El colectivo de cine libertario Cámara Negra ha realizado su primer cortometraje, Ibrahim, partiendo de la idea del cine como herramienta de transformación social.
Redacción | Periódico CNT
Una historia que pretende concienciar de las adversidades que enfrentan
los extranjeros en nuestro país a diario, en una realidad que los medios
de comunicación masivos apenas retratan.
Pregunta.— ¿Cómo, cuándo y por qué nace Cámara Negra?
Respuesta.— Cámara Negra nace de la idea de hacer un corto a raíz de un guión que uno de los miembros tenía en la cabeza; quisimos producir el cortometraje rompiendo las formas convencionales de hacer cine en la actualidad. Teníamos claro que queríamos que el proceso fuese horizontal, sin dinero y sin reivindicar la figura del autor, ni por supuesto su copyright, sino de la colectividad. Por eso que decidimos ponernos un nombre como colectivo, aunque nos era un poco secundario esto del nombre, y de hecho empezamos llamando al colectivo Alhurria y hace unos meses que cambiamos a Cámara Negra.
P.— Ibrahim es vuestro primer proyecto. ¿Por qué os decidisteis por esta idea? ¿Qué va a ser lo próximo que hagáis?
R.— El guión llevaba un par de años rondando por la cabeza de uno de los miembros, que escribió con otras personas. Nos decidimos por él porque varias de nosotras vivíamos en el barrio de Lavapiés (Madrid) y era una realidad que podíamos retratar desde dentro, no como meros espectadores. Una realidad, la del racismo, las fronteras y la migración, que se vive hoy en día de muchas formas, en muchos lugares, pero que mantienen el nexo común de la represión hacia el diferente, hacia el que no interesa ni nutre el sistema. Todos los actores tienen algo de su persona dentro del papel que interpretan, y es por ello que en algunas escenas el cortometraje roza el género documental a través de diálogos reales entre las personas que aquí retratamos. Después de Ibrahim el colectivo ha realizado un documental sobre la revolución siria, narrado a través de las voces de activistas sirios, exiliados en Turquía. Se intenta en él reflejar la revolución que vivió y vive el pueblo sirio, no la visión de los bandos poderosos que es la que los medios nos cuentan. El documental se llama Ecos del desgarro. La historia de una revolución imposible, y actualmente se está proyectando en diferentes ciudades. Pronto estará disponible en la web.
P.— ¿Cómo se organiza el colectivo? ¿Cómo os financiais?
R.— Nos organizamos por proyectos que nos surgen o nos proponen y que nos son afines. No sólo para hacer vídeos, sino también diseño de carteles, pegatinas, fanzines… Y bueno, no seguimos unas reglas de organización constante, sino que para cada proyecto participan las personas a las que les apetece y de la forma que quieren participar. El tema del dinero siempre es espinoso, porque lo odiamos. Después de muchas reflexiones y debates en torno a la financiación, decidimos intentar que no fuera un problema; es decir, que intentamos realizar los trabajos con el material que tenemos (nuestras cámaras, trípodes, ordenas y demás), reciclando (filtros y gelatinas para los focos, y todo lo que podamos), truequeando (objetivos o equipos por trabajos de edición…), expropiando (desde la okupación y no pagar luz, hasta la expropiación de material a las grandes productoras y grandes comercios, en lo que somos escrupulosos)… Intentamos no depender del dinero en la medida de lo posible; cuando el material o los medios no son suficientes nos autogestionamos realizando eventos (festivales, charlas, conciertos…) o vendiendo DVD de los proyectos del colectivo.
P.— ¿Dónde habéis encontrado vuestras referencias? ¿Tenéis fuente de inspiración o seguís algún movimiento?
R.— La mayoría de los miembros del colectivo venimos de un trabajo previo en medios libres y/o comunicación comunitaria y de una ideología libertaria y anarquista, y en base a estas experiencias previas, personales y de fuera pero que están documentadas, nos basamos para la organización y realización de los proyectos. Tenemos muchas referencias tanto organizativas como cinematográficas, a las que acudimos a la hora de llevar a cabo los proyectos. Ninguna concreta, pero sí nos nutrimos de las experiencias de cine anarquista y colectivizado que hubo durante la Guerra Civil, de experiencias de comunicación comunitaria y medios libres en América Latina, de experiencias de resistencia en pueblos arábes, latinos y europeos y de autores y directores que cuentan las historias de una forma no comercial ni convencional. Nosotras pretendemos que lo importante del proceso no sea tanto el «producto» en sí, sino la forma trabajar entre nosotras y los debates que puedan surgir con la gente tras su visionado. Vamos probando y aprendiendo. Siendo nuestras máximas la horizontalidad, la autonomía, la autogestión, sentirnos a gusto con lo que hacemos y contar las historias que nos mueven.