EXTREMA DERECHA EN EUROPA | FRANCIA
Las ideas fascistas, xenófobas y nacionalistas calan hondo en la riviera más glamurosa de Europa, en un contexto de auge del populismo en todo el país con el Frente Nacional a la cabeza.
C. Prieto | Periódico CNT
En la Costa Azul, la mítica franja de litoral francesa que se extiende desde la frontera italiana a Saint-Tropez pasando por Niza y Cannes, no todo son alfombras de la fama, actores conocidos y yates de lujo. Existen unas realidades mucho más oscuras que
incluyen racismo, homofobia, y agresiones. Hace tiempo que el Frente Nacional (FN) de Marine Lepen —hija de Jean-Marie Lepen,
histórico líder de la extrema derecha francesa— coquetea con la masa obrera, entre ellos muchos comunistas desilusionados, y con los jóvenes, cada día más precarizados en el plano laboral y desorientados en el plano político. El Frente Nacional ronda el 25% por ciento de intención de voto para las próximas elecciones municipales y algunas encuestas sitúan a Marine Lepen como la política más valorada (nota de la redacción: este artículo fue elaborado en diciembre de 2013).
Este partido tiene orígenes fascistas pero, hoy en día, modera su discurso para intentar encuadrarse en los principios “republicanos” de Francia y dejar de ser catalogado como extremista. El FN tiene alguna alcaldía en la Costa Azul y goza de gran popularidad pero no es la principal amenaza.
Grupos nacionalistas, como el Bloque Identitario —que defiende la identidad francesa frente a la «amenaza del Islam»— o Nissa Rebella —que reivindica la identidad Nizarda por delante de la francesa— suponen un gran peligro para los escasos grupos antifascistas y las minorías étnicas y sexuales.
Al finalizar la guerra de Argelia (1954-1962) muchos de los franceses de Argelia —los Piedsnoirs— se instalaron en la Costa Azul. Estos, decepcionados por la aceptación de la independencia de Argelia por el general De Gaulle —héroe de la Resistencia, presidente entre 1959 y 1969, padre de la constitución y referente de la derecha republicana— se posicionaron políticamente en el nacionalismo extremo.
También fue el refugio de algunos terroristas de la OAS (Organización Armada Secreta), el grupo paramilitar de extrema derecha que quería que Argelia siguiese siendo francesa, que intentó matar a De Gaulle, y del que algunos miembros se “reciclaron” en grupos como los GAL. En la región existen más de nueve movimientos en honor a este grupo terrorista.
La Costa Azul siempre ha tenido presencia de las grandes familias burguesas de toda Europa. Durante las últimas décadas ha sido también el destino de muchos jubilados adinerados. Y el dinero suele ser un buen acompañante del fascismo. Los votantes de la extrema derecha de la Costa Azul añoran la dominación colonial en el mundo de Francia y rechazan el multiculturalismo creciente.
Algunos fascistas se han intentado apoyar en el nacionalismo nizardo —que busca la independencia de Niza, anexionada por Francia en 1860— para hacer frente a la identidad europea, hasta el punto que se suele asociar nacionalismo nizardo y fascismo, pese a que existan grupos de extrema izquierda que también se reivindican de este nacionalismo. A Nissa Rebella, partido político que sigue esta línea, se le atribuyen 600 militantes y consechó el 3% de los votos en las últimas elecciones municipales.
El departamento de los Alpes Marítimos (cuya prefectura es Niza) suele ser considerado como el departamento más conservador de Francia, no solo por los resultados electorales del UMP —derecha republicana, el partido de Sarkozy— sino porque es el sitio donde los militantes y los cargos del UMP tienen más relación con la extrema derecha. En Francia existe un consenso entre la «izquierda» (Partido Socialista) republicana y la derecha republicana de hacer unión para impedir que salgan los partidos extremistas. En la French Riviera no siempre es así. El alcalde de Niza, Christian Estrosi (UMP), se sitúa en muchos puntos próximo al Frente Nacional, sobre todo en sus campañas contra los gitanos. El alcalde de Niza de 1966 a 1990, Jacques Médecin, —padre político del actual alcalde— era un ferviente defensor del régimen del apartheid en Sudáfrica hasta el punto de que hermanó oficialmente Niza con la Ciudad del Cabo.
Recientemente, el alcalde de Roquebrune-sur-Argens (UMP) lamentó que los bomberos llegasen demasiado rápido para apagar el fuego en un campamento gitano. En septiembre de este año hubo una manifestación de más de 1000 personas donde toda la derecha de Niza marchó para pedir la liberación de un joyero encarcelado por disparar a la espalda a un ladrón que acababa de robarle. El atracador era magrebino y la extrema derecha utilizó el drama para asociar islam a delincuencia.
Desde el asesinato de Clément Méric, joven antifascista, a manos de un grupo fascista, la izquierda francesa ha tomado conciencia
de la importancia de la acción antifascista.
Pero en la Costa Azul, donde la extrema izquierda y los grupos anarquistas, son prácticamente inexistentes la respuesta se hace esperar. Las agresiones a jóvenes de origen africano, a homosexuales o a antifascistas están banalizadas por la clase política y los
medios de masa.
Y en una zona donde la conflictividad social es muy baja —la crisis no causa los mismos estragos que en Grecia o España— y donde no existe conciencia política en la mayoría de los trabajadores y estudiantes, el fascismo tiene todas las de ganar.