Su
paso por la cárcel, la abogacía, la relación entre el anarquismo y la forma de
vida merchera… son algunas de las cuestiones que salen a relucir en esa persona
que llegó a ser para el franquismo en la década de los 60, el enemigo público
número uno.
Tari G.M. | Periódico cnt
A sus 70 años y bregado en mil batallas, Eleuterio (“El Lute”
quedó atrás hace mucho tiempo) vive y ve la vida de otra manera, descansando
con su familia en su querido Valle del Jerte, lo cual no significa que haya
abandonado sus ideales y conciencia social como queda reflejado en este
diálogo.
Pregunta: ¿Cómo fue tu experiencia cuándo saliste de la cárcel en 1981
trabajando como abogado laboralista?
Respuesta: Pues fue paradójico porque la gente que acudía no nos veía como
abogados: teníamos aquel despacho pequeño, los compañeros eran jóvenes, con
mucho entusiasmo pero con poca experiencia, y bueno, venían a
preguntarnos, pero como no cobrábamos nada cuándo tenían un asunto complejo no
se fiaban e iban a otros abogados pagando. Aquello se disolvió y yo me di
cuenta enseguida de que el ejercicio del derecho penal no era lo que yo quería.
Sí era mi vocación, pero una vez fuera de la cárcel, pensé que si quería remover
algo el sistema estaba antes la sociología que la criminología, las causas son
sociológicas. Así que me dediqué a otras cosas, principalmente a
escribir.
P: Respecto a esta etapa en Madrid, has comentado en otras ocasiones que te marchaste
de allí un tanto defraudado con los movimientos sociales, que estabas harto de
que te utilizaran para sujetar las pancartas y que te habías convertido en una
especie de parodia de ti mismo. ¿Qué es lo que hizo que te sintieras así?
R: Sí, en Madrid ocurrió un poco esto. Estoy hablando del año 85 o 86
hasta casi los 90. Me llamaban de sindicatos, de partidos, de la derechona no,
claro, me llamaban para una manifestación. Delante iban los políticos, detrás
los intelectuales, y llegó un momento que, yo al menos lo veía así, era como el
farolillo rojo, siempre todo iba a parar a mí. Empezó a parecerme una forma de
lucha muy pobre, inoperante, no se hacía nada, no se cambiaban las cosas, me
pareció que formaba parte de un sistema, que era como un teatro. Yo quería la
ruptura, era más radical. Nunca me ha gustado significarme ni abanderar nada,
no tengo madera de líder, tengo conciencia sociopolítica, eso sí, pero tengo
mucho pudor, yo no estoy tan seguro de mis posiciones y de mis creencias como
para embaucar a nadie ¿y si me equivoco? En la lucha ocurre eso.
P: Lo que comentas coincide con el ideario libertario: no seguir a un
líder, ni querer serlo, sino luchar por uno mismo…
R: Los mercheros somos así, somos anarquistas puros, seguimos la ley
natural. Somos para la libertad. Cuando nos encontramos, siempre nos saludamos:
“Salud y libertad”, mucho antes de que yo supiera que esto era anarquista, yo
siempre lo había oído, desde niño con mi padre. Éramos anarquistas puros,
primitivos, en el sentido de que nos faltaba ilustración, pero la parte
empírica, de las vivencias, que es la importante, sí la teníamos. A partir de
los 50 hubo una diáspora, no sólo de los mercheros… al destruirse lo rural que
era el nexo de unión. La gente se mataba a trabajar y sólo para comer, pura
economía de subsistencia, vivían del campo, del huerto, etc. Después hubo ese
boom en España, gracias a las divisas de los que se fueron y a que se abrió un
poco al turismo, eso dio lugar a quese industrializase, lo que produjo el éxodo
a las grandes ciudades. Cuando llegabas a Madrid, había que buscar trabajo y
casa, trabajo había, la casa, pues una chabola a las afueras… y allí vivía el
campesino de Extremadura con gitanos, mercheros, etc… formando parte de lo
mismo. Para los mercheros significó el fin de nuestro modo de vida y de nuestra
profesión: el uso del plástico y la destrucción del mundo rural…
P: La cultura merchera es una gran desconocida, mantiene aún hoy el
hermetismo que le sirvió de protección. No hay muchos mercheros dispuestos a
hablar de la forma de vida tradicional.
