SINDICAL | Santander | Foto del Ayuntamiento de Camargo | Extraído del cnt nº 430
Soy delegada de la sección sindical de CNT en el grupo Urgatzi, empresa bien conocida por las trabajadoras de las residencias de Vizcaya en donde estuvieron en huelga un año; y, la última empresa en hacerse con el Servicio de ayuda o atención a Domicilio (SAD) del gobierno de Cantabria.
Llevo desde el año 2008 trabajando en dicho servicio como auxiliar de ayuda a domicilio. Entré cuando era una empresa pública denominada Emprendiser. Luego, fue privatizada en el 2011. Se dividió por lotes el servicio. Dichos lotes son licitados aproximadamente cada tres años por el gobierno de Cantabria, con lo que supone una pérdida de derechos progresiva y creciente. Este negocio se basa en bajos salarios y en precarizar aún más las condiciones laborales de las trabajadoras, en el dinero público que reciben del gobierno y en los copagos de los usuarios. Sin aportar nada ni crear puestos de trabajo puesto que ya están creados, pero eso sí se llevan pingües beneficios: no pagando el exceso ni cotizando por las horas reales trabajadas en los contratos a tiempo parcial; además de trabajar de dos a tres días de libranza al año gratis sin pagar el plus de domingos y festivos de dichos días; sin las compensaciones de los festivos trabajados en virtud de un acuerdo del comité de empresa y la empresa. Nos tienen a libre disposición sin pagar el plus de libre disposición por la supuesta deuda de horas para recuperarlas, ya que cuando un usuario renuncia al servicio: por ingreso hospitalario, vacaciones etc. nos ponen a deber esas horas, pero la empresa las cobra. Vamos, un sueño para el patrón hecho realidad: trabajo gratis; coche a su servicio, cuyo kilometraje no se paga ni un tercio de lo gastado en combustible; realización de funciones que no nos corresponden por ser de una categoría superior, como el control de glucemia entre otros; sin medios materiales para realizar nuestro trabajo -somos grúas humanas con gran desgaste físico; y, por si fuera poco, excluidas de la ley de prevención de riesgos laborales. Una larga lista de abusos que llevo denunciando desde hace años. Ahora, por si eso fuera poco, estamos obligadas a llevar un teléfono móvil con una aplicación para tenernos bien controladas, mientras pagamos de nuestro bolsillo la recarga de la batería y de la conexión virtual.
También queremos que nos cuiden, estar descansadas, que nos paguen un sueldo digno y se reconozcan nuestros derechos establecidos por ley como a nuestros compañeros sanitarios que también deben ser cuidados y reconocidos. Pero solo acumulamos ansiedad, estrés y frustración.
También nos vemos obligadas a disponer de ordenador y conexión a internet para que nos comuniquen los servicios a trabajar. Aderezado todo ello con pretender que firmemos un documento de confidencialidad con la empresa. Desde esta sección se ha peleado por nuestros derechos y, por que al menos se respete el convenio colectivo de por sí nefasto pero claro, lo negocian los de siempre. El próximo que se está negociando es el VIII convenio de la dependencia, será aún peor.
Cuando pides tus derechos te responden que eres una privilegiada, utilizando el mismo argumento de siempre que si los ancianos y dependientes tienen que estar bien cuidados, pura manipulación, claro que lo están y muy bien gracias a nosotras porque sin las trabajadoras, este servicio no funcionaría, sin su capital humano y nuestra habilidad en los cuidados. Pero también queremos que nos cuiden, estar descansadas, que nos paguen un sueldo digno y se reconozcan nuestros derechos establecidos por ley como a nuestros compañeros sanitarios que también deben ser cuidados y reconocidos. Pero solo acumulamos ansiedad, estrés y frustración.
Con la pandemia del Covid 19 nos declararon trabajadoras esenciales, eso sí para explotarnos a base de bien, además de ser un vector de la enfermedad. Un ejemplo: personalmente pedí equipos de protección individuales y la respuesta de la coordinadora de turno fue: “Búscate la vida, pues”. Nótese la delicadeza. Nos obligan a arriesgar la vida y nuestra salud como la de nuestros compañeros sanitarios sin recibir tan siquiera reconocimiento a nuestra digna labor y respecto a nuestros derechos, los cuales no son privilegios. Se han conseguido gracias a las luchas de las compañeras y compañeros que nos han precedido.
En resumen, el sistema se mantiene por la desigualdad: sector feminizado, salarios de miseria, precarización de las condiciones de trabajo y abultados beneficios para las empresas en connivencia con los políticos.