Hoy siento la vida como un zarpazo. Un gancho brutal
directo al hígado. Una ejecución sumarísima.
Soy un cadáver aterido de frío. Un espejo
que chilla en el ocaso. Un pozo que aúlla.
Avanzo a tientas por mi jaula, sigiloso y confiado.
Palpando el áspero temblor de los barrotes.
Oliendo el rastro nauseabundo de la pólvora.
Aquí dentro la luz es una piedra. Un amasijo
de piel y de excremento. El sabor a tierra
de una tumba que cabalga.
Todo se precipita. Afuera aún resuenan los disparos.
Cada impacto es un desierto. Un desierto que me abrasa.