«La escena musical tiene que recuperar la conciencia de clase»

Entrevistamos a Fermín Muguruza, incansable agitador cultural con el que hacemos un pequeño repaso a su carrera, ofreciéndonos su visión acerca de diferentes cuestiones de actualidad y reflexionando sobre temas más profundos siempre presentes dentro de los movimientos sociales.

Layla Martínez | Periódico CNT

Fotografía: Julio L. Zamarrón

Pregunta.- Tu último documental No More Tour sobre
la gira mundial en 2013, ¿refleja el final de un proyecto? ¿Qué te pide el
cuerpo después del merecido descanso? ¿Puedes adelantarnos proyectos futuros?

Respuesta.- Sí, No More Tour es la despedida de las grandes giras. Ya no me veo con las
fuerzas necesarias para emprender algo así, en un periodo de tiempo tan
prolongado. Continuaré realizando las colaboraciones o incluso actuaciones en
directo puntuales en momentos concretos, pero las giras forman parte ya de mi
pasado.

El cuerpo me pide descanso, pero no soy capaz de dárselo, y es que nada más
acabar la gira continué con Daniel Gómez trabajando en la realización del
documental No More Tour, después he estado y sigo ocupado realizando la
supervisión artísitica de la novela gráfica Black is beltza (Negro es negro)
que con guión mío y de Harkaitz Cano está ilustrando el dibujante argentino
ubicado en México Jorge Alderete, ya que quiero que se edite a finales de este
año 2014 en castellano, euskera, catalán, gallego, francés e inglés. En mayo me
encargaré de la producción artística del primer disco en solitario de Tania de Sousa, la ex-cantante de Zuloak, y también estoy en la fase de escritura de lo
que quiero que sea mi próximo documental y que espero poder comenzar a rodar en
los primeros meses del 2015. 

P.- ¿Cómo surge la idea de crear Zuloak?
¿Qué relación guarda este proyecto con la conocida frase de Emma Goldman «Si no se puede bailar, no es mi revolución»?

R.- La idea surge durante mi estancia en en Líbano, concretamente en Beirut
donde establezco mi campamento base para la realización de los 11 documentales
sobre la música árabe que rodé en 2010 para la cadena Al Jazeera. El debate
sobe el protagonismo de la mujer en las sociedades árabes y más concretamente
su papel en la música hacen que decida girar el foco a mi tierra y me lance con
el proyecto Zuloak. Desde la película Checkpoint Rock sobre la música en
Palestina, son ya varios años desconectado de la escena del País Vasco, y
decido volver con este artefacto de provocación transmedia. Para ello cuento
con tres aliadas excepcionales; la escritora Eider Rodriguez, su hermana y
artista poliédrica Arrate Rodriguez, y como ayudante de dirección con Natalia
de Ancos, además de la complicidad de la mayor parte de la escena musical
vasca. La conocida frase de Emma Goldman fue el motor de la maquinación
inicial, y resumen del resultado final.

Hay detalles cómicos (o trágicos según se miren), y es que los salafistas
consideran la música en general, como las trompetas de Satán, miembros de la
Asociación de Venganza Talibán con policías de paisano, cuando se manifestaron
enfrente del lugar donde iba a actuar en Mérida (Extremadura) hace unos años,
me gritaban: «Vete a cantar al infierno», o que la trikitixa, acordeón diatónico,
fuera considerado por la Iglesia como “infernuko auzpoa”, el fuelle del
infierno. Estas coincidencias, aunque extrañas y seguramente cada vez más
cercanas de los fundamentalismos de distinto signo, influyeron también a la
hora de desarrollar el proyecto Zuloak. Una de las frases que más me gustan
ahora, es la que transforma la célebre de La Polla Records y grita a los
integristas católicos: «Somos las nietas de la brujas que nunca pudisteis
quemar». 

P.- De alguna manera Kortatu se ha
convertido en algo más que un simple grupo de música. Canciones como «En
la línea del frente» o «El estado de las cosas» son algo así
como una banda sonora de la lucha en las calles, de la movilización política,
incluso para generaciones que no vivieron a Kortatu en directo. ¿Cómo vives
esto? ¿Qué significa para ti?

R.- Me llena de orgullo y creo que es lo mejor que le puede pasar a las
canciones de Kortatu. A veces pienso en Joe Strummer y cómo lloraba cuando veía
que los marines escribían en las bombas que después lanzaban sobre Irak, la
leyenda “Rock the Kasbah”, y se me revuelven las tripas pensando en este tipo
de despropósitos. 

