David Antona González, el compañero,
el amigo
David Antona
González, hijo del cenetista David Antona Domínguez que, junto a Cipriano Mera
y otros cenetistas, dirigió la famosa huelga madrileña de la construcción de
1936, ha muerto.
Sabíamos que,
desde hace unos meses, estaba luchando contra un cáncer y que el diagnóstico de
los médicos no permitía esperanzas. Que lo irremediable era cuestión de poco
tiempo… No obstante, la noticia del fin del combate nos ha sorprendido y
desconcertado… Sabíamos que ese momento llegaría; pero no pensábamos que
podría llegar tan rápido. ¡Qué difícil es aceptar estas situaciones!
David se ha ido y
de él ya sólo nos queda el recuerdo de los momentos compartidos en el exilio,
en París, cuando participamos en la confección de la revista Presencia libertaria y en la lucha
contra Franco, y luego, en todos nuestros debates en torno a los movimientos
sociales que se fueron produciendo en esta larguísima «transición» de
la Dictadura a la democracia que nos ha llevado a la España actual… Esa España
que sigue siendo la de las dos Españas.
Al pensar en
David, cómo no recordar que, a su manera, fue el digno continuador de la causa
por la que luchó su padre. Su padre,
redactor del diario CNT y buen
orador, fue nombrado provisionalmente secretario general del Comité Nacional de
la CNT, el 18 de julio de 1936, hasta que cedió el cargo a Horacio Martínez
Prieto unos meses después. Luchó en la columna de Cipriano Mera y fue el
ideólogo de la creación de la columna «España libre». Fue uno de los
que convencieron a Durruti a venir a defender Madrid. Participó en un mitin, en
el Velódromo de Invierno de París, en apoyo de la revolución española en junio
de 1937. Y en diciembre de ese mismo año representó a la CNT, junto con Horacio Martínez Prieto, Mariano Rodríguez Vázquez, Josep Xena y otros cenetistas, en el Congreso
Extraordinario de la AIT en París. En enero de 1938 participó en el Pleno
Económico de Valencia y ejerció el puesto de gobernado civil de Ciudad Real
(declarada Ciudad Libre) hasta el final de la guerra, cuando fue encarcelado y
condenado a muerte en marzo de 1940. Pena que le fue conmutada por 30 años de
prisión. Enfermo gravemente de tuberculosis, fue liberado en diciembre de 1943
y sucumbió a la enfermedad el 15 de marzo de 1945.
David, nacido en
1930 en Burdeos, durante el exilio de sus padres en Francia, vivió en esos años
la atormentada historia de su familia y de su país, y «en la encrucijada de dos culturas, dos
mundos y dos idiomas distintos«. Vivencias que, según él, le acabarían
conformando su carácter “caótico,
escindido y contradictorio«. David pudo salir de la España de Franco y
exilarse en París, volviendo a España en 1974, un año antes de la muerte de
Franco, en donde ejerció numerosos oficios, acabando -de modo sorprendente para
él mismo- urbanista…
Su viejo y
profundo deseo de manejar la lengua castellana, para devolver la palabra a
todos los compañeros y compañeras que había hallado y perdido en el camino, le
incitó a escribir sobre esas vivencias.
En 1982, la editorial Queimada nos ofreció uno de esos testimonios: El
Río en la sangre. Novela en la que se entremezclan los temas de la búsqueda
de una respuesta ante la culminación del viaje, la rememoración del núcleo
familiar y el sentido de la infancia, con el testimonio veraz de la realidad
del exilio y las consecuencias de la guerra civil.
En 2012, La
Felguera Ediciones, nos ha ofrecido otro de los testimonios de David, otra
novela escrita con su peculiar estilo «antonista» (conciso, emotivo,
sobrio) y cuyo título es : La balada del Metro sin puertas.
David no se
limitó a la literatura, también escribió artículos de combate político. Desde
2006 comenzó a colaborar en Rebelión
y en esa web se pueden encontrar más de 30 de sus artículos.
David se
ha ido; pero de él nos queda eso y muchos otros escritos y dibujos que muy
probablemente podremos ver pronto editados.
Octavio Alberola