y por la pregunta, creo que estaréis de acuerdo. Por ejemplo, cuando estaba en la universidad, en la facultad técnica, me di cuenta de que estaba bien visto por mis compañeros el intentar encontrar la forma para que las bombas pudieran alcanzar sus objetivos (conseguido alrededor de 1970 y usado por primera vez, como prototipo, contra los diques de las presas en Vietnam) y de que había mucho dinero para conseguir esta “tarea técnica”, mientras que no se investigaba sobre cómo poder derribar un bombardero B-52 con una arma de fuego manual. No había dinero para lograr aquella “tarea técnica”, aunque ambas eran técnicamente igual de interesantes y exigentes. La diferencia estaba en que la primera tarea confluía con los intereses de la elite gobernante. La segunda era contraria a aquellos intereses. Quedaba meridianamente claro que la curiosidad y los objetivos tecnológicos de los ingenieros y científicos estaban encauzados (controlados) por lo menos en sus aplicaciones, por las instituciones elitistas que los rodeaban. Lo mismo ocurre de forma general. No existe apoyo a la investigación técnica para buscar formas de organizar los espacios de trabajo y crear herramientas para que los trabajadores terminen con más poder y con unas relaciones más personales después de que hayan usado dichas herramientas. En cambio, es enorme el apoyo otorgado al desarrollo contrario, a herramientas y espacios de trabajo que fragmenten y debiliten a los trabajadores. El fin para el cual las tecnologías están pensadas está bajo control. Podríamos continuar hablando de esto, pero una vez hayamos planteado la cuestión así, la problemática es obvia. La obsolescencia planificada es fabulosa. La manipulación mediática es sensacional. Más fabuloso será aún si las bombas son efectivas. Que se produzcan bienes baratos y duraderos, no lo es tanto. Que haya medios de comunicación veraces, olvidaos de ello. Que existan mejores herramientas para la autodefensa de los débiles y pobres, debe ser una broma.
Bien, dicho esto, puedo concluir que la tecnología promueve la jerarquización precisamente porque la investigación tecnológica y su implementación están tuteladas por el capital y el Estado. Por lo que la única vía de conseguir una tecnología mejor es la misma que para conseguir mejorar en cualquier otra faceta. Primero, tenemos que construir movimientos que sean capaces de conseguir mejoras. Esto quiere decir que esos movimientos tendrán que ser capaces de reunir suficientes efectivos, y suficientemente implicados, para poder forzar los resultados que reclamamos. También supone que tendrán que luchar contra la elite en un marco en el que no aceptar nuestras reivindicaciones será peor para ella que otorgárnoslas (por la provocación que supondría para nosotros). Así es como se gana la lucha. Segundo, mientras vayamos sembrando las semillas del futuro en el presente, incluida la construcción de nuestras propias instituciones, podemos intentar introducir tecnologías por nuestra cuenta. En algunos campos, de momento, está descartado por los costes que implican. Pero en otros, en lo relativo a cuestiones organizacionales y herramientas simples, sospecho que hoy día sería posible si lo convirtiéramos en uno de nuestros objetivos.
Por ejemplo, hay izquierdistas que no solo usan, sino que celebran la aparición de Twitter y Facebook, y toda la tecnología que permite la construcción de redes sociales. De hecho, esas corporaciones y sus tecnologías son un buen ejemplo del tema sobre el cual se centra la pregunta. Toman una realidad social que tiene un enorme potencial (formas muy baratas de comunicación unidireccional y bidireccional) y lo pervierten horriblemente. Ésta es una predicción obvia. ¿Qué más podríamos esperar de estas gigantescas empresas que tienen una estructura corporativa, y una conciencia y prioridades corporativas? No se trata solamente de la violación de la privacidad y de la creciente comercialización intensiva, también es una sutil, aunque verdaderamente agresiva, forma de trazar el camino hacia sistemas de comunicación compulsivos y con mentalidad competitiva que reduce el contenido de los mensajes, cercena nuestra capacidad de concentración, prostituye la idea de amistad, etc. Hay tanto sobre de lo que hablar como las posibles respuestas a todos estos hechos. Pero lo que quiero subrayar aquí es que, pese a que existan estas empresas con grandes recursos a su disposición y que gastan cuantiosas sumas de dinero en sus infraestructuras técnicas y de investigación, todavía es bastante posible que compañeros anarquistas bienintencionados, dejando de estar subyugados por Facebook y Twitter, generen redes y herramientas sociales que reviertan la tendencia negativa que estas compañías promueven e imponen. Al contrario, podría desarrollarse una tecnología más afín con el objetivo de promover el Parecon y, en general, de crear sistemas de comunicación sanos y llenos de contenido. De hecho, nosotros en ZCommunications estamos trabajando duro para realizar esta tarea.
