COLUMNISTAS | MONCHO ALPUENTE
De guardia en la frontera sur del demediado imperio
europeo, gendarmes y cruzados de un continente blanco y cristiano al mando de
un ministro sacristán, mitad monje,
mitad soldado de un ejército armado con pelotas de goma y protegido por un muro
de cuchillas, estamos a un paso de poner campos de minas para contener la “avalancha”,
la “invasión” de los parias de una tierra que nunca fue suya aunque la
trabajaran y regaran con su sangre.
Moros en la costa y subsaharianos
famélicos, hambrientos que solo se alimentan de falsas esperanzas y de sed de
Justicia universal. Hijos y nietos de
esclavos que llaman a las puertas de los hijos y nietos de los amos blancos que
los explotaron y expoliaron y que hoy no quieren verlos llamando a su puerta.
Entre las diversas y malvadas formas de colonialismo
o canibalismo económico patentadas por las potencias coloniales en África, la
colonización española dejó sus infames secuelas, la travesía del desierto del
pueblo saharaui y la corrupción del gobierno de Guinea Ecuatorial siguen
planeando sobre nuestro horizonte. La dictadura torpemente camuflada de Obiang,
su cleptocracia y su régimen de terror sitúan a este país africano compitiendo
en primera línea en la reñida pugna de la infamia global. Pero negociar con
Guinea S.A., empresa familiar que controla los recursos naturales del país,
como el petróleo, sigue siendo muy rentable. El gobierno español con la
inconcebible colaboración del Instituto Cervantes ha invitado al déspota
iletrado a dar dos conferencias en
Bruselas sobre el uso del español en África, espero que pronto le nombren doctor “horroris
causa” por la Complutense…