P.- Tras una larga trayectoria musical
apostando por la autogestión de tus trabajos, ¿qué ventajas y limitaciones te
has encontrado al optar por esta vía?

R.- Las ventajas, las que siempre he defendido: “la tierra para el que la
trabaja”, en este campo en concreto. El control total sobre tu obra, el poder
de decisión sobre todos los detalles que rodean la confección de un proyecto, y
la satisfacción de los resultados, por lo general, de un trabajo en equipo,
compartiendo ilusiones y frustraciones, y aprendiendo en todo momento del
proceso, del viaje, y también de la llegada a los distintos puertos. ¿Las
limitaciones? A nivel general, el sobretrabajo que supone todo lo mencionado
anteriormente. Y a nivel personal, y como autocrítica, la dificultad que tengo
en delegar tareas. Tengo una obsesión por el control que muchas veces se vuelve
en mi contra. 

P.- En una entrevista de hace unos meses
citabas una frase de Maiakovski que decía que los artistas no tienen que ser el
espejo en el que se refleja la sociedad, sino el martillo que rompa ese espejo.
¿Consideras que has cumplido con eso a lo largo de tu carrera? ¿Tienen los
músicos y los artistas alguna responsabilidad en ese sentido?

R.- Si mi trayectoria artística ha tenido y sigue teniendo tantos ataques en
forma de censura, es probablemente porque he roto bastantes espejos. Y no solo
los músicos y artistas tenemos responsabilidades en este sentido. Todos los
ciudadanos las tenemos. Nosotros somos también trabajadores. Trabajadores del
arte, de la cultura, pero clase trabajadora a fin de cuentas. La conciencia de
clase es algo que tiene que recuperar la escena musical.  

P.- Kortatu nace en una época de una
fuerte conflictividad social en Euskal Herria, pero también en un momento en el
que hay una gran efervescencia social (fanzines, radios libres, iniciativas de
autogestión de todo tipo). Todo eso se apaga un poco a finales de los noventa,
pero da la sensación de que ahora comienzan a resurgir iniciativas de este tipo
y que la gente tiene ganas de hacer cosas. ¿Ves algún paralelismo entre la
situación actual y la efervescencia social del Euskadi de aquel momento? ¿Qué
se tendría que aprender de aquella época? ¿Qué no?

R.- La verdad es que no veo ningún paralelismo. La época actual no tiene nada
que ver con la que vivimos en los 80, ni en los 90 ni la anterior década.
Establezco la práctica marxista del análisis concreto de la realidad concreta,
es decir, el contexto sociopolítico y cultural y 2014 es otra época de la
Historia. Somos consecuencia de lo que vivimos en aquellos años, claro está, y
por no explayarme, mencionaría el caso de la radio libre Hala Bedi de
Vitoria-Gasteiz, que el año pasado cumplió 30 años (los mismos que llevo yo
sobre el escenario), claro ejemplo de modelo que evoluciona con el paso de los
años, y de aprendizaje, por supuesto, de todos los aciertos y de los errores
también.

Qué más puedo añadir… pues que pecamos de ingénuos en muchos aspectos,
pero… ¡qué hermoso fue tener tanta ilusión y coraje!, ser soñadores, a pesar del
alto precio que pagamos por ello. Ahora, los que sobrevivimos, somos más
sabios, que duda cabe, pero tenemos propensión a enfermar de nostalgia, aunque
te puedo decir que los que fuimos activos en aquella época, lo seguimos siendo
en la actual. 

P.- En lo que se refiere a la represión
por parte del sistema también hay cierta sensación de que hemos vivido una
regresión a otra época. ¿Crees que es cierto? ¿Hacia dónde crees que evoluciona
el sistema en ese sentido?

R.- Sí, creo que hay un retroceso a nivel mundial. La idea del fin de las
ideologías que nos inyectaron al final del siglo XX, ha ido cuajando, y el
neoliberalismo ha conseguido que los mercados sean el nuevo Dios, y que la
gente piense que no hay vida más allá del sistema capitalista. En ese sentido,
el nuevo orden global es cada vez más violento, más agresivo y salvaje. La
explotación del hombre por el hombre más inhumana todavía y la injusticia
social, el desigual reparto de la riqueza, algo ya obsceno. Intentando evitar
ser apocalíptico, creo que la evolución de este sistema que desprecia la
ecología de una manera tan codiciosa, ya está siendo catastrófica. 

