Madrid | Ilustra: LaRara – «Becario precario»| Extraído del cnt nº 422, Dosier «Trabajar para ser pobre»
Es fácil mejorar tus condiciones laborales cuando no perteneces a la plantilla, no pisas la redacción, tienes que vender piezas que cobras a los tres meses? ¿O cuando trabajas en remoto al ser corresponsal de un medio extranjero o colaborador de más de una docena de periódicos? ¿Y el fotoperiodista que viaja a una zona en guerra sin saber si un medio le respalda, si le ofrecerán 100 euros por un reportaje o si sus instantáneas serán usadas sin su permiso? ¿Y si trabajas haciendo piezas o ilustraciones para revistas culturales por 40 euros? La respuesta es no. Las nuevas condiciones laborales que se imponen en sectores como el de la comunicación, editorial y audiovisual están haciendo que se multipliquen los atropellos, las situaciones de precariedad y la indefensión de las trabajadoras y trabajadores. Sobre todo ante la individualidad que se cronifica.
La falta de reivindicación conjunta de los derechos laborales y las condiciones cada vez más líquidas de trabajo (freelance, remoto, colaboraciones) hacen de los medios de comunicación un objetivo del liberalismo más salvaje
Décadas después de las históricas huelgas donde periodistas, fotógrafos, administrativos y personal de rotativas se unían para mejorar las condiciones laborales o para denunciar un atropello de la libertad de expresión, son muchos los que piensan que la forma de trabajar en periodismo es y siempre ha sido la actual. Pero no es así. Lejos quedaron la históricas jornadas en las que el mundo de la prensa fue a la huelga de manera unitaria como respuesta al atentado fascista que sufrió El Papus en 1977, y donde los sindicatos con implantación en el sector (CCOO, UGT, USO, CNT y el Sindicato de Trabajadores de Prensa de Barcelona) consiguieron una rápida unidad de acción que paralizó todo el sector de la prensa e incluso tuvo incidencia en RTVE. O el ambiente asambleario y de lucha logrado en el ABC, donde en 2002 la presión de la plantilla logró la readmisión del compañero de CNT Miguel Ángel. Aunque el tirón de la solidaridad siempre se ha dado más en rotativas, talleres y administración, más que en la plantilla de la redacción, todavía resuenan ecos de victorias a nivel laboral. Como la cosechada por los repartidores de prensa de Madrid durante el verano de 2018 al conseguir que sus representantes se sentaran con la empresa para llegar un acuerdo tras diez días consecutivos de paro y movilizaciones.
La contratación de falsos autónomos también es cada vez más frecuente en el mundo de los medios de comunicación, que aparecen cuando la empresa no quiere sustituir o ampliar plantilla y que repercute directamente en la seguridad y calidad laboral de las trabajadoras. No solo los riders de Glovo o Deliveroo han logrado que la justicia les dé la razón, también profesionales de la comunicación e información han ganado batallas al respecto. Es el caso de la condena que recibió El Mundo en 2019 por emplear a trabajadores como autónomos cuando en realidad sí tenían relación laboral con el medio. Algo parecido sucedió en la cabecera deportiva Marca, cuando uno de los ERE en Unidad Editorial hizo que la compañía llegara a aceptar que había hasta 12 periodistas que deberían tener contrato pero, en realidad, cotizaban en régimen de autónomo.
El becariado también tiene mucho que decir en cuanto a contratos en fraude laboral. De sobra es conocido cómo las empresas privadas se nutren de mano de obra gratuita, o mínimamente remunerada, procedente de las universidades y diferentes centros de estudio. El estudiantado, que ansía poder hacerse un hueco en un sector hípercompetitivo y precarizado, sale de las aulas ávido de conseguir un contrato. En muchas ocasiones, lograr que alguien te contrate pasa por empezar como becario; una situación apenas regulada y que en ocasiones ha cosechado ciertas victorias judiciales a favor de los becarios, como la ocurrida en noviembre de 2019 cuando la Generalitat Valenciana tuvo que contratar a 28 de sus becarios al entenderse que son plantilla.
Una organización de, por y para los propios trabajadores es lo adecuado para encontrar el empoderamiento necesario para afrontar con mayor fuerza esta oleada de precarización que impera en el mundo de la comunicación.
Pero la apisonadora de los beneficios y entender los medios de comunicación como una empresa más han hecho que en poco tiempo hayamos tenido que enfrentarnos a EREs, como el del Grupo Zeta (El Periódico, Sport, Cuore, Viajar…), que dejó en la calle a 177 trabajadores, o el de Unidad Editorial (El Mundo, Marca, Expansión, Telva…), que en uno de sus varios expedientes de regulación de empleo despidió a 160 asalariados. Ejemplos similares se dan en las publicaciones que, aunque no llegan a cerrar, el peso del trabajo recae en una plantilla extremadamente reducida y extasiada por la cantidad de trabajo exigido, como es el caso de la revista Fotogramas o del medio digital Playground.
En los últimos tiempos también hemos presenciado el cierre completo de cabeceras, lo que ha conllevado que decenas de periodistas y profesionales ligados a la comunicación se quedasen sin trabajo, debido a que la reubicación en otras publicaciones de la misma empresa ha sido prácticamente nula. Revistas históricas como Interviú y Tiempo, o medios más modernos pero con el mismo desenlace final como el periódico Ahora, demuestran que la tónica general es el declive del sector, algo que únicamente se puede evitar con la organización entre iguales. Aislados, desunidos y sin respaldo, los profesionales de los medios de comunicación seguirán sometidos a los vaivenes del sistema capitalista en busca únicamente de su propio beneficio. Frente a eso una campaña por unas tarifas justas, apoyando a los compañeros freelances, luchando por unos convenios colectivos mejores, con guías para desterrar el machismo y el acoso, uniéndonos contra la precariedad y plantándonos porque #GratisNoTrabajo, buscando el apoyo mutuo entre iguales. Una organización de, por y para los propios trabajadores es lo adecuado para encontrar el empoderamiento necesario para afrontar con mayor fuerza esta oleada de precarización que impera en el mundo de la comunicación. Nos quieren en soledad, nos tendrán en común.