Miedos manufacturados: El juego del calamar

Se está hablando mucho de la influencia de esta serie sobre los niños y niñas. Cómo la han consumido como un producto prohibido y cómo esta promociona una violencia gratuita. Pero, ¿qué es esta serie? ¿qué ofrece? ¿por qué se ha hecho viral en tan poco tiempo? ¿plantea críticas anti-sistema como dicen algunas voces?

El juego del calamar es una serie surcoreana que plantea cómo más de trescientas personas en situaciones de bancarrota y deudas flagrantes aceptan «jugar» a cambio de millones de wones (moneda surcoreana). Se juega a distintos niveles:

-Los jugadores desarrollan juegos infantiles con el componente macabro de que quedar «eliminado» significa literalmente ser eliminado de forma física.

-Se juega con los jugadores privándolos, a lo largo de su convivencia, de higiene, comida, descanso y sometiéndoles a estresores como no saber a qué juego van a enfrentarse cada día. Además, se fomenta el enfrentamiento entre ellos para provocar motines y asesinatos. Con cada muerto se incrementa el monto del premio hasta alcanzar la cantidad ganadora.

-Se juega con los «cuidadores» de los jugadores. Éstos son una suerte de soldados que tienen mayor o menor acceso al conocimiento del propio sistema en función de su gradación, pero todo queda muy difuso ya que no se explica de dónde salen.

La serie es francamente mediocre. Creo que en esa mediocridad está el acceso y éxito entre los niños de primaria. La trama no es excesivamente compleja, pero si lo suficientemente oscura y violenta como para atraer a adultos y lo suficientemente simple como para que la entiendan niños. A mi modo de ver ha sido un ensayo para ensanchar el margen de público objetivo. Por supuesto, la violencia gratuita y los mensajes de imposibilidad de escape frente a un sistema deshumanizador no son contenidos para la infancia, ni para una primera adolescencia.

Se ha hecho viral por la sencilla razón de que se ha invertido mucho dinero en marketing. Durante toda su emisión y, aún después, los clitbaits y anuncios relativos a la serie han sido constantes. Se han alimentado todas las polémicas en torno a ello. Se ha hecho un estandarte de violencia de las máscaras que aparecen en la serie. Todo con el único objetivo de que todo el mundo hable de ella y la consuma.

¿Qué si es anti-sistema? A duras penas. Todas las problemáticas las plantea en clave personal y nunca sistémica. Plantea tres: el endeudamiento, la represión del sindicalismo y el capitalismo salvaje.

Los personajes están arruinados por sus decisiones personales: uno por pendenciero, el otro por banquero corrupto, o, en el mejor de los casos, habla de mafias. De nuevo es una decisión personal pedir préstamos, servicios o directamente trabajar para estas mafias y, por tanto, endeudarte con ellas. Nada explica un contexto en el que estas mafias proliferan, y se suceden las deudas. En la serie se asume como una realidad la imposibilidad de hacer frente a los gastos médicos, otro factor de endeudamiento que si escapa a la lógica de la decisión personal. El contexto simplemente es, no se explica ni se critica.

La represión sindical se trata casi como un sueño pasajero hilado a la idea de un mundo perdido donde el trabajo era para toda una vida. Se habla en clave personal de una huelga en la que la policía asesina a un amigo del protagonista. ¿La culpa es del Gobierno? ¿de la Policía? ¿del Estado? ¿del Sistema? No, la culpa no es de nadie, es un recuerdo triste sin más, no explica nada en la trama, no hay una crítica, sólo sirve de background al personaje principal y sin mucho peso.

El capitalismo salvaje. Aquí quizás incida un poco más, porque parece una de las ideas fuertes de la serie. El deseo por poseer dinero y lo que puede llegar a hacer la gente por él sobrepasa cualquier forma de ética. Tener o no ética es una cuestión personal, un adorno para los supervivientes. Las personas ricas que aparecen que usan ese dinero para divertirse creando esa suerte de «Juegos del hambre» (spoiler) y los pobres endeudados hasta las trancas son capaces de hacer lo que sea (traicionar, engañar, matar), por ese dinero, alejando al espectador de ambos. Hacen falta narrativas más complejas y cercanas al espectador para hacer una crítica real. Quedan por otro lado, los que se prestan a ello, los tipos de las mascaras de los cuales no conocemos su motivación. Lo único que nos muestra la serie es que son también corruptibles, de hecho un grupo de ellos hace dinero por otras vías (vendiendo órganos de jugadores muertos). El jefe de estos enmascarados sólo plantea un tipo de ética El respeto ciego a las normas.

Frente a este truño que nos inundará el próximo halloween, hay narrativas menos presuntuosas y bastante más profundas. Sin ir más lejos: Free Guy. Una película (dos horas frente a siete u ocho de coreanos que chillan) en la que nos plantean un mundo inspirado en varios videojuegos como Grand Theft Auto y Fortnite donde los personajes realizan misiones ejerciendo la violencia directa sobre los habitantes de la ciudad y enfrentándose entre ellos. Las metáforas sobre trabajadores, trabajo, libertad, amor, sistema capitalista, etc son mucho más claras e interesantes, y te echas unas risas. Esta película no la voy a destripar porque sí merece la pena verla. Por supuesto no la idealicéis, ni penséis que es la panacea.

Termino recordándoos la frase manida «La revolución no será televisada». Los productos culturales son necesarios para la reflexión, y algunos muy disfrutones, la verdad. Pero la lucha está ahí fuera, en tu sindicato,en tu grupo de consumo, en tu asociación, en tu trabajo y está compuesta de hechos y no de polémicas que sirva en bandeja gente tan confiable como Ana Rosa Quintana.

Jaime M. Toro

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