Haz lo que debas, de Spike Lee (1989)

En 1989 el director afroamericano Spike Lee estrenaba el que sería su filme más visto hasta el momento, Do the right thing [Haz lo que debas]. Por encima de la extrema calidad del filme, Spike Lee consiguió crear un impacto de nivel internacional y mantener una polémica que duró varios años sobre la representación de las categorías de raza, pero que necesariamente se extendió a un nivel político que alcanzó a la situación de la comunidad afroamericana en los barrios de relegación de las ciudades norteamericanas. El revuelo comenzó desde el mismo estreno del filme en el Festival de Cannes, cuyo primer pase dividió a la crítica de manera cortante y obligó a un posicionamiento, no ya sobre el filme incuestionablemente más interesante del festival, sino a una definición en términos políticos. Una parte de la critica veía agredida de manera frontal su tranquilidad de conciencia confortablemente izquierdista y su tranquilidad europea, mientras que otra parte celebraba la elaboración de un discurso propiamente negro que se expresaba en términos casi revolucionarios.

Tampoco era para tanto. Spike Lee tuvo la destreza mediática de mantener vivo el debate desde la acusación de racismo al jurado del festival al haberle negado cualquier reconocimiento, hasta tantas otras provocaciones que a estas alturas pocos se creen. Pero Do the right thing sí que tuvo el incuestionable mérito de proponer una representación en primera persona de la realidad urbana de la comunidad afroamericana en los Estados Unidos y de lograr un impacto social que el cine logró muy pocas veces y que quizás no volvería a conseguir. El filme fue alabado por unos y sobre todo rechazado de manera visceral, incluso por parte de la comunidad afroamericana, y por supuesto no faltaron los intentos de recuperación de Spike Lee, a los que este ciertamente no siempre opuso resistencia. Entre estos intentos es especialmente destacable la referencialidad que alcanzó dentro de una de las series más infames en cuanto a la representación racial, El príncipe de Bel-Air, casi una contestación diametralmente opuesta al filme de Lee.

En Do the right thing Spike Lee crea un escenario de diecisiete personajes y los hace interactuar entre ellos dentro de un sistema cerrado, el Bed-Stuy, barrio negro de Brooklyn, colocando como punto de encuentro una pizzería de italoamericanos. Do the right thing es un buen ejemplo de cine que intenta desarrollar un modelo de realismo crítico de tradición brechtiana y que es capaz de articular un discurso complejo en cuanto a raza y clase en relación con el desarrollo urbanístico dual que dominó la sociedad americana en esos años..

La elección de Brooklyn no es accidental, sino que comporta una elección significativa en tener socioeconómicos. Brooklyn es el barrio de mayor concentración de población afroamericana de Nueva York y la que en mayor medida padeció los procesos de aburguesamiento urbano, incorporando una zona de vivienda para blancos ricos y grandes zonas interraciales donde la nueva inmigración convive con la más arraigada población negra y hispana, así como zonas de habitación de la vieja clase obrera blanca en proceso acelerado de precarización. Todos estos estratos cuentan con su representación en el film de Lee, convenientemente concentrados en el espacio urbano que dispone el film, dominado por la preeminencia de los personajes afroamericanos que establecen distintas relaciones con grupos de hispanos sin mayor conflictividad; con la nueva emigración asiática, como significa la tensión con la tienda de los coreanos; y finalmente una relación más problemática con la población blanca, trasladada a Brooklyn pero habiéndose mantenido en un estrato socioeconómico superior..