P.- ¿Qué opinión te merece lo sucedido en
Gamonal? ¿Crees que se trata de un hecho excepcional o por el contrario
responde a un brote rebelde que está germinando dentro de la actual sociedad?

R.- No se trata de algo excepcional. Estalla la furia en un barrio ante tanta
tropelía y falta de respeto, y se empieza a hablar primero de kale borroka,
depués de antisitemas itinerantes, para acabar reconociendo que es la gente del
barrio la que se opone al proyecto y se levanta para hacer frente a las
excavadoras de la especulación. Rebel Music, te quiero, y quedamos en la
barricada a las tres.

P.- ¿En qué se han convertido los
sindicatos? ¿Siguen siendo instrumentos de defensa de la clase trabajadora?

R.- La unidad sindical que se ha dado en los últimos años en el País Vasco,
creo que es un ejemplo de unidad de acción que debiera aglutinar y de hecho lo
ha hecho en algunos otros momentos, a todos los sindicatos que sigan siendo
instrumentos de defensa de los trabajadores. Versioneé en la época de Negu
Gorriak al grupo Redskins su tema “Unionize” (sindícate), lo que de alguna
manera en Euskal Herria reivindicaba Argala con su clásico “organízate y
lucha”. En ese tema cantaba que el trabajo es nuestro músculo, y sacamos bola
cuando vamos a la huelga. Y a ese punto quería llegar, al de la huelga general,
la gran herramienta de desobediencia civil que tenemos.

También me gustaría señalar la tremenda decepción y engaño al que se nos
somete con la idea de la defensa del trabajo en casos concretos como por
ejemplo la Central Nuclear de Garoña… por no hablar de los sindicatos
policiales… la industria armamentística… quiero decir con esto que la trampa
del derecho al trabajo por parte de algunos “sindicatos”, no es defendible si
no es algo positivo para el conjunto de la comunidad.

P.- ¿Entiendes la ruptura histórica que
hay entre diversas corrientes revolucionarias como pueden ser el comunismo y el
anarquismo? ¿Cómo superarlas? 

R.- Entiendo que históricamente se han cometido atrocidades. Y que ese peso es
difícil de aliviar, pero estamos condenados a que las diversas corrientes se
entiendan y participen conjuntas en unidades populares. No hay otra alternativa. Autocrícita, aprender de los errores y humildad.

Recuerdo que en una manifestación en Baiona contra el G8, iban los bloques
de los sindicatos y la cuadrilla de Irun nos juntamos con amigos de Bilbao,
y  nos colocamos al final con los LAB,
pero de seguido venía el de la CNT. Y en un momento nos quedamos descolgados
del bloque y marchábamos entre los dos, y comentamos con sarcasmo que ese era
nuestro lugar, pues éramos demasiado anarcos para los rojos, y demasiado rojos
para los anarcos… 

Curiosamente, en el mundo de la música, con los RASH, ha hecho que se
visualice desde el mismo nombre, la unidad de comunistas y anarquistas. Y a mi
en lo personal, me sigue atrayendo el concepto de comunismo libertario. Si, ya
se que no es nada hipster, pero qué quieres, la vieja escuela manda. 

P.- ¿Cómo valoras el proceso de
independencia del pueblo vasco tras los acontecimientos políticos vividos en
los últimos años?

R.- La época de las descolonizaciones forman parte del siglo XX. En este siglo
XXI, los procesos de independencia se darán a través de los referendums de
autodeterminación. Escocia el 18 de septiembre, Catalunya el 9 de noviembre, y
nosotros, una vez que se resuelva el tema de los presos y refugiado políticos. 

P.- ¿No crees que la idea de liberación
nacional ha eclipsado otras cuestiones importantes como la cuestión de la lucha
de clases y la transformación social desde abajo?

R.- Creo que en un momento de confrontación como el que vivimos en las décadas
pasadas, el que un país de 2.800.000 habitantes tuviera 700 presos en cárceles
españolas y francesas, así como más de 2.000 refugiados, hizo que las
prioridades se manifestaran de manera más visible en estos términos de
liberación nacional, aunque desde abajo y sin olvidar la idea de transformación
social. Pero no olvidemos que el motor de la tregua de Lizarra Garazi en 1999
fueron los sindicatos, que la del 2006 tuvo como acicate a los grupos de
mujeres reunidas en el colectivo Ahotsak (Voces). Y que el actual marco
político vasco, está marcado por la idea de la acumulación de fuerzas.

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