COLUMNISTAS | ABEL ORTIZ
No es tan difícil, a pesar de que se empeñen los
expertos en psicomagia informativa, explicar de dónde viene el esperpento
Borbónico actual, cuáles son sus parámetros fundacionales, su, por llamarle
algo, lógica genética, el intríngulis de tanto besamanos y genuflexión.
Lo
contaba un eximio cronista de la corte en una conferencia sobre el contubernio
de Múnich, cuando entonces.
Recién terminada la guerra, cerillita, el general de
la voz de pito, entra en Madrid. Es recibido con un Tedeum solemne, profusión
de brazos incorruptos y cristos de Lepanto, en la iglesia de Santa Bárbara, por
el cardenal correspondiente que recibe, de manos del “comandantín”, ya “generalisísimo”,
la espada de la cruzada.
En la correspondiente homilía el buen señor informa
del trasfondo teológico-filosófico a partir del cual nace la legitimidad del régimen
actual, pronunciando una frase (que suscribirían Ana Botella y su consorte,
Esperanza Aguirre o el gran Rouco Varela) ante la estupefacción de la concurrencia:
La espada de Franco ha terminado para siempre con el pensamiento de Kant…
Al día siguiente, en el Banco de España, uno de los
pocos edificios que la aviación alemana no había bombardeado, y tras el desfile
militar de rigor, Paquito pronuncia un discurso. Está presente el gran visir,
el general Gambara, los barandas de la Legión Cóndor y otros escogidos
coleguitas, la mayoría uniformados. Paca la culona, según Queipo de Llano,
Franquito para los amigos, hace un repaso de todos los tópicos sobre el valor
legionario, el honor militar y la raza hispana. Tras un breve silencio, que
relatan los periódicos de la época, se tensa y dice: Os convoco a una misión
aún más importante, más necesaria… ¡Tenemos que acabar con el espíritu de la
enciclopedia!
Digo yo que si pasamos a Kant, autor de Crítica de la
razón pura y Crítica de la razón práctica, por el garrote vil y colgamos de las
farolas de la gran vía a Diderot, D’Alembert y Voltaire, con el correspondiente
permiso de Cristina Cifuentes, tampoco es tan raro que Maruhenda dirija un
periódico de nombre antifranquista, Cosidó sea director general de la policía o
el espíritu santo esté a cargo del ministerio del interior.
Se entiende, con la Ilustración fusilada al amanecer y
sin acudir al callejón del gato, que en la Plaza de Oriente, en el balcón de
palacio, aparezca un Borbón en tiempos de Internet, el genoma o la física
cuántica, después de un paseo en Rolls Royce por la gran vía, viniendo de un
congreso de majaras. Lo normal.
Por eso había doscientos francotiradores apostados en
los tejados como TJ, el de los SWAT. Intentaban identificar a gente que pensara
impunemente por las calles de Madrid. Un librepensador es un peligro público
como muy bien sabe la patronal. Por eso regalaban carteles a los comerciantes y
banderitas como las de los “cochitos chocones”. Y cuando estos regalan algo,
aunque sea una mierda rojigualda plastificada, por algo será. La prensa, radio
y televisión han sido unánimes: Para mantener la paz y la estabilidad
institucional es preciso acabar con el pensamiento de Kant, el espíritu de la
enciclopedia y alejar de nosotros, definitivamente, la funesta manía de
pensar.