En una economía donde los medios de producción sean propiedad de la sociedad ¿hasta qué punto son los trabajadores que gestionan las empresas responsables de sus éxitos y fracasos? ¿Deberían existir mecanismos de recompensa o penalización según lo bien o mal que lo hayan hecho los trabajadores, siempre y cuando el resultado del proceso productivo no esté influenciado por variables externas?
La pregunta apunta a la necesidad de crear una economía que no malgaste recursos, energía y esfuerzo humano en actividades disfuncionales, donde se hacen cosas que no son necesarias, o cuando se construyen cosas que podrían haber sido hechas mucho mejor. Una economía necesita promover la excelencia, no a costa de la búsqueda de beneficios, sino para confluir con las necesidades y el desarrollo potencial de la sociedad.
Una forma de abordar el problema sería recompensando los bienes o servicios bien producidos y penalizando aquellos que se hubieran hecho mal. Pero el Parecon dice que las personas tendrían que ser remuneradas según la duración, la intensidad y la pesadez del trabajo socialmente útil. Y eso no entiende de recompensas y castigos per se, sino sobre asignaciones de recursos equitativas y justas. Entonces, ¿qué podemos hacer?
En el capitalismo o en el socialismo del siglo XX, si cerramos un lugar de trabajo, ello perjudica a los trabajadores con desempleo. En el otro extremo, si permitimos a las empresas o lugares de trabajo guardarse los excedentes que puedan acumular tras obtener grandes ventas a un bajo coste, se remunera un tipo de éxito, pero éste puede no coincidir con la satisfacción de necesidades o el desarrollo de nuestro potencial, sino meramente con la generación de excedentes.
El Parecon es diferente. Primero, el trabajo tiene que ser socialmente útil para que sea remunerado. No puedo ser el portero de la selección española de fútbol porque mi trabajo carecería de valor, es más, valdría menos que nada y, por lo tanto, mi trabajo no merecería remuneración alguna. En ese sentido, hay una elevada correlación entre los centros de trabajo que lo hacen bien (que supone usar los recursos y energía creando los bienes deseados) y la remuneración de los trabajadores. Pero volviendo al ejemplo, si fuera un buen portero, podría tener ese trabajo. Pero no obtendría una gran recompensa por ser tan bueno, obtendría simplemente la remuneración por el tiempo, el esfuerzo empleado y por la dureza de mis condiciones de trabajo, es decir, tendría una combinación equilibrada de empleo. Hay pues una presión para satisfacer las necesidades, pero no una recompensa excesiva por haberlo hecho.
Pero y si mi equipo es deplorable, si en mi empresa hacemos cosas que la gente ya no quiere, o si producimos bienes que la gente necesita pero tan ineficientemente que malgastamos energía, recursos y trabajo. Obviamente, se necesitaría un cambio. Puede que las innovaciones corrijan la situación. Puede que la empresa o el equipo de trabajo tengan que cambiar de producto. O puede que haya que cerrar todo el tinglado, y que la gente tenga que trabajar en nuevos proyectos. En algunos sistemas se evita este camino, o se intenta evitar, porque perjudica a las personas y nadie quiere perjudicar a nadie, y la gente tampoco quiere verse perjudicada. Pero en el Parecon, si lo que produzco deja de tener valor, si lo continúo produciendo, perjudico a la sociedad (malgastando capacidad productiva) y tampoco me hace bien a mí. Siempre y cuando pase a producir algo que la sociedad necesite, mi remuneración nunca caerá en ese cambio. Siempre existe el pleno empleo para aquellos que quieran trabajar en el Parecon, porque es de interés general debido a sus instituciones, que hacen que el bienestar de cada uno dependa del resto de las personas.
La autogestión y la propiedad social sobre los medios de producción poseen cierta problemática inherente, el conflicto entre la libertad de los agentes individuales y el colectivo. Un buen ejemplo sería el de una empresa que viniese funcionando bien y la obligaran, contra la voluntad de la asamblea de la empresa, a contratar nuevos trabajadores que estuvieran en paro, disminuyendo el bienestar de los trabajadores de la propia empresa. El principio de autogestión se vería mermado al promover el principio de solidaridad. ¿Crees que una asamblea sería el mejor órgano para atajar este tipo de problemas, o habría que crear nuevas instituciones que lidiaran con los mismos?
