Cree que “la actual política municipal: aglomeraciones innecesarias, disgusto público, caos circulatorio, autoritarismo, persecucionismo, decisionismo arbitrario…”. José Luis García Rúa, es un “guahe” intelectual ácrata, en el mejor de los sentidos de edad, que fue un destacado militante, todavía lo es, de la CNT. Y que ahora milita en CNT-AIT de Granada. Como profesor universitario titular, explicaba Historia de la Filosofía en la UGR. Escritor prolifero y anarquista convencido, es hombre de palabras exactas sin que se le note ese miedo que guarda la viña en otros.
El Aula Popular José Luis García Rúa, para difundir las iniciativas culturales a nivel popular, honra a este trabajador de la cultura española. Y no hay que loar a este señor, él mismo se loa por su magnífica trayectoria dentro de la cultura de este país (España), y desde la perspectiva de explicar la filosofía anarquista, algo que no es el lobo feroz, sino una forma de entender la sociedad, la cultura, la política, el estado y la economía. Desde estas letras insignificantes, saludamos y damos las gracias al profesor García Rúa por sus estupendas respuestas. Y a ustedes, los convoco a leer esta interesante entrevista. Es magnífica, lo juro. Y ya saben, que yo juro muy pocas veces.
Pregunta.- Como es bastante difícil conjugar política, trabajo y ética, así nos luce el pelo a la ciudadanía, al pueblo soberano … ¿Y cómo cree usted que a la ciudad de Granada la gobierna el PP?
Respuesta.- Nos luce mal el pelo, entre otras cosas, porque los ambiciosos, los que defienden intereses creados y muchos equivocados han conducido la política, como término y como acción, a un extremo semántico degenerativo, entendiéndola y realizándola como arte de manejar el poder, o sea, como instrumento de dominio Se ha olvidado la relación del término con pólis (“ciudad”, para los griegos) y con polítes, “ciudadano”, con lo que la política sería (habría de ser) “interesarse y ocuparse en los asuntos públicos”. Fue así como Aristóteles definió al hombre como zôon politikón, “animal político”, “animal de la pólis”, que, a su vez y acercándose más al sentido aristotélico, debe entenderse como “ser social”, dentro de específicas determinaciones. No debiéramos, sin embargo, idealizar en demasía el mundo griego antiguo, donde tampoco dejaron de darse, para la política, las características de dominio. Seguramente por eso, Sócrates argumentaba que la política no hacía mejores a los hombres y que el propio Pericles no había sido capaz de hacer mejores ni a sus mismos hijos. También seguramente por eso, Anito y Mileto, para justificar su condena de Sócrates, lo acusaron de “buen filósofo pero mal ciudadano”. Los rasgos degenerativos parecen, así, pertenecer a la esencia misma de la acción política. Es por lo que, para librarnos de ese desvío, nosotros, anarquistas, hablamos de acción social y no de acción política. No conozco pormenores de la actual política municipal granadina, pero los signos externos son malos: aglomeraciones innecesarias, disgusto público, caos circulatorio, autoritarismo, persecucionismo, decisionismo arbitrario…
P.- Se argumenta que aunque los ciudadanos no se ocupen de la política, ella sí se ocupa de los ciudadanos por fuerza… ¿Y su opinión sobre como administra y gobierna la Junta de Andalucía a Granada ciudad y su provincia?
R.- Claro, por fuerza. El ciudadano es la cosa. La cosa a la que se lleva y a la que se trae; a la que se llama, imperativamente, al trabajo, y a la que se echa, también imperativamente, del trabajo; a la que se la hace vociferar o se le impone silencio, según convenga; a la que se le fuerza al consumo o a la abstinencia, también según convenga; a la que se le da o se le quita la voz, según para quien; a la que se le pone un fusil o una porra en la mano y se le dice: ”tira contra tu hermano” o “da palos a quien es como tú”; a la que, en su expectante y quieta penuria, de continuo se le promete un cambio, para que todo siga siempre igual; a la que, previamente martirizada por un huracán de palabras, se le pone, cada cuatro años una papeleta en la mano y se le dice que echarla en una urna será su salvación, para, al cabo de otros cuatro, volver a ponerle la misma papeleta “salvadora” de una incesante miseria que nunca acaba; a la que se le fijan las necesidades que ha de tener y a la que, por fin, en fin de trayecto, se la mete en un cajón y se la echa a un huerto. En fin, el ciudadano, la cosa, la harina de sus pasteles para sus pasteleos. Tampoco, para la segunda parte de la pregunta, sé de muchas singularidades gobernarias a nivel regional o provincial. Lo externo, sin embargo, no es para echar las campanas al vuelo: los datos de pobreza son alarmantes, los de paro escalofriantes, la llamada “delincuencia” y la delincuencia criminal crecen sin medida, los resultados enseñantes, muy tristemente decepcionantes…. Eso sí, las castañuelas suenan, dan la impresión de ser los poros de la adrenalina.
