Héroes deportivos, dopaje, nacionalismo de Estado

Los casos como los protagonizados por la atleta Marta Domínguez o el ciclista Alberto Contador han dado rienda suelta a la demagogia nacionalista más barata.

Carlos Taibo / Periódico cnt

Es conocido el papel que se asigna entre nosotros al deporte de masas, manifiestamente mercantilizado y profesionalizado en estos tiempos que corren. Uno de sus objetivos mayores consiste en alejar la atención de los problemas más importantes y en esconder, en paralelo, las diferencias de clase sobre la base de la fantasía de que todos somos copartícipes de la misma aventura deportiva. Por detrás, y al servicio de estos intereses, se halla a menudo un nacionalismo de Estado que entiende que los valores correspondientes bien merecen una competición internacional a través de la cual se dirimirían las virtudes de unos y de otros. El despliegue material de ese interesadísimo y alienador proyecto se sirve, si así se quiere, de dos grandes instrumentos. Si el primero lo configuran los equipos nacionales, el segundo lo aportan los héroes individuales. Aunque en una lectura inicial los equipos nacionales son al respecto más rentables —qué curioso fue que en un país en el que lo colectivo ha sido lapidado se recordase una y otra vez que
el éxito de ‘La Roja’ se derivaba, precisamente, de la excelencia de su juego
colectivo—, en modo alguno pueden desdeñarse los activos que proporcionan los
héroes individualizados. No se olvide que estos últimos, que suelen competir todo
el año, encajan de manera más rápida y fluida con el individualismo del
discurso dominante.

A su amparo se produce, por lo demás, el  enaltecimiento de figuras personales que, con frecuencia
altivas, mal encaradas y siempre relacionadas con el dinero, no son
precisamente edificantes, y ello pese a que la propaganda del sistema guste de
presentarlas como genuinos modelos de esfuerzo y superación. Recuérdese que las
más de las veces estos personajes se entregan al fraudulento negocio de la
publicidad comercial y que, a tono con lo que ocurre con muchas de las empresas
más truculentas, dedican algunos minutos de su precioso tiempo a actividades
presuntamente solidarias que permiten ocultar sus vínculos con lo peor del
capitalismo y sus reglas. ¿Hemos olvidado ya los cursos de conducción ecológica
que imparte Fernando Alonso? Ninguna de esas miserias ha salido a la luz al
amparo de las
disputas que en los últimos años han tenido como origen el dopaje, supuesto o
real, de algunos de
nuestros héroes deportivos. Más bien parece, antes al contrario, que las cosas van
a peor. Piénsese que casos como los protagonizados por la atleta Marta
Domínguez o el ciclista Alberto Contador han dado rienda suelta a la demagogia nacionalista
más barata. Ahí está, para certificarlo, el cierre de filas que al respecto han
protagonizado políticos y periodistas.

Con sorprendente unanimidad hablan de lo
que no saben y ni siquiera dejan un pequeño margen para la duda en lo que se
refiere a la conducta de profesionales de deportes en los que llueve sobre
mojado. Nada retrata
mejor lo anterior que las declaraciones del ex presidente español, José Luis
Rodríguez Zapatero,
en un abierto e hilarante ejercicio de exculpación de Alberto Contador que sólo
puede explicarse en virtud del electoralismo más lamentable. A lo dicho se
agrega entre nosotros —no lo olvidemos— un sistema de control y de sanciones que
parece inevitable describir como muy laxo (no entro ni salgo en la idoneidad de
las normas establecidas, sometidas a polémicas que — adelanto— no dejan de
tener su interés). Tan laxo es ese sistema que acaso no debería inquietarnos tanto
la imagen derivada de lo que pueda hacer un deportista determinado como la
percepción general de que para las instancias españolas correspondientes todo,
o casi todo, vale. Por si poco fuera, por detrás se aprecia consistentemente un
prurito nacionalista que invoca leyendas negras y conspiraciones
internacionales. Agreguemos que el terreno en el que nos movemos muestra similitudes
muy notables con el que aporta el desgraciado escenario político que
arrastramos. Eso es lo que invita a concluir, al menos, el caso de Marta
Domínguez, rápidamente convertida
en senadora a la manera de lo que sucede con presidentes o alcaldes corruptos que
se mueven, sin embargo, en olor de multitudes. No me resisto a dejar de lado una
última observación, que da cuenta de una más de las muchas secuelas del star
system
que padecemos: es fácil intuir lo que
piensan muchos deportistas de segundo orden que han sido sancionados por dopaje
y no han apreciado en estamento alguno esa solidaridad monocorde que beneficia
a los Contador y las Domínguez. Y es que también en esto, consecuente como es,
la miseria dominante separa
a los de arriba y a los de abajo.

* Carlos
Taibo es autor del libro “Nacionalismo español. Esencias, memoria e
instituciones”, editorial Los Libros de la Catarata.

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