«No lloren por mi, organícense» – Joe Hill, el anarcosindicalista condenado a muerte

A pocos años del centenario de la ejecución del revolucionario y anarcosindicalista Joe Hill, es tiempo de recordar a quienes participaron activamente con su lucha por la revolución.

Joe Hill, es la historia del rebelde que persigue la revolución, y participa y combate activamente en la mexicana del lado de los revolucionarios anarcosindicalistas, como miembro activo del sindicato IWW, y que como Sacco y Vanzetti fue ajusticiado en USA, en 1915, por su condición de anarquista y revolucionario. Joe Hill vivió en una época en la que la revolución también se hacía con una guitarra y una canción para elevar la moral de las clases trabajadoras y de los revolucionarios.

Sus últimas palabras a sus compañerxs sindicalistas, antes de ser ejecutado, fueron: “¡No lloren por mi, organícense!”

Esta es una breve e incompleta biografía…

Breve apunte sobre la vida y lucha de Joe Hill, anarcosindicalista y compositor de canciones revolucionarias que fuera asesinado por el capitalismo yanqui en 1915

Joel Emmanuel Hägglund nació en Gävle (Suecia) en 1879. Emigró a Estados Unidos en compañía de Paul, uno de sus hermanos, bajo el nombre de Joseph Hillström. Llegó a Nueva York en octubre de 1902.

Los hermanos Hägglund habían estudiado inglés en Suecia. Tenían una imagen idílica de Estados Unidos como la tierra prometida, el paraíso idílico de la prosperidad para todos. Pero nada más llegar se dio de bruces con la evidencia.

Tuvo ocasión de conocer a fondo la realidad capitalista más salvaje, al recorrer los Estados Unidos de costa a costa desde Nueva York hasta Hawai, como “hobo” en los trenes de carga o de polizonte en los barcos, trabajando en las minas, en la industria maderera y como estibador de los muelles.

Su ingenuo mito se rompió pronto por las duras condiciones de trabajo y la salvaje explotación que padecían los trabajadores inmigrantes.

Se estableció finalmente en California y cambió otra vez su nombre por el de Joe Hill. En 1910 se afilió al sindicato IWW, los “wobblies” y fue uno de los dirigentes de la huelga de los trabajadores del muelle de San Pedro, en California. En 1912 le apalearon dejándole una cicatriz durante un mitin en San Diego.

El sindicato IWW comenzó a utilizar la música para atraer la atención de trabajadores en reuniones sindicales, e incluso en las esquinas de los barrios obreros. Hill compuso canciones revolucionarias que aparecían en los periódicos del sindicato, Industrial Worker y Solidarity. La fórmula del IWW consistía en poner estrofas pegadizas y combativas a las canciones populares y a los himnos que cantaban los trabajadores. Hill solía decir que un libro es bueno, pero pocas veces se lee más de una vez, mientras que una canción se aprende de memoria y se repite continuamente. Esa era la fuerza de la música como instrumento de lucha obrera.

El sindicato recopiló todas esas melodías, publicando un folleto titulado “Red Songbook” (Libro rojo de canciones) con repertorio de himnos para las manifestaciones y piquetes de huelga. De ellas 13 eran composiciones de Hill, que las llamaba “canciones para aventar las llamas del descontento”. Entre las canciones más conocidas estaban ‘The preacher and the slave’ (El predicador y el esclavo) y ‘Casey Jones, the union scab’ (Casey Jones, el esquirol) que se convirtieron luego en temas populares internacionalmente conocidos. ‘The preacher and the slave’ era una parodia del himno del Ejército de Salvación al que Hill le cambió la letra para convertirla una canción de combate. La segunda, ‘Casey Jones’, fue escrita en apoyo a una huelga de 35.000 ferroviarios en el estado de Illinois.

Estas canciones tuvieron una extraordinaria importancia, ya que la mayor parte del proletariado estadounidense era inmigrante y apenas hablaban inglés ni ningún otro idioma común. Obreros que trabajaban en la misma empresa no se podían entender entre sí. En 1912 durante una huelga en Lorenzo (Massachusetts) los trabajadores hablaban 44 idiomas distintos y los capitalistas hicieron todo lo posible por dividirlos hostigando a unos contra otros. Los trabajadores inmigrantes eran de tan diverso origen étnico que las barreras linguísticas les impedían comunicarse. Sin embargo, todos entendían las canciones de Hill y su música sirvió como factor de unidad y de solidaridad.