P.- La decadencia es como el moho, que sale si no se bruñen la cultura, la sociedad, la economía y la política… ¿Las sociedades de nuestro mundo viven actualmente una decadencia que ya puede ser muy peligrosa?
R.- Toda juventud tiene su vejez, toda vida tiene su muerte. Pienso, sin embargo, que no se opera bien cuando se equiparan mecánicamente estas relaciones a las que se tienen por sus correspondientes en el campo del sistema económico-político y social con sus añadidos de civilización y cultura. Se trata de entropías de signo diferente, pues sus internas contradicciones son también de signo diferente. Los factores de diferencia son, específicamente, la voluntad y la razón humanas, que tienen la capacidad potencial de alterar los ritmos y desarrollos. En el caso de las sociedades humanas, la salubridad o decadencia de las mismas se miden en términos de racionalidad o irracionalidad de sus estructuras. Un sistema humano irracionalmente concebido y en estado de salubridad oculta siempre su decadencia potencial por la intervención de factores aleatorios, que pueden darse o no darse (verbigracia, victorias militares, el oro americano, en el caso de España, las circunstancias favorables en los imperios que han sido, y que han dejado de ser…). Si tales factores desaparecen y el sistema permanece en su irracionalidad, a más largo o menos largo plazo, surge, en forma fatal, su mortal decadencia. Digo fatalmente, y digo sin remedio, con lo que ya me pronuncio sobre su peligrosidad, entendiendo, aquí, peligrosidad para el sistema, y recogiendo del término “peligro” sólo los trabajos, esfuerzos y sufrimientos que conllevará la superación del sistema mismo.
P.- El anarquismo es una doctrina política, es más cosas, interesante; y dada la idiosincrasia de los seres humanos… ¿Y lo ácrata puede ser válido ahora que sabemos que los partidos políticos son como empresas que sólo trabajan para ellos y sus ideologías partidistas, y que parece que observan al pueblo soberano como sólo un instrumento para votar?
R.- Cuando el anarquista niega y lucha contra todo poder, se compromete a ser él el poder de sí mismo. Pero sabe que, por esencia, el hombre es un ser social; que el sí mismo debe contar siempre con el otro, y, si renuncia al egoísmo del ejercicio de su poder sobre ese otro y se acoge al altruismo de considerar al otro como un sí mismo, no lo hace porque esté, graciosamente, regalando nada a ese otro; lo hace porque considera que el derecho del otro está en la naturaleza de las cosas y que el otro es otro sí mismo, es decir, que siente la otredad de sí mismo inseparable de la mismidad del otro para que del encuentro de poderes equivalentes surja la anulación de todo poder, convertido en una capacidad multipotenciada de hacer y decidir en el ámbito de lo común, entendiendo que la libertad del uno no puede existir sin la libertad del otro y que es desde ella desde donde debe intentarse la privada aventura de los misterios de la vida. En relación con la segunda parte de la pregunta, “partido”, ya lo dice la palabra, es, por esencia, parte; parte que, para justificarse como tal, debe construir, verbalizar un discurso, en el que, por fuerza, ha de entenderse el resto de las partes, es decir, todo lo otro, como y en cuanto aprovechable para sí mismo. Con otras palabras, el partido, la parte, está obligado a cosificar lo que no es él. Es así como se siente justificado a imponerse.
P.- Quizá en la democracia, por eso de la libertad, se limpien muchas ideas políticas y económicas… ¿Lo del bipartidismo político entre el PSOE y el PP, es algo de lo que nadie se va a librar, e ídem con el Capitalismo y el Consumismo feroz
R.- No lo tengo muy claro. La gran literatura rusa se escribió bajo el imperio de los zares. La gran obra de Proudhon se escribió bajo el régimen autoritario de Napoleón III. Fueron regímenes represores de libertades aquellos bajo los cuales se escribieron las obras de Marx, de Bakunin, o de Kropotkin. La Tercera República, bajo la que escribió Eliseo Réclus, no fue, precisamente, muy permisiva. Las obras de crítica, razonada y profunda, a los sistemas de democracia formal no son las que encuentran los cauces más fáciles e idóneos en esos regímenes, que sí facilitan, en cambio, con todos sus medios, la difusión de mucha basura literaria y filosófica. La libertad de expresión figura en las constituciones democráticas. Pero la democracia conoce mil maneras de reducirla a pura forma. Respecto a la segunda parte de la pregunta, entiendo que, por razones de forma, la democracia es un régimen donde se dan más medios de ocultación del poder. Uno de ellos, quizá el más importante, es el bipartidismo, porque es una forma de aglutinar, sean o no de tu cuerda, a toda la gente contraria al bando opuesto. Una vez conseguido esto, y se consigue porque tal régimen está así diseñado para ello, se establece el sistema de balancín que amenaza perpetuidad: la Constitución de la Primera Restauración española duró, bajo ese régimen, desde 1876 a 1923. La actual y Segunda Restauración… dedúzcalo usted mismo. En cuanto a lo del Capitalismo y consumismo, creo poder aplicar aquí lo que dije más arriba.