Lee no está interesado en continuar con la representación dominante en el cine americano de un Brooklyn degradado, sino que intenta alejar el barrio del carácter de gueto habitual con que es representado y se centra en personajes de perfil medio pero significando con claridad su situación económica. El Brooklyn de Lee no es el gueto devastado por la pobreza y la droga, sino el espacio que habitan, en viviendas de bajo perfil habitacional, personas de bajo perfil económico, parados, trabajadores precarios, pero que se mantienen dentro de los límites de la exclusión. Es así como Lee pretende reconfigurar el espacio del gueto negro, el espacio de las imágenes públicas de la raza en el espacio público americano. Do the right thing muestra la situación económica que vive la población afroamericana, pero rechaza realizar un retrato de esta en cuanto que patología social. De esta manera, Lee representa un espacio que no se degradó al nivel de no lugar, puesto que sabe que es mucho mayor el alcance de la representación del gueto como un vecindario habitado por personas, con sus sistemas relacionales y sociales propios, que la representación espectacular y estereotipada, por realista que se pretenda, que ejemplifica John Singleton en Boyz in the hood [Los chicos del barrio, 1992] o Matty Rich en Straight out of Brooklyn [1991]. Do the right thing rechaza este procedimiento y representa en su lugar la crisis de territorialidad en la que se inserta la vivencia cotidiana de la comunidad afroamericana y su enfrentamiento y posibilidad de superación de las formas degradadas de inscripción territorial que Mike Davis definió como apartheid urbano, a través de la reapropiación de su espacio. De esta manera Lee representa la verdadera dimensión de este opresivo confinamiento espacial y cómo cualquier acción social positiva precisa previamente la superación de este confinamiento y la articulación entre lo individual y lo colectivo.

En su intento de conseguir una forma de realismo crítico, Lee, en línea con el cine de la modernidad, emplea una serie de procedimientos narrativos derivados de Bertolt Brecht. En primer lugar, construye su Brooklyn como un escenario teatral en el que sus habitantes interactúan en situaciones y escenarios inmediatamente reconocibles. Este reconocimiento es la primera condición para una aprehensión crítica por parte del espectador. En este escenario, Lee muestra las relaciones que se establecen entre los personajes y sus reacciones, dispone personajes típicos en situaciones que obligan a extraer las consecuencias del comportamiento dominante. Al mismo tiempo, Lee introduce una serie de elementos distanciadores que, mediante la perturbación de la continuidad perceptiva y la ruptura de la unidad de la representación, impiden la empatía afectiva del espectador, logran que se mantenga consciente del carácter de espectáculo del film y, activando el proceso de reconocimiento aludido, el espectador es capaz de someter lo visto a su propio juicio critico. Estos elementos distanciadores, en este caso unidos a la forma del hip-hop y el rap, enlazan con la concepción brechtiana del espectáculo popular y su consecuente rechazo de la concepción de monumentalidad del espectáculo burgués, que en el cine tiene su referente directo en la grandilocuencia del modo melodramático. Lee hace uso también del coro brechtiano, es este el caso del grupo de los tres filósofos y del DJ Love Daddy, que mediante el continuo comentario de la acción abundan en este distanciamiento crítico. Mediante esta suma de procedimientos Lee establece el equilibrio dialéctico entre distanciamiento e identificación necesario para una transmisión ideológica de la realidad, pero se trata de una identificación que no tiene que ver con la que se produce en el cine espectáculo y en el melodrama, no se trata de una identificación emocional con los personajes, sino de una identificación de los niveles de realidad que están operando en la representación, que son asumidos como propios o incorporados a la experiencia del espectador. Es decir, se trata de un reconocimiento.

La representación de la raza en el film de Lee causó una controversia extraordinaria, con acusaciones de incitación al odio racial al blanco y otros delirios de los blancos cómodamente educados en el odio al otro. En rigor, Do the right thing marca un hito importante en la representación de la comunicad negra americana en la pantalla. El film de Lee no se centra apenas en la especificidad de la cultura afroamericana, sino que alcanza a representar la manera en que el consumo dirigido es capaz de alterar las formas de comportamiento y de homogeneizar y anular individual y colectivamente una identidad. Lee realiza un film sobre la experiencia urbana negra desde una perspectiva negra, la suya propia, y no es de extrañar que esta afirmación de la posibilidad de articular un discurso propio por parte de los grupos subalternos cause incomodidad entre la ideología dominante, como causa incomodidad que Lee no valore la movilidad de clases ni la integración de los negros en los aparatos de reproducción.

