ZONA LUMBAR | Fotografía: dotb.eus |Extraído del cnt nº 423
El derrumbe del vertedero de Zaldibar es la metáfora del Oasis Vasco en lo que se refiere a traficar con la basura. Ahí está el caso «De Miguel», el caso «Montai», cuya mierda no se puede ocultar, sigo escribiendo metafóricamente, pero la mierda del vertedero, y aquí se acaba la metáfora, es tangible. No sólo se puede ver y tocar, también se puede respirar para sufrimiento de las vías respiratorias. Y lo más alarmante, que también puede sepultar, segar vidas. Desde hace más de un mes dos trabajadores forman parte del escombro en algún lugar del vertedero. Toneladas de residuos sobre dos seres ya deshumanizados, vidas truncadas, que han puesto al descubierto las miserias institucionales con unos primeros días de gran descontrol informativo y operativo. Hay que recomponer el paso y ejercitar el malabarismo dialéctico para el momento en el que sea más que conocido que el vertedero de Zaldibar recibía residuos por encima de sus posibilidades, además de que ya se había advertido la existencia de grietas.
Urkullu, el Lehendakari, nos cuenta que es una catástrofe natural, totalmente impredecible. Así es como se esquiva la realidad de la gestión de residuos basada en la red clientelar de favores para amiguetes y colegas donde priman los intereses económicos de empresas privadas frente al bienestar de la población y al cuidado del medio ambiente.
Hay momentos en los que la vida parece una mierda, cierto, pero eso no nos convierte en expertos sobre vertederos. En el Sindicato tenemos compañeros cuya profesión les hace ser conocedores, directa o indirectamente, de las particularidades de este tipo de catástrofes. Saben de lo que hablan, y nos cuentan que un derrumbe de esas características va dando avisos, bien con diferentes sonidos que indican deslizamientos, bien con la aparición de grietas que se van desarrollando lentamente. Y en esto que llega Urkullu, el Lehendakari, para contarnos que es una catástrofe natural, extraordinaria, inusual, totalmente impredecible. Así es como se esquiva la realidad de la gestión de residuos basada en la red clientelar de favores para amiguetes y colegas donde priman los intereses económicos de empresas privadas frente al bienestar de la población y al cuidado del medio ambiente.
Dos vidas cortadas bajo toneladas de desperdicios, de porquería, de cochambre, de lágrimas de cocodrilo institucionales. Total, para los discursos de despacho, los dos trabajadores muertos no dejan de ser meros daños colaterales cuya relevancia radica en el rédito electoral que puedan obtener unos y la factura que les pueda pasar a otros.