Hill era un decidido partidario de la incorporación de las mujeres trabajadoras a la lucha de clases… A causa de su lucha sindical los capitalistas dejaron de contratarle en California, y tuvo que trasladarse a Utah, donde comenzó a trabajar en unas minas cerca de Salt Lake City. Allí ayudó a organizar en 1913 una huelga en la empresa United Construction Company.

Poco después de esta lucha, fue acusado del asesinato de un ex policía. El juicio fue “manipulado” por el Gobernador William Spry, quien admitió que deseaba utilizar el caso “para frenar a la calle que ruge” y para despejar el estado de sujetos sin ley y agitadores del IWW.

En el juicio contra Hill los testigos no pudieron identificarle como uno de los asesinos. Por otra parte rechazó defenderse activamente en el juicio ante el oportunismo de dos jóvenes abogados que quisieron hacerse famosos a costa de su persona.

Los dirigentes de la IWW denunciaron que la detención de Hill era un ataque directo al movimiento sindical. Los capitalistas del oeste, especialmente los empresarios mineros del cobre de Utah (lugar en el que pasó una temporada trabajando), habían conspirado para quitarselo de en medio con la ayuda de Harry Mc Crae, un director de una agencia privada de detectives. Incluso el gobernador del estado, William Spry, admitió que deseaba utilizar el caso “para frenar a la calle que ruge” y para despejar el estado de sujetos sin ley y agitadores de la IWW.

Durante los 22 meses que pasó en la prisión, Hill siguió escribiendo canciones, incluyendo la que él consideraba su mejor composición, ‘Rebel Girl’, dedicado a la mujer proletaria.

Se comenzó una gran campaña para frenar su asesinato. Elizabeth Flynn, la sindicalista a la que Hill dedicó ‘Rebel Girl’, le visitó en prisión y fue una de las más ardientes defensoras de la revisión del proceso. En julio de 1915, 30.000 miembros de la IWW australiana exigieron al gobernador William Spry la liberación de Hill. Resoluciones similares llegaron del gobierno sueco, de las Trade Unions británicas y de otros sindicatos europeos. El propio presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, también entró en contacto con Spry y le pidió por dos veces la revisión del asunto. La petición fue sistemáticamente rechazada.

Cuando Hill oyó la noticia, envió un mensaje a Bill Haywood, uno de los dirigentes de la IWW: “Adiós Bill. Muero como un verdadero rebelde. No pierdas el tiempo con el luto. Organiza”. Desde entonces esta frase se ha convertido en un grito de guerra del proletariado norteamericano: “No pierdas el tiempo con el luto. ¡Organiza!”.

Lo ataron a una silla y pusieron un corazón de papel en blanco sobre su pecho para que un pelotón de fusilamiento de cinco mercenarios no fallara en su puntería. Era el 19 de noviembre de 1915. En Chicago asistieron 30.000 obreros a su funeral, uno de los más concurridos de Estados Unidos. Las palabras de homenaje y despedida se leyeron en nueve idiomas distintos. Antes de morir escribió un poema, ‘Last will’, en el cual consignaba su voluntad prostrera, que sus camaradas llevaron luego a la práctica.

Joe Hill personifica la más pura tradición de la canción revolucionaria. Quería componer canciones para aventar las llamas del descontento, y lo consiguió. Nunca grabó discos, pero los 53 temas que compuso se siguieron cantando en los piquetes de huelga, en las reuniones sindicales, en los mítines y en las manifestaciones. No conservamos su voz, pero sí sus canciones que, aún hoy, forjan los emblemas de la unidad y la solidaridad entre todos los obreros. La antorcha que él prendió sigue encendida.

En 1925 Alfred Hayes escribió un poema sobre Hill que más tarde, adaptada por Earl Robinson y cantada por Paul Robeson, llegó a ser muy conocida: ‘I dreamed I saw Joe Hill last night’ (Anoche soñé que veía a Joe Hill). En los años 30 los mineros de Gales (Gran Bretaña) la adoptaron como himno propio durante sus huelgas. Paul Robeson volvió a cantar este tema ante los obreros suecos en 1949 en medio de lágrimas y rabia por el crimen. Joan Báez incluyó esta canción en el repertorio que interpretó en el festival de Woodstock en 1969 ante 300.000 asistentes.

RSS
Follow by Email
WhatsApp