Me
da miedo el desempleo
de
tantos viejos y viejas,
no
el descanso ni el mío ni el ajeno,
sino
esa forzada manera de vivir
los
previos al largo navegar,
viviendo
a cuenta de los demás parias,
menos
del Estado y los bancos
esos
ladrones del sudor,
esos
fantasmas que nos aterrorizan
con
el día siguiente.
(Ya
sin poetizar, cala más el desempleo
de
los jóvenes,
esa
puerta a la muerte prematura
de
la vida plena:
irse
sin amar siquiera,
sin
ver los mundos,
sin
tramar historias para quienes los siguen,
esa
ráfaga que los desangra mientras bailan,
mientras
fuman,
mientras
orinan en los rincones
sus
primeras cervezas y entusiasmos)
Me
preocupa el desempleo,
personal
y masivo,
no
la desocupación,
pues
esa flor del desaprovechado,
hace
mucho no la huelo yo,
ni
la olfatean las mariposas.