En un tiempo impreciso que nadie ya recuerda
se produjo un suceso que aún hoy prolongamos;
era, por una vez, en el margen del tiempo
por una vez sin fuerza de valor o justicia:
amanecía un mundo abierto y arbitrario
– nunca supimos si era anterior a nosotros
sobre el eje del alba se entreabrían los párpados
y animales inquietos revolvían la tierra
con una vida análoga al universo ingente.
Entre nosotros hubo un silencio cerrado
que oprimió las gargantas un tiempo indefinido;
sin medida ni alma, pues no existía conciencia
nos palpamos el cuerpo recorriendo los huesos
y probamos el vínculo entre el ser y su peso.
—
Cambiaron varias lunas antes de la palabra:
agrupados sin causa ni enemigo preciso
recorrimos distancias que no reconocíamos
en el campo sin límite que nos daba alimento;
no sentíamos cerca necesidad alguna
porque la voluntad, desprovista de nombres
no era capaz de darnos un deseo concreto.
La igualdad era un hecho no expresado ni impuesto
nadie tenía entonces atributos ni fuerza
y la noche era fiesta peligrosa y liviana.
Un acto irreversible se produjo en el aire
cuando uno de nosotros, estirando los brazos
hirió nuestra luz nueva desde el pecho rasgado:
atónita y solemne sonó la voz del hombre
que unía para siempre la palabra y el mundo
iniciando el proceso de nuestra nombradía
—
Nunca quiso ser rey el fundador del rito
arrumbaba palabras fugaces como pájaros
proyectiles pesados que marcan la memoria
los vientos y las luces recibieron su nombre
e inauguró el proceso que abre las diferencias.
Construimos entonces estrategias y cantos
llamamos al ganado, parcelamos la tierra,
el tiempo tuvo entonces un modo de invocarlo
y la edad se hizo cierta en el suceso;
en el triunfo del cambio y el envejecimiento
decidimos un día bautizar a los hijos
y entre clanes y hombres que henchían el progreso
forzamos la palabra para inventar el lema.
El fundador del rito se mantuvo en silencio
y así cruzó el poblado hacia el dueño de todos.
El rey joven mostró al anciano sus pueblos
construídos con nombres opacos de materia
y los constituyó como primer imperio;
el profeta se irguió con sus manos abiertas
y repitió el sonido que dio origen al verbo.
Todos nos agrupamos temiendo el desafío:
el profeta marchó con los ojos cerrados
para dormir la noche sin miedo del destierro.
Sobre el alba maldita fueron pocos
los que dieron la espalda a la ciudad de hierro
pocos se desterraron
con el anciano fundador del verbo.