R: Al contrario de los gitanos, que sí se diferencian físicamente, es
muy difícil diferenciar un merchero de un payo, nosotros además, queremos pasar
inadvertidos… Estamos diseminados, que el grupo siempre da fuerza… Y la Guardia
Civil tenía una orden, donde se nos declaraba a gitanos y mercheros como
personas muy peligrosas a las que había que controlar. Si tenías una camisa
nueva tenías que guardar la factura de la compra, porque te la pedían,tenías
que demostrar que lo que tenías no era robado. Todo lo contrario de lo que es
la justicia: presunción de culpabilidad.
P: Los oficios tradicionales fueron barridos por el progreso pero
¿qué sucedió con los valores de esa forma de vida?
R: Esos valores valían en ese momento. Eran muy auténticos y humanos:
la regla de oro era la solidaridad y la ayuda. ¡Cuántas veces estábamos
haciendo la comida y llegaba alguien, aterido de frío, y le hacíamos un sitio
y compartíamos la comida! Los grupos más “primitivos” o más primarios son
más solidarios, mucho más. La cooperación es más importante para la
supervivencia.En una gran ciudad te caes en la calle y nadie se acerca, no
quieren complicarse. Te mueres y nadie te socorre. Sin embargo te vas al
Sáhara, y te dan lo mejor que tienen, a cambio de nada, porque no esperan nada.
Las sociedades industrializadas son insolidarias, no importa lo que le pase al
vecino.
P: Es conocida tu visión rousseauniana del ser humano, ¿proviene de
tu pertenencia a lo que llamas “grupos primarios”?
R: Claro. Rousseau hablaba del “buen salvaje” y de la vuelta al
estado natural. La persona en estado puro es generosa y altruista. La
“civilización” la hace egoísta, ya sólo importa ella y su entorno más
próximo.
P: Desde fuera parece que los valores de esas vivencias y esa
educación espartana, dura, que se adapta y se sobrepone a las dificultades, te
proporcionaron la base para ser quién eres ¿no es así?
R: A mí me pasó una cosa, y es que el tuerto es el rey en el país de
los ciegos… En el mundo aquel mío, casi todos éramos analfabetos, el que no lo
era, es porque había pasado por la cárcel. Yo me paso 18 años en la cárcel y
descubro que estudiar es una forma formidable de dar sentido a mi vida, y me
apupo, como se dice, a hombros de sabios. Ahora, de entre los míos, ¿quién me
sigue? Sí lo he hecho, he dado muchas charlas, pero ya no a ellos, sino a sus
hijos… que entiendan que la mejor herencia que les pueden dejar a sus hijos es
la educación.
P: En la época de Madrid ¿tuviste relación con el movimiento
libertario y/o con la CNT?
R: Sí, sí, yo tenía muchos amigos en la CNT. En la fuga del Puerto de
Santa María, está en el libro y no lo voy a explicar, éramos cinco, uno de
ellos Floreal Rodríguez. Floreal, Germinal, son nombres anarquistas. Y
Eleuterio también, en griego clásico significa “libre”. Eleutherio es la diosa
de la libertad, ¿no lo sabías? Pues sí… Bueno, como te decía, a través de este
amigo, Floreal, colaboré varias veces en el periódico “Tierra y Libertad”.
Que el paso por la cárcel marca,
parece en el caso de Eleuterio bastante evidente al ver como buena parte de la
conversación con Tari gira entorno a esa cuestión. Y no se corta a la hora de
expresar lo que mucha gente piensa, que la cárcel tiene más de problema que de
solución.
P: ¿Cómo fue tu
experiencia como documentalista y guionista en “El perro verde” con Jesús
Quintero?
R: Fue una
experiencia interesante. Estábamos Javier Salvago, Jesús Quintero y yo. Yo
tenía carisma para hablar con ciertos personajes, me refiero a que me era más
fácil acceder a ellos a mí que a un periodista normal. Fue interesante hacer de
periodista, guionista y documentalista, estuve un tiempo, pero no demasiado.
Respecto a Jesús Quintero, que fue y que es un amigo, es también una persona
difícil de tratar, un hombre con una psicología muy complicada, había cosas en
las que no estaba de acuerdo con él y finalmente me fui.
P: ¿Colaboraste también en
“Cuerda de presos”?
