La hoguera

COLUMNISTAS | MONCHO ALPUENTE

De tanto poner la mano en el fuego los unos por los otros andan todos quemados y el olor de chamusquina de los políticos a la brasa contamina el aire y provoca la huida de los ciudadanos cada vez más alejados de sus presuntos representantes electos.

La hoguera de las iniquidades del PP eleva sus llamas por encima de las otras, el partido está que arde y no hay cortafuegos que valgan. Las llamas afectan, en mayor o menor medida, a los otros partidos del espectro político, muchas veces en la medida de sus escaños y sus puestos de mando.

La corrupción es inherente al sistema político y económico o viceversa. La corrupción es un ingrediente imprescindible de lo que se llama, inmerecidamente, democracia. Sin corrupción y sin corruptos los parlamentos se quedarían vacíos, sin alicientes económicos los políticos profesionales desertarían y darían paso a los aficionados y solo los aficionados con rentas altas y tiempo libre podrían dedicarse con libertad a la política.

 En el brumoso horizonte de las instituciones europeas solo se vislumbran los mercados. Los mercados siempre prevalecieron sobre los parlamentos, sin el apoyo de los bancos y de las empresas, los grandes partidos no hubieran alcanzado su grandeza, solo la mezquindad de sus tejemanejes con el Capital explican su éxito, solo con créditos, donaciones y patrocinios de banqueros y financieros llegaron a ser lo que son. Entrampados y cautivos, los políticos en el poder devuelven con creces los favores recibidos.

El soborno, el cohecho y la prevaricación son herramientas de uso común y los políticos que saben utilizarlas, tras un período de servicio en el hemiciclo correspondiente, serán premiados con  relevantes puestos en la empresa privada a la que favorecieron directa o indirectamente en sus años como políticos. Suculentas remuneraciones y mínimas obligaciones les aguardan como consejeros o asesores. El círculo se cierra y los engranajes de la rueda giran bien engrasados por el unto del dinero, material altamente infamable. Huele a chamusquina y vertedero.

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