P.- La cultura, que se sepa, es de las pocas cosas que dan libertad… ¿Y cómo anda la UGR, esa magnífica empresa pública capitalista de la cultura, en materias de libertades de cátedra y todas las cosas docentes y culturales que impiden que se veten profesores y demás etcéteras poco dignos para la enseñanza…?
R.- Por sí sola, la cultura no da libertad. Yo conocí personas cultísimas que eran perfectos cabrones. Y también conocí analfabetos sabios. Las últimas conferencias que Ortega daba, en el salón de actos de no recuerdo cuál Banco, para las damas maduritas de la alta sociedad no encajan bien en el ideal de la cultura, como tampoco encajan en él las tertulias o clubes de comunicación en radios o teles, ni los “cursos de verano”, hechos más bien para el mundo de los “espabilados”. Todo ello viene a conformar la industria de la cultura, que es la forma en la que la sociedad de consumo se expresa en la forma de sociedad del espectáculo. Claro que, si la cultura no es Kultur ni “cultureta”, entonces, la cultura, debidamente acompañada, es un grande, poderoso y bellísimo instrumento de acercamiento al hombre. Es por esta razón por la que yo he dedicado, prácticamente, toda mi vida a comunicar cultura y a recibirla de los que parecían no tenerla, porque dar y recibir es aquí todo uno y lo mismo. En esa brega, quiero seguir encontrándome y quisiera encontrar a todo el mundo.
Respecto a lo segundo, la Universidad de Granada me dio toda la libertad de expresión que yo necesitaba. Viví en ella grandes momentos, en los que parecía que el saber, la humanidad, los pueblos iban, por fin, a tocarse. Mi gratitud es, por ello, inmensa. Que, dentro de su positivo aislamiento, no deja de ser parte de una sociedad corrompida es algo que no escapa a mis alcances
P.- Los modelos de Estado, quizá siempre han sido unos quebraderos de cabeza para las gentes civilizadas que aspiran a la libertad total sin pobre ni ricos ni culto e incultos… ¿El modelo de Estado español es el más idóneo para una España plural con identidades diferentes?
R.- Todo Estado es, en sí, intrínsecamente malo, pues no deja de ser, en ninguno de los casos, el instrumento de poder de la clase dominante, que, a su vez, lo es, precisamente, en el ejercicio de tal instrumento. Si algo me queda de Hegel, no es, precisamente, su valoración del Estado, al que él, en el camino que va del espíritu objetivo al absoluto, consideraba como el gran instrumento neutral al servicio de todos. Es, quizá, en esto donde su idealismo queda más groseramente en entredicho. Cualquier análisis real de cualquier Estado histórico prueba esto a la saciedad. Es por eso que nuestro ideal, como anarquistas, es la destrucción del Estado y su sustitución por la autoorganización de la sociedad sin dominios. Pero yo creo saber distinguir muy bien entre los estados del Estado y comprobar que hay unos preferibles a otros, aunque estos “preferibles” no pierden su condición de Estado ni, por ello, su maldad intrínseca, de lo que se deduce la necesidad de seguir luchando contra el Estado sucesor del Estado. Pienso, así, por responder a una parte de su pregunta, que, dentro de su intrínseca negatividad, en el caso de España, una Federación de Estados Ibéricos sería preferible al actual estado de centralización, como debe tenerse por positiva la destrucción de un imperio y su sustitución por una multitud de Repúblicas independientes, pero mí, nuestro ideal, es, por referencia a España, una Confederación de pueblos Ibéricos, como, a nivel mundial nuestra lucha lo es por una Federación Internacional de todos los pueblos del mundo.
P.- Se dice que en política y en economía no se deben de vengar los errores… ¿Y la auténtica culpa de las crisis económicas del Capitalismo las tiene el Libre Mercado que actúa especulativo y no constructivo?
