OPINIÓN | ROSA DROSERA
Son muchos los motivos por los que la llamada “eufemísticamente” maternidad subrogada no debería legalizarse o regularse. Es obviamente un nuevo ataque a la dignidad de las mujeres, una forma más de explotarlas y de aprovecharse de situaciones de pobreza y por tanto de la inferioridad de condiciones y oportunidades. Otra manifestación del modo en el que se producen las relaciones de poder y de dominación que el patriarcado capitalista ejerce sobre las mujeres, que intenta camuflarse con denominaciones eufemísticas y engañosas, con el fin de satisfacer el ego y ansias de transcendencia de algunas personas.
Es interesante aclarar que la Subrogación es un concepto que en derecho hace referencia a la delegación o reemplazo de competencias hacia otros. Eso significa que previamente alguien tiene que poseer esas capacidades o competencias para transferirlas a otra persona. Y aquí estamos hablando,en general, de personas incapacitadas para gestar hijos o reproducirse, ya sea por impedimentos biológicos, ya porque su desarrollo sexual se lo dificulta o impide. Por lo tanto dejemos de hablar de “subrogación”, pues no se puede transferir una capacidad que no se posee.
El concepto de Subrogación tiene su traslado al mundo “productivo” dentro de este modelo de explotación capitalista y patriarcal. El art. 44 del Estatuto de los Trabajadores, sobre sucesión de empresas, posibilita que se pacte la “Subrogación de las trabajadoras” cuando se cambia la empresa que presta el servicio, o se dan cambios de empresa. Se logra con ello garantizar que las trabajadoras continúen en sus puestos de trabajo aunque haya cambiado el patrón.
El que actualmente se aplique esta palabra -“subrogación”- a la maternidad, dentro de un contexto mercantilista y de explotación, nada tiene que ver con lo laboral y sí mucho con el estatus y posición que se adjudica a la mujer en el patriarcado capitalista, como un producto más, objetivizada y mercantilizada hasta el extremo de producir en su útero un ser que nada lleva de la mujer (en teoría no tiene ninguna relación genética con lo que gesta), salvo su tiempo y salud.
Las primeras mujeres en prestarse a tener hijos de otras personas fueron mujeres pobres de países pobres, que vieron en esta opción una forma de obtener recursos económicos para sacar adelante a sus propios hijos. La desesperación y la pobreza llevaban a algunas mujeres a vender a un hijo para sacar al resto adelante, así que ¿por qué no parir para otros y ejercer de incubadora? Pero las condiciones de vida y salud de estas mujeres no eran las más deseadas, ni tampoco las garantías sanitarias de estos países, sin olvidar lo peligrosos que son sus mosquitos y chinches que traen mal “dengue” que te mata. Esto ha llevado a quienes demandan este servicio –cómodos residentes de países desarrollados- a buscar una oferta de mujeres en sus países de residencia donde no es legal comprar mini-yos, y por lo tanto a emprender acciones para lograr legalizarla.
Quienes defienden la maternidad subrogada, hablan descaradamente y sin vergüenza alguna del “derecho a la paternidad/maternidad”, de modo que parece que quienes nos oponemos a ello les estamos negando su derecho a ser padre o madre, y no es así.
Lo que realmente desean establecer como derecho no es ser padre o madre, sino reproducirse genéticamente, transferir sus genes a un nuevo ser. En muchos casos, ser padre o madre parece que les importa un pimiento si la criatura no lleva sus genes. Desean perpetuar su estirpe y su sangre. Y esto no puede elevarse a la categoría de “Derecho”.
No confundamos las cosas entonces. Es un derecho vivir dignamente, poder hacerlo bajo techo, alimentarse adecuadamente, acceder a la educación, a la sanidad, tener un medio de vida digno, disfrutar de vacaciones pagadas… Y es un “deseo” vivir en un ático con piscina o en un chalet en el campo, comer langosta y percebes, estudiar en el extranjero, e irse de vacaciones a la otra parte del mundo.
La diferencia es clara. La maternidad/ paternidad es un derecho al que podemos libremente optar, o bien renunciar a él –aunque haya quien se empeñe en prohibir el aborto-. Sin embargo tener descendencia que lleve nuestros genes no es un derecho, es un deseo que no todo el mundo puede ver satisfecho.
Si lo que necesitasen estas personas fuera desarrollar sus ansias maternales y paternales, bien podrían adoptar y pelear para que los procesos de adopción fueran más sencillos, sin tantas trabas. Hay miles y miles de niños y niñas en situación de orfandad o de abandono, y necesitan padres y madres que los cuiden y preparen para la vida
En el mundo salvaje y natural sólo transfiere sus genes el “macho de la manada”, y en el mundo salvaje y patriarcal-capitalista quien buenamente puede y quiere y, como estamos viendo, quien tiene dinero para alquilar el útero de una mujer, comprando así la trascendencia genética, es decir: su“mini-yo”.
Hay quien argumenta a su favor mirando por los recién nacidos mini-yos. .Hablan de reconocer al bebé y darle un estatus “legal”, con derechos de ciudadanía en el país de los padres/madres -alguna solución habrá que darle a esas nuevas criaturas que no tienen responsabilidad alguna-, o quienes piensan que es necesario legalizarla porque ya existe esta práctica regulada en otros países. Pero la ablación es también legal en algunos países y se practica en muchos otros donde no lo es, como sucede con la esclavitud, el trabajo infantil, etc. ¿Vamos a regular su práctica por ello?
Crear un marco legal para permitir la maternidad subrogada es inadmisible. Significa dar un paso más en la explotación de las mujeres y continuar consolidando las relaciones de dominación imperantes, capitalistas y patriarcales, cerrando los ojos ante la pobreza. Supone mercantilizar totalmente la vida humana y dar status de “derecho” a lo que no es más que un deseo ególatra.