Hay momentos en los que si queremos mejorar la mala situación de algunos, el bienestar de otros puede empeorar un poco. Pero considero que la situación que proponéis no es un buen ejemplo de ello. A un lugar de trabajo que genere cierto beneficio social con N horas de trabajo, no se le va a pedir que incremente más de N horas contratando a nuevos trabajadores. No tiene sentido porque sólo N son las horas necesarias. Más horas no serían lo socialmente necesario y, por lo tanto, no merecerían remuneración. Ahora, si por algún casual hay un 10% de desempleados en la sociedad, entonces sí que las empresas aumentarían el número de empleados en un 10%, reduciendo la cantidad de trabajo por trabajador pero sin reducir la suma de todo el trabajo desarrollado por la sociedad, a menos que la población no desee aumentar la cantidad producida. Esta solución reparte el producto social total en forma de remuneración entre toda la población, en vez de entre el 90% de la población, por lo que en ese sentido, la pregunta es correcta. Creo que los mecanismos para atajar el problema son primordialmente las normas de la vida social, y luego, sí, también las instituciones sociales, el proceso de planificación, las asambleas, etc.
Pero si hablamos sobre un ámbito más local la situación es diferente. No tiene sentido tener más gente trabajando más para producir la misma cantidad. Aquí hay una cuestión, si hay desempleo como consecuencia de una reducción en la demanda de ciertos bienes, la gente tendrá que cambiar de trabajo para producir otra cosa, siempre y cuando lo que se produzca termine siendo lo que otras personas deseen. Por lo que allí donde empiecen a trabajar los desempleados, no implicará una reducción de los ingresos de los que ya trabajaban antes, u otro tipo de efectos perjudiciales, sino que incrementará la producción de aquellos bienes que son socialmente deseados.
En lo relativo al trabajo que tuvieran que realizar los “Iteration Facilitation Boards” (Comité de Asistencia a la Iteración) a la hora de computar la distribución de bienes y trabajo, ¿qué instrumentos económicos y matemáticos podrían ser útiles? ¿Podrían ser la programación lineal y la teoría de juegos herramientas prácticas?
Tu anterior pregunta revela uno de los objetivos de estos “comités”, en lo que respecta a recopilar y distribuir la información relevante a cada individuo o agente para que juzgue sus deseos, etc. El análisis input-output y la programación lineal son por supuesto importantes para extraer información y decisiones de la planificación de preferencias en continua evolución, sí. El que la teoría de juegos pudiera ser una herramienta práctica es algo menos obvio, pero bueno, en cierta forma, quizás. Ya se verá. Los análisis estadísticos, sin embargo, serían muy importantes. Serían muy importantes las proyecciones que se pudieran hacer sobre las preferencias de cualquier bien común (por ejemplo, camisetas) para dividirlo en tipos o modelos.
Como igual de importantes son las proyecciones en cualquier ámbito que requiera de cierta planificación, como son las predicciones metereológicas o todo lo relativo al clima, así como en cuestiones demográficas, tasas de nacimiento, tasas de defunción, etc.
En la economía de la Yugoslavia socialista, el Estado, así como los bancos regionales, suministraron ingentes cantidades de dinero para que las grandes empresas nacionales que proporcionaban trabajo a muchas personas persistieran y el desempleo no aumentara, creando así unos agujeros negros que absorbían buena parte de la riqueza del país. ¿Crees que en una economía participativa la sociedad debiera mantener empresas ineficientes para no destruir así trabajo?
Yugoslavia era una economiía de Mercado coordinadora, lo que significa que tenía muchos rasgos perniciosos. No, no deberían conservarse las empresas que estuvieran malgastando activos valiosos, pero, sin duda, habría que garantizar los puestos de trabajo. Imaginemos una economía con 1.000 productos como mero ejercicio reflexivo. Diez de los productos emplean más que trabajadores que el resto. Supongamos que los gustos cambian o las tecnologías de la producción se transforman, y deja de tener sentido dedicar trabajadores, energía y recursos en uno de los centros de trabajo que más empleo genera. La pregunta sería más o menos si podemos permitirnos cerrar esa producción, dado que hay tanta gente empleada en ella o si deberíamos preservarla, y con ella el empleo, aunque ya no tenga sentido dado que la gente desea otros productos o dado que la tecnología ha cambiado, etc.
Mi respuesta es que, por supuesto, sí, los tendríamos que cerrar. Es una idiotez que la gente trabaje en cosas que nadie quiere, malgastando energía y recursos. Pero aquéllos que trabajaban ahí tendrían que terminar o bien renovando sus empresas o, si bien éstas necesitaran cerrarse o ser convertidas en patios de recreo, en otras nuevas empresas. Esto es lo que hace una planificación sensata.
