El espacio vital se ha visto modificado. Ahora habitamos nuestros cuerpos dentro un territorio confinado. Ocupamos el lugar de todas y todes en nuestras resistencias. Dentro de esta «casa cuerpa» se han producido dos cambios de máxima repercusión: modificaciones externas e internas. La relación con el exterior está limitada por ley. Nos comunicamos por los balcones, los ojos de patio, ventanales, pantallas interconectadas y mediante servicios de apoyo mutuo además de las interacciones más cercanas de cuidados y provisión de víveres. Conscientes, de que existe un factor nuevo de opresión: el registro de toda nuestra actividad.
Ya anteriormente, muchas de nosotras habíamos conocido la censura, la represión o la Ley Mordaza. Estamos pues, ante un nuevo marco desafiante, episodio que quedará escrito en la historia. Repensar qué significa que quienes ostentan el poder tengan libre acceso al pensamiento, las conversaciones, nuestras búsquedas. Echar el visillo a tanto fisgoneo gran hermano y tejer, meter la aguja en las ideas. No sabemos cuánto va a durar esta primavera de invernadero. La iluminación también donde no hay techo: hermanas, niñes, refugiados. ¿Quién les aplaude en su lucha diaria?
La economía pedimos sea revisada en torno a la Vida y que los gastos sean para salvarnos todes y redirigir así nuestros pasos hacia la libertad, ¡la que nos pertenece!. «Creo que no puede haber liberación de la mujer bajo el capitalismo»‒ dijo Adrienne Rich en el congreso «Poesía y esfera pública» (1997) y ¡cuánta razón tenía! con esta cita absolutamente verificada en las circunstancias actuales. Habrá un cambio de estación para el feminismo y será aún más revolucionario. Y el ángel del hogar que quisieron imponernos hoy viste de luto y ya no es tal. Un mundo nuevo se avecina y sabiéndolo nos armamos de esperanza desde nuestra misma Casa Cuerpa.