“La injusticia flagrante produce angustia y desasosiego”

AUTORES
| PABLO MARTÍN SÁNCHEZ

El
autor de
El anarquista que se llamaba
como yo
nos cuenta cómo en un ejercicio de egosurfing encontró a su tocayo y acabó descubriendo una historia
fascinante.

Julián
Vadillo | Periódico CNT

Pregunta.- ¿Cómo llegó hasta ti la historia de Pablo Martín Sánchez? ¿Por qué la historia
sobre un anarquista?

Respuesta.- En realidad, las historias no te
llegan: eres tú quien sale a buscarlas. Entiendo que el oficio de escritor
tiene más que ver con ir a cazar mariposas que con ir de pesca. Yo encontré la
mía practicando eso que algunos llaman egosurfing:
puse mi nombre en un buscador y descubrí que un tocayo mío (un tocayo perfecto,
con nombre y apellidos) había participado en un intento revolucionario contra
la dictadura de Primo de Rivera en 1924. Junto a él había otro buen puñado de
Pablos Martín Sánchez, pero yo me sentí atraído por la historia de mi homónimo
anarquista y no por la de los demás. Así que empecé a hurgar y acabé escribiendo
una novela de seiscientas páginas.

P.- ¿Cuáles
eran tus conocimientos previos sobre el anarquismo y sobre los sucesos de Vera
de Bidasoa?

R.- Sobre los sucesos de Vera de Bidasoa,
ninguno en absoluto. Nunca había oído hablar de ellos. Sobre el anarquismo, algunos
más, pero no era (ni soy) un experto en la materia. Es cierto que durante mis
años de formación tuve algunos contactos con los ambientes ácratas de mi ciudad
natal, Reus. Recuerdo haber frecuentado el Ateneu Llibertari y haber comprado
un montón de números de la revista La
Lletra A
, pero cuando me fui a estudiar a Barcelona, doné a la biblioteca
del Ateneu todos mis libros sobre anarquismo e insumisión, y no volví a
profundizar en el tema hasta hace cinco años, cuando empecé a documentarme para
escribir El anarquista que se llamaba
como yo
.

P.- ¿Qué
fuentes has utilizado para la elaboración del libro?

R.- Básicamente, las fuentes se podrían
englobar en tres tipos: hemerográficas, vivenciales e imaginarias. Es decir,
que por un lado he sacado mucha información de libros, periódicos, folletos,
actas, etc; por otro, he realizado un importante trabajo de campo, visitando
los lugares en los que transcurre la acción y hablando con personas que
conocieran los hechos narrados; y, por último, he recurrido a la fuente
fundamental de todo escritor: la imaginación, que no tiene nada que ver, dicho
sea de paso, ni con la inspiración ni con las musas…

P.- La
estructura del libro es la vida de Pablo Martín en permanente flash-back desde
los acontecimientos hasta las distintas etapas de su vida. ¿Por qué esa
estructura?

R.- Porque es profundamente literaria. La
estructura es el armazón de la novela, ella sola sostiene la trama e impele al
lector a seguir avanzando en la historia. Hasta que no tuve clara la estructura
no empecé a escribir, para mí sería como empezar a construir una casa sin haber
dibujado antes los planos.

P.- Por
la obra aparecen multitud de personajes. Algunos conocidos (Durruti, Ascaso,
Blasco Ibáñez, Rodrigo Soriano, etc.). Otros desconocidos (Robinson, Vicente
Holgado, etc.). ¿Son todos personajes reales? ¿Es cierta la historia de amor de
Pablo Martín y Ángela?

R.- Este es el tipo de preguntas que solo
responderé en presencia de un abogado [risas]. Mira, en esto de la realidad y
la ficción, yo suscribo lo que decía Nabokov: que la literatura es invención, y
que calificar un relato de historia verídica es un insulto al arte y a la
verdad. Mi novela pretende
difuminar las fronteras entre lo histórico y lo literario, involucrar al
lector en una trama en la que verdad y mentira no sean más que prejuicios
estéticos. Así que no tiene ningún sentido revelar qué porcentaje de realidad y
qué porcentaje de fantasía hay en el libro. Como diría un amigo mío: hay mucho
de ambas, un setenta por ciento de cada una…

P.- En
la parte final del libro, cuando el trágico final de Pablo Martín se acerca,
logras trasmitir a la perfección la angustia de una ejecución injusta, como
tantas ha habido en la historia. ¿Se consigue eso haciendo un ejercicio de
empatía y metiéndote en el papel del personaje o hace falta algo más?

R.- Yo, que vengo del mundo del teatro, sé que
eso de meterse en la piel del personaje es una metáfora muy bonita, pero que a
la hora de la verdad sirve de bien poco. En la única piel en la que hay que
meterse es en la del lector, porque si no el resto carece de sentido. Un cierto
grado de empatía con los personajes me parece necesario, pero un exceso de empatía puede
derivar en posturas maniqueas o en juicios morales que a mi entender le
hacen un flaco favor a la literatura. De modo que si he logrado transmitir la
angustia de una ejecución injusta, y lo digo sin falsa modestia, es porque todo
acto de injusticia flagrante produce angustia y desasosiego. Y aquél, sin duda
alguna, lo fue.

P.- La
novela, como la historia real, deja la puerta abierta a que Pablo Martín no
fuese ejecutado y que continuase la lucha anarquista en la clandestinidad.
¿Cuánto crees de verdad, tú que has investigado la historia, pueda tener esta
hipótesis?

R.- El primero que dejó la puerta abierta, que
yo sepa, fue Pío Baroja en La familia de
Errotacho
, donde se hace eco de algunos rumores que aseguraban que el que
fue a la tumba con el nombre de Pablo Martín Sánchez no era él. Luego hay otras
fuentes que sitúan a un anarquista llamado Pablo Martín trabajando de
carpintero en Francia en los años treinta. A mí me gustaría creer que esa
hipótesis que planteo al final de la novela es la verdadera, pero no me
atrevería a poner la mano en el fuego.

P.- El
relato está perfectamente trazado y es una obra que engancha de principio a
fin. ¿Quiénes son tus referencias literarias? ¿Cuánto de ellos/ellas tiene esta
obra?

R.- Curiosamente, la novela tiene poco que ver
con mis principales referentes literarios, al menos en apariencia. Cualquiera
que haya leído a Georges Perec, Julio Cortázar o Slawomir Mrozek se preguntará
qué hay de ellos en El anarquista que se
llamaba como yo
. Y, sin embargo, cada capítulo de la novela supone un
homenaje a cada uno de mis autores favoritos. Pero eso forma parte de la cocina
de la escritura…

P.- ¿Nos
puedes adelantar tus nuevos proyectos?

R.- Sí, tengo varios proyectos en marcha. Sin
ir más lejos, llevo casi doce años trabajando en un proyecto titulado
precisamente El proyecto, que no
podrá ver la luz hasta el año 2026, pues así lo requiere el proceso de
escritura. Pero entretanto espero seguir escribiendo y publicando otros libros.
De hecho, tengo previsto que El
anarquista que se llamaba como yo
constituya la primera obra de una especie
de «trilogía del yo», dedicada a los tres elementos que constituyen la
biografía mínima de toda persona: nombre, fecha y lugar de nacimiento. Ya estoy
trabajando en la segunda de ellas… y hasta aquí puedo leer.

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