La verdad es que después de un tiempo trabajando en el Gregorio Marañón, pronto me dí cuenta de la catadura moral de las supervisoras: bajo ese discurso de “todo por el bien del enfermo”, se esconde una actitud de abuso de poder a través del chantaje emocional para hacernos hacer cosas que no nos corresponden.
Y la cobardía de los trabajadores que por no enfrentarse a esta situación, se alían con el poder para pisar los derechos de otros trabajadores.
Hasta aquí un ejemplo de lo que se respira en el hospital. Pero lo ocurrido en la mañana del 17 de febrero del 2010 supera todo lo visto en los casi 20 años que llevo trabajando en el centro.
Esa mañana, después de nueve meses en que pusimos la denuncia en la inspección de trabajo, el inspector iba a comprobar si era cierto o no lo que decíamos.
Una llamada desde el hospital nos avisa a las 8:30 para acudir a las 11:00 y hablar también con el inspector, sin poder avisarnos con más antelación por habérsele pasado al responsable de RR.HH. A las 11 nos presentamos dos compañeros pero nos dicen que el inspector no ha llegado todavía, hasta a las 12:20 en que nos dicen que ya ha llegado pero que está reunido con la dirección.
Como buen anarcosindicalista, trabajador del turno de tarde, le indico que tengo que comer para estar a las 15:00 en mi puesto de trabajo.
A las 13:00 nos reunimos con la subdirectora de enfermería, dos miembros de cc.oo. y uno de u.g.t. de salud laboral, el director de RR.HH. y el inspector de trabajo.
La denuncia viene motivada por el uso de los servicios, que muchos trabajadores utilizan como vestuarios, colgando la ropa de cualquier manera y con bolsas, zapatillas e incluso periódicos en un espacio destinado únicamente a aseos. El dosier fotográfico entregado a la empresa para que conociera y evitara esa situación, con riesgo de infecciones a los pacientes, no sirvió de nada.
Nos encaminamos a cardiología desde el pabellón administrativo, mientras la subdirectora de enfermería va avisando con el móvil a los controles a los que nos dirigimos. Una versión cutre de Bienvenido Mister Marshall, con el inspector de protagonista y los controles de planta engalanados con banderitas del ministerio de trabajo.
Esto huele mal.
Llegamos a los controles del 5100 y estaba todo perfecto. En los 4100 igual, solo unas bolsas con zuecos quedaban de la limpieza efectuada. Y en los 3400, ¡ que sorpresa !: todo limpio e impoluto. Y la supervisora, en su papel de alcaldesa de la película-farsa, diciendo que esos aseos siempre había estado así por el bien de los enfermos (que pena da la gente tan ruín).
Lo de las taquillas en” lencería” se les pasó retirarlas (pobres ineptos, seguro que rueda alguna cabeza). Continuamos la visita a los 2100 y 1100, estando todo impecable, se habían esmerado en la limpieza.
Decimos al inspector que en nombre de la sección sindical de la C.N.T. en el Gregorio Marañón queremos hacer constar nuestra indignación y nuestro enfado ante esta pantomima, este circo después de nueve meses.
Su respuesta fue que el dosier fotográfico ya se lo habíamos pasado a la empresa. Y así fue, pero fue él el que aviso a la empresa de su visita (cosa que no hizo con nosotros, que somos los denunciantes). También permitió en todo momento que la subdirectora de enfermería fuera llamando a su subordinada para la representación de la obra “señor inspector le recibimos con alegría”.
Esta es la realidad de la sanidad madrileña del 2010, esa que a toda costa quieren dar a la gestión privada para obtener grandes beneficios y recortar derechos a los trabajadores y usuarios. Mientras, las supervisoras, subdirectoras de RR.HH., esperando las migajas que su amo les quiera dar como buenos esbirros: no os queda ni un gramo de dignidad.
Sección Sindical en el H.G.U. Gregorio Marañón