Pero me podrías decir, ¿y si no hay ningún bien que reemplace el bien que antes se producía? Pues entonces las personas estarían mejor sin él y, también, sin tener más de cualquier otra cosa que lo sustituyera. En otras palabras, las personas estarían mejor con un menor nivel de consumo total. No hay ningún problema. En ese caso, todo el mundo trabajaría un poco menos, y las personas de aquella industria cerrada también trabajarían la misma cantidad que todo el mundo, y como todo el mundo estaría satisfecho con menos, la suma total de trabajo decrecería. Si la gente quiere más, las horas de trabajo también tienen que crecer. Es lo mismo que comentaba antes respecto al desempleo y una reducción en la demanda. No es algo malo cuando esto ocurre. Simplemente significa que la gente, en general, prefiere más ocio a tener más bienes, una decisión que la gente tendría que ser libre de poder tomar, y que debiera afectar a todos por igual, en vez de creando desempleo y pobreza para unos pocos.
De hecho, que yo sepa, los economistas convencionales sólo tienen una crítica hacia la economía participativa. Dicen del Parecon que no facilita un proceso de acumulación. Que no obliga, sin tener en cuenta la voluntad de la gente, a trabajar muchas horas y con gran intensidad. Señalan que el Parecon tiende a una menor producción y a que la gente disfrute de más ocio, y afirman que es una crítica definitiva. Es muy divertido cuando la mayor crítica profesional que se hace a lo que promulgamos es realmente un cumplido, y no un defecto. Sí, en el Parecon la gente puede elegir trabajar menos sin que se presione a nadie a trabajar más. Pero esto es una virtud, no un defecto.
¿Cómo podrían las economías regionales o nacionales, que basaran su actividad en las prácticas del Parecon, interactuar con otras economías que se rigieran por los mecanismos del libre mercado? ¿No podrían los precios internacionales ser una amenaza al sistema interno del Parecon, forzándolo a adaptarse a la competencia internacional? ¿Es viable una economía participativa mientras que existieran países capitalistas?
Imaginemos que España fuera una economía participativa. Esto es una lucubración, y no sólo porque implicaría que la población española revolucionara la economía nacional, la política y toda la sociedad, sino porque implicaría que la agenda del país no se viese subvertida por ninguna reacción externa violenta, y muy posiblemente instigada y organizada por el ejército estadounidense. Pero está bien, supongamos que ocurre y que los movimientos sociales norteamericanos son lo suficientemente fuertes como para prevenir una intervención militar, y lo mismo con los movimientos alemanes, británicos, etc.
O, si prefieres, podríamos pensar que dicha transformación ocurriera en EE.UU., pero no en otros muchos lugares. O, si ocurriera en un país más pobre y débil, que de alguna forma hubiera sido capaz de resistir a la violencia externa mediante la solidaridad internacional.
En cualquier caso, la nueva sociedad participativa con una economía participativa tendría también que interactuar a nivel internacional, queriendo exportar algunos de sus productos e importando productos de otros países. Los intercambios ocurren cuando hay cosas de las que uno se puede beneficiar. Un país tiene un clima, una historia o lo que sea, que facilitan la producción de X, otro país en cambio produce Y (ambos necesitan lo que el otro prosee y entonces intercambian). La transferencia es beneficiosa. Hoy en día, el país que tiene mayor poder de negociación (siendo cierto para las transacciones tanto domésticas como internacionales) acapara la mayoría de los beneficios y, por lo tanto, aumenta las diferencias de poder y riqueza entre los dos. Es más, la globalización corporativa está alterando sistemáticamente las reglas de intercambio para que los más poderosos crezcan más y los más débiles pierdan más. La internacionalización tendría que tener objetivos opuestos.
Una economía participativa, en contraposición a los sistemas de mercado, intentaría intercambiar a unas tasas regidas por la negociación cooperativa de los insumos y la producción, teniendo en cuenta todos los costes y beneficios sociales y ecológicos reales. Suponiendo que no exista el Parecon en todo el mundo, esto no será perfecto. Pero se podría aproximar. Se podrían intentar discernir tasas de intercambio equitativas que redujeran las diferencias de riqueza y poder, en vez de que las aumentaran.
Así pues, si el Parecon estuviera comerciando con un país más pobre y débil, y aun cuando aquél saliera beneficiado utilizando los precios de mercado, debería guiarse por las tasas del Parecon por solidaridad y por la ética que le rige a este sistema. De ese modo, la parte más débil podría obtener proporción mayor de los beneficios generados por la transacción. Si el Parecon estuviera comerciando con un país más rico y poderoso, aunque prefiriese utilizar los precios del Parecon (en este caso para su propio beneficio), es cierto que tendría que utilizar los precios de mercado, o elegir que no hubiese intercambio alguno. Por supuesto, hay muchas opciones que discutir y explorar al respecto, pero pienso que éste sería un cuadro general.