En este sentido, se criticó el hecho de que tanto Sal, el empresario, como los policías sean blancos. En primer lugar, es un hecho simplemente real. En segundo lugar, como se dijo, Lee no articula un discurso de ingreso social en base a la movilidad de clases ni a la integración en los aparatos de reproducción y control, por lo que no tiene sentido forzar la representación de una policía y un empresariado negros. La diferenciación racial en este caso significa una real subordinación en términos socioeconómicos y expande el alcance de la opresión de raza. Raras veces hemos visto en el cine americano a un director representar de una forma tan precisa las diferencias fundamentales entre individuos, poner en plano los conflictos activos hasta el punto de volver imposible la identificación, con todo lo que ésta tiene de confortable, porque Do the right thing no es un filme de Eddie Murphy, su conclusión no puede ser más contraria: ser negro no es cool, no es una actitud, es un estado.

Pero el film de Lee también tiene sus insuficiencias, y estas aparecen cuando intentamos una lectura de género, aunque es cierto que Do the right thing es su filme que menos padece esta insuficiencia. No se trata sólo de un problema de representación de roles. El hecho de que sus personajes masculinos evidencien un comportamiento machista y los femeninos un comportamiento sumiso y dependiente, puede deberse a un intento brechtiano de analizar críticamente un comportamiento mediante la puesta en escena de situaciones típicas, pero no parece una explicación satisfactoria dado que no hay un intento de articular estos comportamientos en clave de dominación ni de explorar las causas de esta tensión, como sí ocurre con otras situaciones. Se trata también de un problema de invisibilización que tiene como resultado dejar fuera del proceso de emancipación que pretende Lee a una parte ingente de la población, de la que no se evidencia ni se potencia su capacidad de acción autónoma, como sí ocurre repetidamente con los personajes masculinos.

Finalicemos con una limitada reflexión sobre los conceptos de clase y violencia que articula el filme, que causaron también una extraordinaria convulsión. Lee fue criticado por no incorporar una visión positiva de la clase media, por transmitir una visión puramente de clase media, por centrarse en los sectores más precarios de la comunidad negra y por olvidar a estos estratos inferiores. La incongruencia de tanta crítica tiene un problema común que al mismo tiempo identifica la posición de Lee: la aversión a emplear, y su consecuente incomprensión, un concepto como el de clase trabajadora. Lee muestra nada más y nada menos que la composición amplia de la clase trabajadora de un barrio de Brooklyn, que se sitúa en las zonas inferiores del mundo laboral, lo cual es una lectura socioeconómica inmediata y evidente, y que incluye a personas empleadas, paradas con voluntad de permanencia o no, jubiladas, y un número amplio de personajes de los que desconocemos su situación (a lo que contribuye deliberadamente el hecho de desarrollarse la acción en un sábado de verano) pero que es evidente que no forman parte de la burguesía o de la clase empresarial.

En esta visión, el protagonista Mookie se sitúa en una posición intermedia, en una posición de trabajador precario del sector servicios, pero sin peligro inmediato de exclusión, situación típica en ese momento de terciarización de la economía capitalista en un proceso que reservaba los estratos inferiores del sector servicios para individuos de bajo perfil socioeconómico y cultural y con un claro sesgo racial. Una de las críticas más delirantes del filme, la perpetrada por Amiri Baraka (1), critica el hecho de centrar la acción en un pequeño burgués desclasado que no se coloca al lado de los desempleados. No merece más comentarios el hecho de ver un pequeño burgués en un empleado de una pizzería que cobra 250 dólares a la semana. Por otra parte, creer que Mookie es un desclasado porque no se coloca en el mismo margen que el resto de desempleados es un delirio de alguien que puede tener interés en superar el desprecio marxista al lumpen que Baraka practicaba orgullosamente cuando aún era LeRoi Jones, pero no se sostiene con la realidad de la representación que dispone Lee. De hecho, ni siquiera tenemos motivos para pensar que el resto de los personajes del filme sean desempleados, muy posiblemente tienen mejores trabajos que Mookie, por eso descansan un sábado y evidencian una capacidad de consumo mayor, e incluso de su conversación se entiende que no sufren las penurias económicas de la generación anterior.