R.- La culpa es el del capitalismo en sí. Hablar de capitalismos salvajes y civilizados no tiene, para mí, sentido. El capitalismo no surge por razones éticas, sino por búsqueda de ganancia. No es el mayor bien del consumidor lo que busca la competencia de capitales, sino el aumento de compradores, para aumento de beneficios. Es por eso por lo que el capitalismo, fuera de toda careta, tiende siempre a la eliminación de la competencia (trusts, cártels, corporaciones, consorcios, multinacionales, agencias universales…) y al control máximo de sus alcances. El “capitalismo salvaje” o el gran especulador financiero no hacen más que sacar las últimas consecuencias de lo que es, en sí, la base del capitalismo, sin pararse en barras de las consecuencias morales o físicas de su acción. El capitalismo, tanto si es de Estado como individual, no puede dejar de seguir sus férreas leyes y éstas no pueden dejar de moverse en un ámbito de contradicciones crecientes, producción/destrucción, ahorro/despilfarro, que, en un momento o grado de su desarrollo acaban haciéndose insoportables para el sistema, al que terminan por destruir. Los distintos pasos del capitalismo, microeconomía, macroeconomía, keynesianismo, ultraliberalismo de mercado etc., etc., no son más que, a través de diversas crisis, los diversos intentos de orillar ese destino fatal del fin histórico de su ciclo.
P.- También dicen que el trabajo dignifica al hombre… ¿Y tienen razón de ser las Centrales Sindicales, esas que están ligadas a los partidos políticos que gobiernan y administran?
R.- El trabajo dignifica porque no hay, para el hombre, otra manera de subsistir, y, a tales efectos, el hombre debe luchar por un trabajo digno y debe realizarlo con la mayor dignidad técnica y moral. El trabajador debe ser un buen trabajador, no para dar mejores frutos al patrón, cosa a la que, por lo demás, está fatalmente obligado, sino porque debe aspirar a un mundo sin patronos ni supervisiones capitalistas, un mundo que ha de depender de su trabajo bien hecho, y que no podrá mantenerse, de no ser así, con lo que volvería el cuento a empezar por el principio. Hicieron, desde luego, mal muy mal los sindicatos “oficiales” con perder su autonomía, si es que algún día la tuvieron, por estar incrustados en ideologías y disciplinas de partido. En el caso español, la cosa fue más grave, pues retardaron, siguen retardando el advenimiento de una democracia real, al verse obligados a moverse en un régimen posfranquista, en el mismísimo papel, por método y por fines, del sindicato vertical de Franco. Son, así, al precio de ser interlocutores únicos los verticalistas de la España de hoy. Heredaron los bienes del verticalismo y, con ello, su mismo quehacer. Por ello, hicieron perder a los trabajadores su conciencia de clase y los pusieron, en paro, en accidentes mortales, en salarios, en temporalidad, en precariedad y en condiciones y estructura del trabajo, a la cola de los países europeos. Todo lo contrario de la situación obrera reinante en la España de 1936.
P.- Un nuevo amanecer en el mundo político y económico está muy lejano para el pueblo soberano… ¿Y por dónde debería de discurrir ese nuevo amanecer en el mundo político, cultural, social y económico?
R.- La situación es gravísima y decisiva. El capitalismo está a punto de concluir su triste ciclo (no hablamos de días ni de inmediateces). En medio de esta grave situación, los Estados capitalistas sólo pueden aplicar métodos falsos para producir, igualmente, falsas impresiones: psicologizar la situación, en un intento de generar la confianza que impida la protesta firme y real. Para ello, es su tarea emplear e inventar todo lo que pueda producir algún signo de apariencia; manejar, sistemáticamente, la mentira con la mayor naturalidad; emplear el dinero que no tienen, comprometiendo, así, si la cosa les resultase, la vida de tres o más generaciones. Pero, claro, para excusarse a sí mismos, hay que buscar culpables, y así abren la boca para señalar especuladores sin nombre, a los que, sin embargo, siguen en sus métodos. Y, como son sin nombre, claro, todo es abstracción y todo queda en casa. Quieren ganar tiempo, para intentar otra ronda de cincuenta años. Tienen, para ello, que mantener una situación que haga que sea el propio obrero el que pida bajar drásticamente los salarios, aumentar sin tasa la jornada laboral y la edad de jubilación (bueno, es un decir, porque la jubilación queda, en sí misma, en entredicho), aceptar condiciones insufribles de trabajo, cualquier cosa. Todo, antes que perder el empleo, bueno, la ilusión del empleo. Conseguido esto, los Estados capitalistas podrían ya, para otros cincuenta años, diseñar una situación obrera con más del 30% de paro obrero estable, jornadas interminables, precariedad total, riesgo absoluto, derechos sociales recortados al máximo o inexistentes, jubilación inexistente o en suma precariedad, y, mediando las oportunas deslocalizaciones de empresas y las ETT´s correspondientes, dispersión absoluta de la clase. La hora es, pues, de que la clase obrera diga ¡basta!. Una clase sin conciencia de sí misma, pero que sólo actuando puede recuperar. La hora es de internacionalizar el movimiento obrero activo y de que se mantenga al margen de los partidos que intentarán recuperarlo para someterlo de nuevo a la máxima cosificación y renovar nuevas formas de esclavización. Heredarán, así, los trabajadores un mundo dislocado y semidestruido, pero sólo, únicamente ellos podrán construir un mundo nuevo.
Extraido de Granada Digital