Escritora feminista y anarquista, Antonina Rodrigo ha sido galardonada el pasado 30 de enero como académica de Buenas Letras de
Granada.
I. Nistal | Periódico CNT
Fotografía: David Peña Pérez
Pregunta.– ¿Siente este galardón como un reconocimiento a su larga trayectoria
literaria?
Respuesta.– Sí, lo reconozco como gesto generoso de mis gentes y lo acepto con
gratitud.
P.– ¿Es hoy el mundo de la cultura diferente al de hace unas décadas? ¿Ha
sucumbido a la llamada modernidad?
R.– Atravesamos un momento crucial de desvalorización tanto de la Cultura como
de la Sanidad y los Derechos Humanos, elementos básicos de toda sociedad, por
la falta de respeto e incoherencia de nuestros retrógrados e indiferentes
gestores políticos.
Yo más que modernidad, diría que ha
sucumbido a una ruina. Por ejemplo, basta con pensar en las colas que hay para
el libro de Belén Esteban. Esa cultura de los medios, de la gente que no lee
nunca y compra el libro que ha visto en la tele. En este sentido vivimos una
época ruinosa de la cultura.
P.– ¿Tienen vocación pedagógica las biografías, ensayos, cuentos y aleluyas que
escribes?
R.– Sí, con rotundidad. Un personaje no es un árbol solitario en una pradera.
Concibo la biografía como una cosa total. A diferencia de Savater, me interesan
los detalles. No es lo mismo una persona que ha nacido en una casa burguesa,
que disponen de biblioteca, etc., a aquellos de familia obrera, que apenas han
ido a la escuela, que han pasado hambre, frío… pero que tienen una cultura
anarquista, porque con la cultura se puede cambiar el mundo, como pueden ser
los casos de José Molina o Luis García Gallo. Yo considero a esta gente que no
tienen en cuenta los académicos.
En este sentido destacaría la calidad humana de mis personajes, hombres y
mujeres, conocidos o anónimos, que vivieron la República, la Guerra y el Exilio. Fueron
gentes que lucharon por su emancipación, contra el fascismo (1936-1945). En
considerable mayoría pertenecieron a esa generación de adultos precoces que a partir
del levantamiento militar del 18 de julio de 1936, adquirieron una madurez y un
sentido de la responsabilidad, que no correspondía a su edad cronológica.
Muchos, adolescentes, de la noche a la mañana, en los barrios obreros,
colaboraron en los comités y grupos surgidos de la clase trabajadora, para
incorporarse a los frentes. Pero también gentes de la clase media y burguesa
que, con la República 1931, habían adquirido conciencia social, se lanzaron a
defender la democracia desde su status universitario o laboral, ante el del
levantamiento fascista, de unos militares que habían jurado la Constitución y
ponían en peligro el proceso democrático iniciado.
P.– Precisamente ahora se encuentra trabajando en una obra sobre el dibujante
Gallo. ¿Qué le ha motivado a la hora de escribir este libro?
R.– Admiración. Perteneció a una familia humilde, tuvo escasa formación
escolar y empezó a trabajar muy pronto. Dibujó con gran maestría por generación
espontánea, en su adolescencia se apasionó por el cine, maravillado por la
fuerza de las películas mudas. Trasladó a su dibujo el movimiento y la
expresividad de aquellos actores sin palabras. Fue dibujante durante toda la
guerra en la prensa anarquista. Pasó a Francia en 1939, incorporado a su
ejército. Estuvo en cuatro campos de concentración. Después marchó a París y
allí fue pionero internacional del comic bajo el nombre de Coq, su segundo
apellido traducido al francés. Su firma alcanzó un alto nivel de popularidad en
Europa y América.
Me
interesan y maravillan estos triunfadores autodidactas. Famosos fuera de
nuestras fronteras e ignorados en su país.
P.– Una buena parte de esas biografías las has dedicado a mujeres más o menos
reconocidas. En lo que respecta a las mujeres libertarias como Federica
Montseny o Amparo Poch y Gascón, ¿qué aporta su pensamiento de novedoso a la
sociedad?
R.– Ellas representaron la rebeldía, el compromiso, la lucha, el ansia por
cultivarse, sobre todo la clase obrera, ingredientes transgresores de la mujer
nueva que ofrecía el advenimiento de la República, ellas que venían de un
tiempo de sumisión, silencio y analfabetismo.
Federica Montseny, una de las mujeres más cultas de su época, estuvo acunada en las ideas
racionalistas y libertarias de sus padres. Su aportación en el campo literario,
a través de la denodada lucha editorial de sus padres, con publicaciones
dedicadas especialmente al mundo obrero, fue ejemplar. La fuerza de su oratoria
de la líder anarquista que llenaba las plazas de toros, con miles de
espectadores. Figura emblemática del movimiento
anarquista, fue la primera ministra de España y, al parecer de Europa, Ministra
de Sanidad y Asistencia Social, en setiembre de 1936 a mayo de 1937, implicada
en la despenalización de la intervención voluntaria del aborto. En 1939 salió al exilio donde fue perseguida
y encarcelada por los nazis en la Francia ocupada. Se salvó de su extradición a
la España franquista que la reclamaba, por una ley francesa, que protegía a la
mujer embarazada.
