COLUMNISTAS | ANTONIO PÉREZ
El Estado Vaticano ha estado en plena campaña electoral. Como en cualquier otro Estado, los candidatos a la Presidencia –vulgo, Papado-, se abrazan en público y se acuchillan en privado.
Como en cualquier otro Estado, los candidatos a la Presidencia -vulgo, Papado-, se abrazan en público y se acuchillan en privado. Las sumas que gastan en sus respectivas campañas son secretas. Ninguno reconoce que sólo llega al trono si acierta en el reparto de chantajes y sobornos entre los miembros del Consejo de Ministros que, como ocurre en cualquier país, es también el Consejo de Administración -vulgo, Colegio Cardenalicio-. Dejando aparte por insignificantes las cuestiones religiosas e ideológicas, los aspirantes se centran aparentemente en el presupuesto. ?De cuánto dinero estamos hablando?
Hace 16 años, presionado por las demás multinacionales, el Vaticano se vio obligado a publicar su Presupuesto y lo hizo burlándose de los convencionalismos. In illo tempore, en España era famosa la foto anual de unos obreros a las puertas del Congreso descargando con carretillas las miles de páginas del Presupuesto. Pues bien, en 1997, el Vaticano publicó el suyo por primera vez: tres cuartillas en itailano e inglés mecanografiadas por las dos caras. ¿Desfachatez o ecologismo llevado hasta el ahorro extremo? Ante semejante exhibición revolucionaria, ¿tiene sentido fijarse en fruslerías como equis millones en el banco vaticano, déficit, narcotráfico, usura, blanqueo de capitales o industria armamentística? En cuanto a los banqueros de Dios, ¿para qué acordarse de los Marcinkus, Calvi, Camdessus o del recientemente nombrado von Freyberg?
En definitiva: no nos atasquemos en las contabilidades mundanas del dinero sacro porque el Vaticano es una multinacional cuyo producto estrella no es cuantificable dado que lo mercadea en un mercado propio, el de los futuros intangibles -la vida eterna como mercancía-. De ahí que sea el único Estado que haya proclamado su adhesión absoluta al capitalismo, la última vez a través del decreto titulado Encíclica Cáritas in Veritas (2009; Amor en verdad). Curiosamente, a medida que avanzaba ese texto, se tergiversaba el latín traduciendo caritas por caridad. El capitalismo pasaba a definirse como «caritativo». El Vaticano asumía la retórica humanitaria y se disfrazaba de ONG. Era el colmo de un ilusionismo excesivo e innecesario puesto que ese Estado multinacional resulta ser la única ONG literalmente no gubernamental.