COLUMNISTAS | ANA SIGÜENZA
Periódicamente
se celebran ferias como la de Biocultura. Un mosaico donde se plantean
interrogantes sobre muchos temas: alimentos, materiales, edificación, salud,…..
También se presentan alternativas. Hasta ahí, bien, pero junto a todo ello, encontramos
espacio para negocios de superchería y todo un universo de consumismo ad hoc.
Impacta ver que
personas con actitud escéptica ante –digamos- la medicina convencional, se echen
en brazos de artilugios ridículos y de prácticas supersticiosas.
La actitud
escéptica, la curiosidad y la mente abierta permiten avanzar. Pero la
credulidad, causa y consecuencia de la vulnerabilidad, hace retroceder.
Aun teniendo un
concepto amplio de la ciencia, determinadas opciones en este mundillo de lo
“ecológico”, “alternativo”, “natural”, tienen la misma enfermedad que las
pseudociencias: Es cuestión de creencias, es cuestión de fe. Y cuando está todo
organizado, a eso se le llama religión, especialmente si regula un código de
conducta. Así surgen nuevos pecados y nuevos profetas.
¿Cómo
consideramos un artilugio de la feria denominado “Conector Cielo-Tierra”,
definido como “amplificador vibracional
de conciencia” del que se afirma que “trabaja
ADN físico a nivel subatómico y también sobre el resto de capas sutiles”?.
¿O que la
propiedad privada es sagrada, que lo público debe ser mínimo, que lo privado es
más eficiente o que se abusa de la huelga?
Las explicaciones esotéricas son
mantras: repeticiones automáticas en lugar de razonamiento.
Pero claro, la religión y los
mantras se han inventado para eso: Un camino fácil, a ninguna parte, que requiere
“mediadores” entre Dios y nosotros, entre la economía y nosotros. Los profetas.
Con dogmas y beneplácito de los
creyentes se justifica en sus homilías ahora el recorte de derechos civiles, la
nueva ley del aborto, la de inseguridad ciudadana, la de huelga.
En sus mantras de resignación y
acatamiento, sienten más que nosotros las dolorosas medidas que toman.
Es por nuestro propio bien, dada
nuestra ignorancia e inmoralidad.
Pecadores del mundo, uníos.