Amparo
provenía de una familia absolutamente pobre y muy beata. Y esta mujer sabe en
seguida que quiere ser médica y va a las fábricas y talleres y en una pizarra
enseña a los obreros y obreras sobre pedagogía sexual. Cofundadora de la
revista Mujeres Libres, una gran parte de sus escritos estuvieron consagrados a
difundir enseñanzas esenciales sobre maternidad, puericultura, sexualidad e
higiene y las plagas de la época: sífilis, tuberculosis y alcoholismo. Como periodista, las
tumba a todas en el periódico de la Universidad. Hubiéramos estado a la cabeza
de Europa a nivel pedagógico con gente como Amparo o Francisco Ferrer i
Guardia…
Abogaba por una maternidad consciente, en donde
pudiese elegir cuándo, cómo y con quien tener hijos, lo cual en la España de
los años veinte y treinta era escandaloso y el enfrentamiento y ruptura con las
ideas imperantes. Partidaria del amor libre, hizo el Elogio del amor libre, escrito con gran belleza y coherencia. En
1936 estuvo propuesta para Ministra de Sanidad, pero al final eligieron a
Federica Montseny. Al comienzo de la Guerra
Civil actuó como médica miliciana en los hospitales de campaña y de
sangre en Madrid. Y miembro de la Junta de Protección de Huérfanos de
Defensores de la República, estuvo consagrada a los niños y los ancianos
refugiados. Francia prohibió a los médicos exiliados españoles ejercer su
profesión, pero Amparo Poch, clandestinamente, prodigaba sus cuidados a los
necesitados, hasta que pudo ejercer en el consultorio de la Cruz Roja, en Toulouse,
donde acabó sus días con el mismo
altruismo que recorrió su vida.
Ellas eran mujeres que se habían batido
el cobre desde niñas y eran anarquistas. La humanidad que tiene el anarquismo
no la tienen los socialistas, ni los republicanos ni nadie.
P.– ¿Quién era María de Lejárraga? ¿Qué le atrae de este tipo de mujeres?
R.– Es una gran feminista, pedagoga, muy valiosa, pero en la sombra,
injustamente silenciada por ella misma al escribir bajo el nombre de su marido.
María fue una de las voces más nobles de España: maestra, escritora, política,
periodista, traductora, cofundadora de revistas modernistas… Ella crea la
Asociación Femenina de Educación Cívica, para la mujer trabajadora. Es la
primera mujer diputada que hay en Granada. Escribe de forma valiente a la
Iglesia, posicionándose con el pueblo. Escribió una tesis con lo que ha visto
en Europa, como por ejemplo que el niño y la niña hagan deporte en la escuela y
gimnasia, y los curas lo consideran como un escándalo.
Mis personajes siempre han estado al
lado del pueblo, con el compromiso, con la militancia, son gente humana que la
puedes tocar con las manos.
P.– ¿Qué queda de la Mariana Pineda que nos transmitió la historiografía
romántica?
R.– A través de mis investigaciones, me encuentro con una mujer comprometida en
la lucha revolucionaria contra la tiranía absolutista de Fernando VII.
Condenada a garrote vil antes de cumplir los 27 años, el pueblo la nombró
Heroína de la Libertad. En otro país tendría una estatua en cada ciudad, como
la Juana de Arco de los franceses, pues representa el símbolo de la libertad.
Federico García Lorca la encumbró a los
escenarios del mundo en su primer drama Mariana Pineda. Romance popular en tres
estampas. Los dos, Mariana y Federico serían víctimas de una sociedad
retrógrada, que se perpetua de un siglo a otro, síntoma muy grave que refleja
el estado de conciencia de un país.
P.– Acaba de participar en los actos del 75 aniversario del fallecimiento de
Antonio Machado. ¿Qué le viene a la mente cuando piensa en figuras claves como
la suya o la de Lorca o Miguel Hernández?
R.– Machado pertenece a los llamados `poetas del sacrificio´ con García Lorca
y Miguel Hernández. Los tres representan el alto voltaje de la represión
franquista. Lorca; fusilado frente a un pelotón. Machado; en huida al exilio. Y
Miguel Hernández, enfermo, abandonado en una cárcel, castigado por la Iglesia
al negarle ver a su hijo por no estar sacralizada su unión con la madre de su
niño. Pero Machado dijo una frase muy hermosa, algo así como que «ahora los políticos, los académicos, dirán que somos los vencidos pero yo
dudo que seamos los vencidos”.
Se trata sin duda de los poetas más
importantes del siglo XX y de otros muchos siglos. Hay que darse cuenta que nos
dejan a Miguel Hernández con solo 30 años. Machado era una conciencia entonces y sigue siendo ahora.
Por eso está tan vivo.
P.– Si pudiera definir brevemente el mundo actual en el que vivimos, ¿cómo lo
describiría?
R.– Un caos. El mundo no levantará la cabeza mientras la Iglesia esté metida
en la vida de las personas, de las ciudades, de los países. Cuando se sabe que
tiene los bancos y fábricas de armas más importantes.
P.– ¿Y qué le parece la situación generada en torno a la independencia de
Cataluña?
R.– Yo, como mujer libertaria, no quiero fronteras para los pueblos.
P.– ¿Cómo ve hoy al movimiento libertario? ¿Sigue teniendo ese potencial
transformador?
R.– Yo he conocido a través del exilio un anarquismo que no se parece al de
los jóvenes de hoy. Pero la fuerza del anarquismo está ahí, a flor de piel, es
una raíz viva, por su humanismo y su sueño utópico. No morirá nunca.
P.– Echamos de menos a tu compañero Eduardo Pons Prades. Hasta los últimos
momentos de su vida se esforzó en dar a conocer la obra constructiva de la
revolución española. ¿Hubiera disfrutado de momentos como la explosión del
15-M?
R.– Sí, qué duda cabe. Hubiera estado muy feliz. Creía mucho en la juventud,
estaba rodeado de ella porque es donde está el futuro.