Si a principio del s. XX las condiciones de vida de la clase obrera eran terribles, para mujeres y niños trabajadores lo eran aún más. Las luchas de obreras y obreros del textil de entonces están en el origen del 8 de Marzo, aunque el revisionismo histórico nos quiera convencer de lo contrario.
Varias reivindicaciones protagonizadas básicamente por trabajadoras textiles en Estados Unidos en un movimiento obrero genuino, tanto en 1857, como en 1908, 1909, 1910 y 1911, encarnan el simbolismo que rodea el 8 de Marzo, Día de la Mujer Trabajadora. De todos ellos, el incendio de la «Triangle Shirtwaist Company» de 1911 con la muerte de las obreras que el año anterior, 1910, habían protagonizado la primera huelga llevada a cabo exclusivamente por mujeres es el más significativo.
En 1910, a nivel mundial, el movimiento obrero estaba dotándose de herramientas para mejorar las espantosas condiciones de vida y trabajo causadas por el desigual reparto de la riqueza. Así nació la CNT ahora hace cien años y desde su congreso fundacional acordó que todas sus sociedades lucharían por el derecho de la mujer al trabajo asalariado y la disminución de su jornada laboral, además de denunciar la doble jornada que padecían, a fin de concienciar a sus compañeros para que actuaran en consecuencia.
La explotación de la mujer trabajadora recorre todos los continentes y sus explotadores pueden ser tanto hombres, como otras mujeres, pueden ser, también sus familiares. Año a año, se perpetúa esta triste afirmación, porque ese plus de explotación a lomos de las trabajadoras engorda las cuentas que los poderosos/as tienen en su paraíso.
En nuestro país son mucho más pobres que los hombres. Forman parte del cada vez más numeroso grupo de pobres con trabajo:
* Salario insuficiente: 80% de los contratos a tiempo parcial, 25% menos en el salario base y 70% menos en complementos variables y horas extraordinarias que los hombres, teniendo, además más cargas familiares, a pesar de estar cada día más sobrecualificadas. Y esto cuando no están en la economía sumergida cobrando “a la pieza”.
* Pensiones de miseria: Incapacidad, un 87% que la del hombre, jubilación: un 59% que la del hombre.
* Maternidad: La tienen que condicionar a la escasez de servicios para criaturas y familiares dependientes, la falta de corresponsabilidad de sus parejas y la imposibilidad de subsistir en esa situación. (18% de interrupción de embarazo, la mitad, mujeres inmigrantes) (el 43% de nacimientos de madre extranjera, ésta era soltera, doble que españolas).
* Salud laboral: Peor y encabezando los accidentes laborales graves (no mortales).
* Trabajadora extranjera: Situación aún más grave en todos los apartados, al trabajar en sectores con más desregulados (servicio doméstico, hostelería, agricultura) y no contar con apoyo familiar.
* Mujeres mayores: Pensiones de hambre, enfermedades crónicas por las condiciones en las que trabajaron a lo largo de su vida. Sus hogares, junto a los de los emigrantes, son los menos habitables.
En el mundo, la desigualdad de género, la falta de expectativas potenciales, la discriminación y la violencia contra las mujeres son la norma y no la excepción. Partiendo de que las mujeres trabajadoras están soportando la mayor explotación, las organizaciones de trabajadores reivindicamos:
* Igualdad laboral
* Distribución equitativa de actividades no remuneradas entre todos los que conviven.
* Disminución de jornada para todos
* Servicios comunitarios suficientes
Pero no todo es negativo, en estos cien años las mujeres trabajadoras encuadradas en auténticos sindicatos han conseguido mayores mejoras en sus derechos. Aquéllas pioneras enseñaron el camino de las asociación la emancipación es de cada una y de todas: La historia de las mujeres sindicalistas es una historia de elección y de renuncia, es una historia no concluida: dispuestas a luchar por nuestros derechos y con el apoyo solidario y coherente de los compañeros, superaremos nuestros lastres y alcanzaremos la emancipación total.
Secretaría de Prensa y Comunicación del SP del CN