Los ambulantes han sido expulsados.
Los que ven en la niebla de las uvas
los caminos secretos de la luz.
Los que encienden las cabezas de paja
y enredan las aldeas
donde la muerte se pasea y susurra.
Los que viven de lo que no se toca
y tocan todo aquello que dice
«no tocar».
Los que adornan con lazos
los carromatos de miseria.
Los que plantan espirales de humo
por los nidos vacíos de los bosques.
Los ambulantes.
Viven en el anillo
que solo las urracas ambicionan.
Cantan la madrugada de madera.
Lloran por las plantas que mueren,
lloran por las plantas que nacen,
todo lo que está vivo
que duele y vive cerca o lejos
de ellos.
Ellos, los ambulantes,
los mismos, los diferentes
han sido expulsados.