R: Sí, estuve en los
primeros capítulos, ahí es cuando lo dejé. Cuando él entrevistó a Rafi, que
aquello fue casi premonitorio, yo lo entrevisté antes que él… creo que en su
caso no fue por la condena, sino porque era un hombre muy flojito, un
burguesito acostumbrado a la buena vida, y por su mujer, Miriam, de quien
estaba muy enamorado… se quedó un poco abandonado en la cárcel y… no quería, no
quería vivir…y a Jesús Quintero también se lo dijo.
P: Al finalizar estas
colaboraciones te dedicaste más a escribir y a dar conferencias ¿verdad?
R: Sí, sí, sobre todo a escribir libros… y
artículos también. Mis libros han sido
traducidos a varios idiomas, el primero “Camina o revienta” a diez idiomas.
He salido varias veces fuera de España, por Europa y por América, para dar
conferencias o para presentar cosas mías… y bueno, eso es… ya tengo 70 años, ya
estoy jubilado…
P: En tus obras siempre aparecen dos temas: la
cárcel y la cultura merchera. ¿Cuál de tus obras trata más el segundo?
R: En “Crónica de un campusiano” se habla algo del
modo de vida de los mercheros, se trata el tema… pero no es monográfico. Yo
siempre pensé en escribir un libro monográfico pero hay muy poca bibliografía y
luego te encuentras con un tema difícil de tratar, que es la ortodoxia
merchera: los mercheros no quieren que
descubras al payo su forma de vida, si tú lo haces eres casi como un
alcahuete, un traidor… hubo un tiempo en el que eso sí tenía sentido, era una
forma de protección y seguridad, pero ahora mismo ya… Por eso siempre que trato
el tema de los mercheros lo hago así, a grandes rasgos. Me gustaría hacer un
libro desde la antropología social, pero es complicado…
Con el tiempo aprendes que las cosas se pueden hacer de
muchas formas. Passolini decía que la inocencia está hecha para perderla. Te
das cuenta de que los grandes ideales están sólo en la teoría, es difícil ser
revolucionario a los 70, es difícil conservar la inocencia. Si te empeñas mucho
en las cosas no salen, tienen que fluir solas… tienen que caminar en un
movimiento revolucionario colectivo, que coincida, una eclosión, estaba en el
ambiente, estaba la cosa madura, pero tiene que ser colectivo… hay individuos
carismáticos que lo empujan, pero tiene que ser el conjunto…Cuando al Ché
Guevara lo mataron, fue porque lo vendieron los mismos campesinos por los que
él luchaba. Cuando he leído su obra he encontrado cosas que me pasaron a mí
también. Las cosas no se pueden forzar, tiene que madurarse. La gente no estaba
madura… eran personas alienadas sin conciencia de clase. Si tú lo fuerzas
consigues lo contrario. El respeto también cuenta en este asunto: tú puedes
hablar, puedes concienciar, pero no puedes forzar…
P: Para
terminar, quería que nos hablaras de tu reivindicación dentro de la Ley de
Memoria Histórica, de tu lucha para que se declare nulo el proceso judicial que
te llevó a prisión.
R: La
reclamación está paralizada, se han cargado la ley desde que se cargaron a
Garzón. Es complicado… nadie quiere volver
sobre nuestros pasos, desenterrar a los muertos de las cunetas. A mí me
tocó en el año 1965, un poco más atenuado, pero fue un simulacro de juicio, un
consejo de guerra, sin abogado defensor. Solamente este hecho, de no tener
abogado defensor invalida el juicio, es un proceso de nula radicalidad, mi caso
se mueve y me tendrían que indemnizar por los 18 años que he estado en la
cárcel. No es que sea inocente, sino que el
proceso por el que me condenaron primero a pena de muerte y luego a cadena
perpetua es de nula radicalidad en un Estado de Derecho, como yo
sobreviví a eso y estamos en un Estado de Derecho ahora, se tendría que aplicar
a mi caso con carácter retroactivo.
Pero claro, luego uno también se acomoda, y bueno, yo
tampoco creo en el sistema judicial que tenemos, me pregunto ¿eso a qué me
lleva y para qué? Mejor estar tranquilo, tampoco me queda demasiado… Hubo este
movimiento, me uní, ahora se ha parado, ya veremos… uno tampoco puede dedicarse
constantemente a atacar a los gigantes malandrines, como hacía Don Quijote…
prefiero vivir lo que me queda en paz y tranquilidad, con mi familia. A estas
alturas ya estoy definido, para bien o para mal, tengo un criterio y un
pensamiento, y cuando me dicen que fui muy bueno o muy malo, las dos cosas me
importan bien poco…