JULIÁN VADILLO MUÑOZ, Historiador | MADRID | Foto: Ferrer Guardia sale detenido del coche celular para asistir al juicio por el atentado contra Alfonso XIII | Extraído del cnt nº 421
El 13 de octubre de 1909 era fusilado en el Castillo de Montjuich el pedagogo Francisco Ferrer Guardia. Un Consejo de Guerra le había condenado a dicha pena como “cerebro” de la conocida como Semana Trágica de Barcelona. Un pretexto falso que servía como excusa a unas causas más profundas y que tenían a Ferrer en el punto de mira desde hacía muchos años. El odio que los sectores conservadores, clericales y pudientes de la sociedad española tenían contra Ferrer necesitaba un pretexto para poder eliminarlo.
¿Pero quien era ese Francisco Ferrer que tanto odio despertaba en los sectores clericales de la sociedad? Nacido en Alella en 1859 y a pesar de haber tenido un entorno muy próximo al catolicismo, desde muy temprano Francisco Ferrer comenzó a tener contacto con los círculos republicanos y anticlericales, ingresando en una logia masónica y estudiando de forma autodidacta.
Ferrer concibió su Escuela Moderna con los conceptos pedagógicos más renovadores: la coeducación de sexos, el racionalismo, el cientificismo, el contacto del alumno con la naturaleza, el desarrollo libre de la mentalidad del alumno, laicismo, abolición del examen y del premio y el castigo, etc.
Como muchas personas avanzadas de la época, la primera opción de Ferrer fue el republicanismo, conociendo la obra de Francisco Pi i Margall. Sin embargo, su trabajo le permitirá viajar con frecuencia entre España y Francia, tomando contacto con los círculos de Manuel Ruiz Zorrilla, del que fue su secretario, y su Partido Republicano Progresista. Las estrategias del zorrillismo consistían en promover movimientos revolucionarios que trajeran a España la República. Esto llevó a Ferrer a participar u apoyar levantamientos republicanos como el de Santa Coloma del Farnés en 1884 o el pronunciamiento del general Villacampa en 1886.
Pero Ferrer, en contacto con círculos internacionalistas y anarquistas, comienza a matizar sus posiciones respecto a la República, adhiriéndose a distintas iniciativas y congresos de librepensadores. Junto a una turbulenta vida sentimental, Ferrer comienza a estudiar de forma más profunda las iniciativas de renovación pedagógicas que se están dando en Europa y que tiene a los anarquistas como principales protagonistas. Las aportaciones de Charles Malato o la aplicación práctica del Orfelinato de Cempuis de Paul Robin fueron cuestiones que impactaron mucho a Ferrer.
Ello le llevó a concebir la idea de fundar una escuela donde poder introducir dichos valores. Algo que se materializó cuando en agosto de 1901 fundó en Barcelona la Escuela Moderna en la calle Bailén, producto de una herencia recibida de una antigua alumna de Ferrer (Ernestina Meunier). Ferrer concibió su Escuela Moderna con los conceptos pedagógicos más renovadores. La coeducación de sexos, el racionalismo, el cientificismo, el contacto del alumno con la naturaleza, el desarrollo libre de la mentalidad del alumno, laicismo, abolición del examen y del premio y el castigo, etc., fueron valores trasmitidos por Ferrer en su iniciativa. Al calor de la Escuela Moderna se fundó una editorial con el mismo nombre, donde trabajaron como traductores intelectuales del movimiento obrero libertario como Anselmo Lorenzo y desde donde se dieron a conocer las obras más revolucionarias del pensamiento científico como las de Elisée Reclus o Piotr Kropotkin. Además, la Escuela Moderna editó un boletín y realizó actividades como las conferencias de los domingos. Por sus aulas e institución pasaron y participaron los intelectuales más prestigiosos de la época como Pompeyo Gener u Odón de Buen.
Su proyecto pedagógico pronto fue imitado por otros centros y la Escuela Moderna comenzó a crecer exponencialmente. Si el primer curso lo cerraron con 32 alumnos, en 1903-1904 ya alcanzaban los 114. Un crecimiento que fue visto como un peligro por los sectores clericales de la ciudad de Barcelona, que vieron en Ferrer un enemigo a batir. Por ello comenzaron a perseguir a Ferrer, intentado con ello acallar su obra en la Escuela Moderna. No era un secreto que Ferrer era partidario del desarrollo del movimiento obrero y que había participado en él con apoyo económico a muchas de sus iniciativas.
El primer intento serio de acabar con Ferrer se presentó tras el atentado que Mateo Morral perpetró contra el rey Alfonso XIII el día de su boda el 31 de mayo de 1906. El hecho que Morral fuese bibliotecario de la Escuela Moderna fue razón suficiente para vincular a Ferrer con el atentado. Detenido y juzgado fue absuelto por falta de pruebas, pero las actividades pedagógicas de la Escuela Moderna fueron suspendidas.
La desaparición de Ferrer no significó el fin de su legado. Su obra póstuma La Escuela Moderna sirvió para dar a conocer sus postulados pedagógicos que se extendieron no solo por España sino por el mundo con iniciativas y experiencias.
El segundo intento consiguió su objetivo. La movilización obrera que se produjo en Barcelona entre julio y agosto de 1909, por oposición al embarque de soldados para la guerra de Marruecos y la conflictividad social por las carestías que se daba en la ciudad, provocó un movimiento revolucionario que ha pasado a la historia con el nombre de Semana Trágica. La dura represión que se ejerció contra la misma alcanzó a Ferrer, que fue acusado de ser el inductor del movimiento a pesar de no tener ninguna vinculación con el mismo. En esta ocasión un Consejo de Guerra le llevó al paredón, a pesar de la inexistencia de pruebas y de que poco después de su fusilamiento fue reconocida su inocencia.
Una oleada de protestas en España y Europa dieron a ver la dimensión que las aportaciones de Ferrer habían ofrecido al movimiento de renovación pedagógica y cultural. La monarquía de Alfonso XIII quedó erosionada, así como la figura de personajes como Antonio Maura que tuvieron especial inquina contra el pedagogo.
La desaparición de Ferrer no significó el fin de su legado. Su obra póstuma La Escuela Moderna sirvió para dar a conocer sus postulados pedagógicos que se extendieron no solo por España sino por el mundo con iniciativas y experiencias. En 1911 fue erigida una estatua en Bruselas en recuerdo de Ferrer que ya en la década de 1990 fue reproducida en Barcelona.
Lo interesante de Ferrer no es solo su vida sino comprobar cómo 110 años después de su fusilamiento sus presupuestos pedagógicos aun tienen vigencia y aplicación para la renovación de nuestro sistema educativo. Ese es el mejor homenaje a Ferrer y su obra.