La última escena del filme es muy significativa en la articulación de este discurso de clase, tras la destrucción de la pizzería, en la que se produce el desprecio definitivo de Mookie a Sal, a su dinero y a lo que representa en tener de efectivo desclasamento, para evidenciar el verdadero contenido de clase del film y colocarlo en relación con las posiciones dominantes por cuestión de raza, que se evidenciaron previamente. El film quedaría perfectamente logrado si esta escena no estuviera deturpada por la apelación a Malcolm X y a Martin Luther King, apelación que desvía el tema de su enfoque económico y social hacia lo político rematando con la llamada final a la orden y al voto.

Derivada de esta insuficiencia analítica sobre la cuestión de clase aparece la incomprensión del problema de la violencia. El film hace converger todo el drama en una situación límite que parece ser la única válida tras la acumulación de tensiones que la narrativa de Lee fue tejiendo. En la visión de Lee, los negros pueden recurrir a la fuerza física si el sistema continúa olvidándolos y manteníendolos silenciados en los bajos fondos de la sociedad, de suerte que la violencia se convierte en el medio más eficaz para hacerse recordar en la buena conciencia de los blancos. Pero al mismo tiempo, Lee exige de sus personajes el triunfo de la lucidez, preámbulo indispensable para toda forma de acción futura.

Las críticas a la violencia del film de Líe, que son en último término críticas a la violencia de los grupos subalternos, parten de una doble incomprensión. En primer lugar, incomprensión sobre el hecho de que existe una violencia estructural contra estos grupos subalternos; en segundo lugar, incomprensión sobre el hecho de que la violencia contra la propiedad no es en ningún caso equiparable a la violencia contra las personas; diferencias las dos que están claramente delineadas en el filme de Lee. El concepto de violencia es un concepto ideológico cómo cualquier otro y opera de maneras diferentes según el contexto socioeconómico y según la posición de la víctima y del victimario. No es extraño entonces que gran parte del público y de la crítica haya percibido en primer lugar la puntual violencia sobre la propiedad blanca antes que la violencia sistémica sobre las personas negras.

Las críticas se centran en el hecho de que el estallido violento no constituye una respuesta idónea, y en el hecho del banal motivo del asesinato de Raheem por parte de la policía como es una discusión por un radio-casete. Con todo, el hecho de que por un motivo tan nimio un negro pueda resultar asesinado, introduce el asesinato racial en el ámbito de la arbitrariedad, lo que de hecho muestra con más profundidad la realidad estructural, el alcance indiscriminado y la finalidad social de esta violencia racial. La vida de los negros queda a total disposición del poder y de su institución represiva, el acto más mínimo puede tener unas consecuencias de gran magnitud. Este asesinato, hecho que fue convenientemente olvidado en la mayoría de la recepción crítica, proporciona la medida para leer la destrucción de la pizzería, inscribiéndola en un contexto más amplio, en el que es fundamental la acción de Mookie como disparador, evidenciando que el inicio de la violencia espontánea no tiene porque proceder de los elementos socialmente más activos y concienciados, lo que constituye una análisis crítico de gran profundidad sobre esta violencia espontánea, su utilidad y su legitimidad, cuestiones que Lee inteligentemente deja planteadas en términos correctos pero sin resolver directamente. Con todo, finalmente, el epílogo demócrata y la llamada a la calma y al ejercicio del voto evidencian la posición de Lee, lo que en último término significa la debilidad definitiva del film. No solo porque acaba por imponer una solución de un alcance escasísimo en relación con la complejidad de la problemática expuesta, porque reduce una situación de tal complejidad a una falsa solución de la máxima inmediatez, sino porque impone al Lee autor por encima de una conciencia espectatorial crítica que había dinamizado muy solventemente.

Martín Paradelo Núñez

Escena de la película
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