A
punto de cumplir 98 años, José Hiraldo mantiene intacto el recuerdo de cuando
un día la CNT fue protagonista en la historia de España.
I. Nistal | Periódico CNT
Natural de
la localidad malagueña de Montejaque, siendo prácticamente un niño le tocó
dejar la escuela para trabajar de sol a sol en los cortijos de Jerez en «largas
y mal pagadas jornadas», según cuenta la Enciclopedia
Histórica del Anarquismo Español de Miguel Íñiguez.
Al igual que su hermano y su
padre, las ideas anarquistas calarían pronto en él. De esa época de crío, José
recuerda la amistad que le unía a su padre con el conocido maestro anarquista
José Sánchez Rosa. «Él trató bien con mi padre porque
Montejaque y Grazalema son pueblos vecinos. Allí llegaban los mejores oradores
como Pedro López Calle, que con 17 años estuvo deportado cuando mandaba Dato.
Recuerdo que cuando se alzaron los fascistas en el 36, él no se escondió porque
tenía las manos limpias pero le cogieron y lo fusilaron en agosto a sus 72
años. Quedó en nuestra mente y corazón de todos los que aprendimos de él muchas
cosas buenas».
República, guerra y revolución
Afiliado a
la CNT en el año 1922, teniendo tan sólo 14 o 15 años, por aquellas fechas y
también con la llegada de la República, su vida transcurriría en aquellos
cortijos. Con el nuevo régimen, José recuerda aspectos positivos y negativos de
aquella etapa. Entre lo positivo, el aumento del jornal y unas condiciones más
idóneas para expresar la propaganda anarquista. Entre lo negativo, sin duda, la
matanza de Casas Viejas. «Aquello fue una matanza criminal porque el anarquista
Seisdedos se encerró en su choza y allí resistió hasta morir junto a su
familia, salvo un hijo y una hija que pudieron escapar. La Guardia de Asalto,
cuando ya no podía vencerlos, quemaron la choza con ellos dentro».
De aquella
época recuerda los grandes debates sobre la ocupación de tierras y la reforma
agraria. «Había algún cortijo que la practicaba a su manera pero la CNT no
estaba de acuerdo porque el patrón elegía a la ocupación del cortijo».
Preguntado sobre la situación actual, José observa cómo los campesinos han
tenido que buscarse otro medio de vida ante la imposición de la maquinaría en
todos los aspectos del campo. También lamenta que hoy no haya una organización
potente como lo fue la CNT por aquel entonces que hacía imponer su fuerza en
los cortijos. «Se llegó a hacer una huelga en 1936, poco antes de la
revolución, y la ganamos porque hasta las criadas se habían organizado en Jerez
de la Frontera. En la guerra las más destacadas serían fusiladas».
Y en estas
llegó la guerra, «algo que se veía venir pues ya en el Congreso de Zaragoza se
acordó prepararse ante tal circunstancia». Ante las tempranas ocupaciones de
Sevilla y Cádiz por parte de los fascistas, José recuerda la resistencia
llevada a cabo en Morón de la Frontera, con destacados militantes como Antonio
Rosado. En su memoria también permanecen las aspiraciones revolucionarias en aquellas
fechas tan convulsas con su hermano Francisco participando en el Comité
Revolucionario de Arcos de la Frontera, «mi hermano tenía facilidad de palabra
y cuando hablaba todos los trabajadores se ponían de pie. Algunas asambleas de
la CNT se tenían que celebrar en el estadio de fútbol porque no había local que
acogiera tal cantidad de trabajadores» y en Montejaque se instauró el comunismo
libertario; «vimos con mucha sorpresa que se practicaba el comunismo
libertario, entonces la utopía de los anarquistas pasó a ser una realidad. No
se mató a nadie aunque había motivos para matar a muchos, pero cuando un
enemigo se rinde pues ya deja de ser enemigo». «Allí se organizaba el trabajo
en el campo por grupos y voluntarios. En la era, cada cuadrilla de trabajadores
llevaba un delegado directo del comité, pues ya no había alcalde, era el
comité, y en la plaza pública se celebraba la asamblea por la noche y cada
delegado de cuadrilla daba las explicaciones de lo que se había hecho, las
tareas y demás».
Clandestinidad y exilio
Tras el avance fascista, no quedó
más remedio que abandonar por la sierra hasta Ronda, «allí
se formó una columna grande, fuerte y capaz como era la de Pedro López». «Al
llegar a San Pedro de Alcántara, donde estaba el cuartel general, me incorporé
al batallón Faro, que era de las Juventudes Libertarias. Fuimos perdiendo
posiciones hasta llegar a Cartagena. Allí cogimos el tren hacia Valencia, dando
la casualidad de que me encontré con un amigo de la infancia enrolado en la
columna Torres Benedito. Ubicado en el convento de Santa Clara».
Muy
reticentes a la entrada de la CNT en el Gobierno y a la militarización de las
columnas, es cuando los mandos les pusieron el nombre de “incontrolables”,
actuando casi de forma clandestina. José opina que esa jerarquización impuesta
con la militarización les perjudicó mucho, «pues la autoridad es mala por sí
misma y si hubiéramos ganado la guerra hubiera habido muchas contradicciones
entre nosotros mismos».
Perdida la guerra, mientras que
su hermano cumpliría condena en El Puerto de Santa María, él sufre la cárcel,
los campos de concentración y los batallones de trabajadores hasta que en 1943
es liberado, pasando a militar en el grupo Sur de la CNT clandestina hasta que
en 1948 se exilia en Francia. Allí participaría activamente en la vida orgánica
del sindicato ocupando diversas secretarias en los sindicatos de La Rochelle,
Oullins o Marsella.
De esa época recuerda amargamente
los enfrentamientos internos «porque los que habían sido
altos cargos ya no querían quitarse los galones aunque quedaron en minoría
junto a los escisionistas. Ellos tenían las publicaciones España Libre, y nosotros CNT,
Solidaridad Obrera y Ruta. Ruta fue el mejor periódico del exilio libertario».
Precisamente
durante su estancia en Marsella le sorprendieron los hechos de Mayo del 68
(siendo el secretario general de Provenza), aunque no guarda un gran recuerdo: «Los
franceses no tenían ni organización ni preparación, ni sabían lo que querían.
Resultó ser un movimiento espontáneo que conmovió al mundo entero, pero sin
organización no se hace nada».
A caballo entre Francia y España,
sería testigo de la transición, de cómo Carrillo desde el exilio ya se carteaba
con el rey, y como Franco dejó todo «atado y bien atado».
El paso de los años ha fortalecido esa transición pactada, esa falsa paz social
que provoca que «no haya conciencia social en el pueblo español. Somos víctimas
de que el pueblo no quiera moverse. Motivos les dan todos los días. ¿Qué hacen
los seis millones de parados? Cada uno busca la solución a su problema, no al
problema del pueblo».
Y José Hiraldo no deja de
lamentarse de cómo esa situación también repercute en la propia CNT. «Cualquier sindicato de pueblo tenía más afiliados, más
entusiasmo, más esperanzas, más deseo de aprender que ahora. Aquella situación
era dura, las cárceles siempre estaban llenas. La CNT no puede funcionar si no
está el pueblo con ella, aunque se va manteniendo con buena voluntad».
Sin duda en esa CNT débil también
fue responsable la escisión que daría lugar a la CGT; «ellos
pueden tener más militantes, pero vale más la calidad que la cantidad. Tienen
facilidades para conseguir locales, están vendidos porque al Estado le interesa
que la CNT esté dividida».